Foto: Juan Terol.

Foto: Juan Terol.

La segunda temporada del Aperitiver (los conciertos acústicos que organizamos con nuestros amigos del Tulsa Café) llega a su fin y lo hace con Frontera, el nuevo proyecto de Juanjo Frontera al margen de Lülla. Tan minuciosas como eclécticas sus melodías transitan entre la adherencia pop y el arrebato más rock, aderezado por un componente que no entiende de estilos y milita en la pasión. La misma que suele emplear cuando escribe y que queríamos que compartiera con todos vosotros. Por eso, hemos eludido, por esta vez, la entrevista tradicional y hemos optado por proponerle cinco temas y que desarrollara la respuesta. Este sábado, a las 20’00h, lo podréis disfrutar en directo. Ahora, conocerle mejor. Frontera por Frontera.

Frontera

Frontera me llamo. De pequeño, mi apellido me daba un poco de vergüenza porque era muy raro, mirabas el listín telefónico de Valencia y éramos cuatro, familia la mayoría. De adolescente me daba mucha rabia que me hicieran la bromita de cantarme aquello de «En el límite del bien, el límite del bien…». Y de repente, casi rozando los cuarenta, va, me dejo de chorradas y me digo a mi mismo: ¡diantre, pero si mi apellido es molón!» y además ahora está muy de postín eso de ponerse sólo el apellido (Rodríguez, Ramírez, Sempere, todos me gustan…). De modo que cuando llegó el momento de plantearme esta nueva aventura musical no lo dudé, pese a que muchos amigos intentaron disuadirme del tema.

Frontera. Punto.

Ese momento del que hablo probablemente tiene un origen complejo, me temo que os vais a dormir: desde que tuve por primera vez un instrumento en mis manos (creo que fue la guitarra española de mi hermana) he sentido la necesidad de componer melodías. No sé, supongo que para un tipo bastante tímido como yo es la única manera de exorcizar ciertas cosas. Primero fueron Los Perros de Baskerville, banda destartalada de colegio y luego, también con amigos del cole (Gonzalo Fuster y Juan Terol, con los que aún colaboro y hasta tomo birras), dimos vida a Los Vértigos -no confundir con los actuales Thee Vértigos- y estuvimos varios años maltratando instrumentos. Después, vino la sequía, no hice nada (bueno, sí, vivir, casarme y aprobar unas oposiciones) hasta que un buen día tras muchos años volví a tocar la guitarra, a componer canciones, sin motivo aparente. Ello me llevó a la formación de Uncle Son, proyecto basado en mis canciones pero llevado a efecto en colaboración con David Campillos y Rebeca Ibáñez, grandes músicos con los que aprendí muchas cosas. De repente, estaba «on fire», no podía parar y compaginé esa banda con la colaboración con amigos en otros proyectos: Punka! y los veteranos Lülla.

Tanto desenfreno, como era de esperar, fue desbordante y terminó con mi colaboración con Punka! y con la vida de Uncle Son. En ambos casos, al menos quedó testimonio en forma de disco. Punka! sigue en activo y haciendo grandes cosas. Yo me centré en Lülla, banda con la que cada día crezco más y me siento formando parte de algo superlativo. Hacer música con Carol, Javi, Juan y Diego para mí es una demostración de que la unión hace la fuerza. No obstante, como lo bueno del grupo es precisamente que hacemos las canciones entre todos, mi irrefrenable necesidad de componer canciones por mí mismo siguió estando ahí y comenzaron a salir como siempre a borbotones, aunque esta vez en castellano, una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, pues he aprendido infinidad de cosas que no sabía componiendo en mi lengua (ojalá supiera comunicarme en Valenciano para hacer algo en esa lengua, pero me veo incapaz, de momento). Conforme las canciones fueron tomando vida, empecé a actuar esporádicamente y a pensar en grabarlas, cosa que sucedió gracias a mi mujer, Inés, que por mi cuarenta cumpleaños me regaló la grabación de cuatro de esos temas en el estudio Sayonara, de mi querido amigo Ramón Mira (Hi-Lo-Ray) en Benámer. Una de las mejores experiencias de mi vida, que se ha materializado en un EP, que responde al título de «Agua Verde» y apareció en febrero de este año (aquí escucha y descarga gratuítas). Además, la experiencia de ser padre es de lo más inspiradora y me arranca melodías cada vez más bonitas.

Y aquí estoy.

La música

Como decía en el apartado anterior desde que tuve un instrumento en mis manos tuve necesidad de tocar y componer música. Nunca he aprendido solfeo. Todo lo he aprendido, más mal que bien, de oído y con la práctica. Me gustaría aprender los rudimentos de la armonía y la lectura de partituras, pero nunca encuentro tiempo. Aparte de eso, soy un melómano empedernido. En serio: soy un enfermo, estoy realmente mal. Si veo una tienda de discos no puedo evitar entrar y llevarme algo y si encima estoy en una ciudad como Amsterdam o Berlín, la cosa alcanza palabras mayores. Ya no cabemos en casa. Para mí escuchar música, hablar de ella, soñar con ella, leer cuantos más libros y revistas especializadas mejor, pinchar en garitos cuando puedo con mi amigo Fermín, conocer todos los géneros habidos y por haber… es tan esencial como el respirar. Ahora, además, he cumplido uno de los grandes sueños de toda mi vida, que es escribir sobre pop. Y no sólo eso: hacerlo con libertad y en un medio fantástico, con compañeros entrañables: la web Alquimia Sonora.

Valencia

¡Ay!, Valencia. Puede ser la más sexy de las novias o la más rancia de las suegras. Pasear por las calles que rodean al Botànic, por el Barrio del Carmen, la calle Sueca, El Canyamelar, El mercat del Cabanyal, cualquier mañana entre semana es de lo más inspirador. Esa luz que te inunda la cara a las diez y media, esos colores, esa gente, es arte puro. Invita a sacarlo a pasear en canciones, libros, poemas, fotos, lo que sea. Luego viene el caloret, la estafa, la degradación de la educación, la rancior y coentor que se respira en algunas de sus calles, la basura de políticos que tenemos (bueno, ahora parece que la cosa cambia) y tanto, tanto, como hemos aguantado todos… también inspira, pero para gritar más que nada. No sé porqué, aún no me ha salido ninguna canción «protesta», aunque sí algunas rellenas de mala baba, imagino que en parte provocada por todo eso.

Valencia musical

Valencia, en cuanto a arte se refiere, vive uno de los mejores momentos de su historia. En pocas ciudades del mundo se puede pasear por unas calles tan repletas de arte. Murales de Escif, Hyuro, DEIH, se mezclan con unas calles que hierven con luz, sonido y color. Ese hervor hace que se haga buen teatro, buena fotografía, buena pintura, buen cómic. Y por supuesto está la música. Hablar de nombres es absurdo, porque se trata de una escena de la que me siento partícipe y no quiero poner a nadie por encima de nadie. Sólo diré que estamos muy vivos, que los jóvenes se sienten libres y pisan fuerte, que las instituciones no lo ponen nada fácil y que creo que esa dificultad ha aguzado mucho el ingenio, convirtiendo el underground valenciano en un referente a nivel estatal.

Aperitiver

Nunca me gusta repetir lo mismo. No hago demasiados conciertos e intento que cada uno tenga algo especial con respecto al anterior y por supuesto, suponga un crecimiento. No va a haber, afortunadamente, cambios respecto al formato del anterior. Voy a tener la suerte de me sigan acompañando dos músicos excepcionales: Rubén Marqués (Caballo Trípode, Ser Humano), al bajo y José Montoro (Tent, Someone Elses, Grannies) a la percusión. Ellos son «Además», el nombre con el que suelo anunciar a la banda. La diferencia con respecto a la anterior actuación, la primera que hicimos juntos y que sirvió para presentar el disco, es que entrelazadas con las canciones del EP y algunas de las que formarán parte del futuro Lp, que espero grabar en invierno, vamos a realizar varias versiones de temas que me gustan, influyen o apetecen, pasados por el tamiz de nuestra personalidad y sonido. Arriesgado y variadito: quizá suenen Brincos, Solera, Negativos, La Mode, Tom Waits, The Cure, Jackson Five, quién sabe… Lo que sí que espero y creo es que será divertido.

¿Venís?