Ernest Aparici. Foto: Patricia Gázquez.

Ernest Aparici. Foto: Patricia Gázquez.

Mi nombre es Ernest Aparici, me dedico al trabajo social y en concreto al trabajo social con  inmigrantes. Recuerdo la fascinación que me provocaba de pequeño encontrarme con alguna persona de color, oriental o de etnia gitana por la calle. Lo diferente o lo exótico me alucinaba. Quizás este sea uno de los motivos por los que viajar sea una de las prioridades de mi vida. La otra prioridad es tratar de tocar bien la trompeta. Aparte de miembro trompetista de Polonio he tenido la suerte de colaborar  con bandas como Llum, Sr. Chinarro, Betunizer, Monserrat, Maronda, El Ser Humano, Nestor Mir, Rusos Blancos, Modelo de Respuesta Polar, Víctimas Civiles, Tórtel, Mr. Perfumme…(seguro que me dejo alguna).

Verlanga me pide doce canciones para viajar (como si alguna no lo fuera) y basándome en momentos muy particulares he confeccionado una lista de doce canciones relacionadas cada una de ellas a un viaje o a un instante del mismo.

1.- «Ya Rayah» (Rachid Taha, Cheb Khaled y Faudel)

Viajar por el sur de Marruecos en coche y no llevar el «1, 2, 3 soleil» de Taha, Khaled y Faudel es un error imperdonable. Las nevadas y difíciles carreteras del Atlas, los pueblecitos bereberes y los valles repletos de palmeras, parecen más bonitos todavía con el volumen de esta canción bien alto en el coche.

2.- «Sunday Shining» (Finley Quaye)

Cuando terminé los estudios universitarios me fui a Londres a buscarme un poco la vida. En realidad lo que buscaba era irme de casa de mis padres y coquetear con los encantos de la noche londinense. Al final no coqueteé con nada porque fui muy pobre en Londres. Era tan pobre que la única forma de llenar un poco la nevera era acudir a Camdem los sábados a última hora de la tarde y comprar varios “tuppers” de comida sobrante que los puestecillos del mercado vendían a una libra. Esos “tuppers” eran mi comida de la semana. Finley Quaye casi siempre me acompañaba en el metro.

3.- «Quédate luna» (Devendra Banhart)

Los trayectos entre ciudades en México son larguísimos. Apoyar la cabeza durante horas en el cristal del autobús y contemplar en estado casi catatónico el paisaje selvático o árido según la carretera y a la población indígena yendo y viniendo es una experiencia sublime con Devendra Banhart en el mp3.

4.- «Atención encandilada» (Maderita)

Hace un par de años estuve en Lituania. Siempre he tenido cierta predilección por los países de la Europa del Este. Lituania es un joya, sobretodo su capital, Vilnius. Recuerdo un trayecto en tren de Kaunas, segunda ciudad del país, a Vilnius escuchando esta canción en modo “repeat”. Después descubrí que Maderita es una elección excelente para recorridos en tren por paisajes llanos o praderas. Lagrimilla asegurada.

5.- «Legata a un granello di sabbia» (Nico Fidenco)

Las islas croatas están muy vinculadas culturalmente a Italia, además son preciosas. Calas de aguas tranquilas color turquesa, extensos viñedos y bosques de pino que terminan justo donde empieza el mar. Recuerdo un verano recorriendo con mi novia la isla de Korçula (dicen que en ella nació Marco Polo) subidos a un scooter, buscando la cala perfecta y cantando a pleno a pulmón esta canción.

6.- «Tonight» (Sibylle Baier)

Escarpadas montañas, pintorescos pueblos nevados y peculiares personajes. Si puedes escapar de Drácula y del negocio que genera, Transylvania todavía conserva el oscuro encanto de las buenas novelas de terror. Escuchar a Sibylle Baier mientras esperas la llegada de algún tren, en alguna remota estación de los Cárpatos rumanos, es sencillamente cojonudo.

7.- «Cemalim» (Erkin Koray)

Psicodelia turca para soportar los inevitables contratiempos que todo viaje a la India conlleva. Pocos lugares existen tan alucinantes y extraterrestres como la ciudad sagrada de Benarés a orillas del Ganges. Largas colas de muertos “ricos” esperando su turno para ser públicamente incinerados (los muertos “pobres” son arrojados directamente al río). Con la misteriosa y psicotrópica voz de Erkin Koray, las vacas sagradas y el intenso olor a cadáver chamuscado, se soportan mejor.

8.- «Batiscafo Katiuskas» (Antònia Font)

Como Antonia Font, las Islas Azores son surrealismo y perfección; mucha planta tropical, mucha ballena, mucho mar…y mucha “saudade”. Ideales para recorrer San Miguel, principal isla del archipiélago (para cualquier otro viaje también). Es mi novia quien siempre se acuerda de meterlos en el equipaje, y siempre se lo agradezco.

9.- «Falling form Grace» (The Gentle Waves)

Haced la prueba, recorred un sendero de montaña con Isobel Campbell en el mp3. Canciones inocentes de folk pastoril que casan muy bien con riachuelos, flores y cabritas. De eso los escoceses saben mucho. Curiosamente yo los disfruté de travesía por los montes Tatras, frontera de Polonia con Eslovaquia, aunque seguro que sirven también para buscar robellones por Teruel.

10.- «Book of love» (The Monotones)

Hubiera preferido decir que para mí Nueva York es Lou Reed…pero no va a poder ser. Estuve hace unos meses con una amiga por primera vez. El segundo día, al salir del Metropolitan, frente las escaleras esas en las que todo el mundo se sienta, un grupo de negros cantaba a capella este tema. Se me metió la canción en la cabeza y ya no la saque de ahí. Escucharla resonar en tu cabeza mientras te zampas unas alitas de pollo frito por Harlem es maravilloso.

11.- «Nocturno en Do sentido Menor» (Frédéric Chopin)

Estuve varios años obsesionado con Polonia. He visitado Cracovia en cinco ocasiones. Mi plan era irme a vivir allí, ganarme la vida dando clases particulares de castellano y tocando la trompeta en bodas y celebraciones. Estudié polaco durante algo más de un año, pero al final no di el paso y todo quedó ahí. Darse un paseo por el viejo barrio judío de kazimierz a diez bajo cero con Chopin en el mp3 es “mel de romer”.

12.- «Dirty Dream Number Two» (Belle & Sebastian)

Soy muy pesado con Belle & Sebastian. Soy incapaz de elaborar una selección de canciones y no incluirlos. En defensa propia diré que alguien me pasó una cinta que no dejó de sonar en un viaje por las Highlands hace casi veinte años. De vuelta a Glasgow, casualidades de la vida, se sentó conmigo un chaval en el bus que iba a verlos en concierto esa misma noche. Me fui con él. Resultó un concierto acústico para no muchos asistentes en un local pequeño de Glasgow. Al salir del concierto pensé en recuperar la trompeta y tocar en un grupo así. La juventud.