Foto: Miguel Ángel Puerta.

Foto: Miguel Ángel Puerta.

Reconozco que me produce cierta envidia comprobar la clarividencia con que algunos opinan sobre el futuro de Canal 9 (parece ser que incluso para esto, Radio Nou va a seguir siendo la hermanita pobre). Yo sólo tengo dudas y todo el mundo parece tener soluciones. Eso sí, más interesadas que interesantes. Y así, una televisión a la que nadie quería y que funcionaba como un pastel goloso a repartir entre productoras amigas del Partido Popular, se está convirtiendo, de nuevo, en oscuro objeto de deseo cuando aún no la han despertado del coma inducido al que le condenó Alberto Fabra. Como en los agitados días de noviembre de 2013, la lucha parece que es más una cuestión laboral que una reivindicación de un servicio público, valenciano y de calidad.

Me llama la atención el amateurismo con que el nuevo gobierno está manejando la situación, cegados por una promesa electoral que les quema y que deberían haberse ahorrado. Nombrar a algún profesional del medio para (co)pilotar esta nueva fase, seguramente les habría evitado algún que otro tirón de orejas sonrojante. Teniendo en cuenta que el actual President de la Generalitat fue periodista, la sorpresa es mayor. Cansarse de repetir que el nuevo ente será independiente o no será y proponer que empiece a emitir, en pruebas, bajo el amparo del canal institucional GVA, parece un gag de Polònia. Harían bien en escuchar a los que desde sus filas les piden paciencia. Es preferible no cumplir la palabra dada y poner los cimientos seguros que condenar al nuevo canal a esas turbulencias tan propias de esta tierra.

Entiendo la postura de los extrabajadores. Sobre todo de los que consiguieron, limpiamente, plaza en una oposición. Tienen todo su derecho a reivindicar su puesto de trabajo, pero no más que el resto de los valencianos que han sufrido algún ERE injusto de la administración. Admitir a todos los afectados crearía un precedente imposible de asumir por el erario público. Una injusticia. Sí. De esas que se silenciaban en esa televisión en la que trabajaron durante muchos años. Y de esas que sufrieron, en tiempos anteriores, otros trabajadores sin respaldo ni solidaridad alguna. Repito que es cierto que ellos no tienen la culpa, pero la misma comprensión que tuvo la sociedad durante los últimos días de emisión de Canal 9 apoyando sus protestas, tal vez deberían lucirla ellos ahora. Ya he dicho antes que la participación de expertos en el medio es necesario en este proceso, pero siempre desde la humildad. No se pueden leer declaraciones de algunos profesionales (eso de que con las reposiciones infantiles no se llegaría ni a las 24 horas disponibles de programación es de un desconocimiento que produce vergüenza ajena) reclamando con cierta autoridad que se tenga en cuenta su opinión cuando dieron por válido que en cuatro meses y medio (el tiempo que transcurrirá entre las elecciones del 24 de mayo y la festividad del 9 de octubre) se podría poner en pie un canal de televisión o algo parecido. Algo a toda luces imposible como muy bien sabe cualquiera que haya trabajado alguna vez en el medio.

También suenan extrañas las voces que llegan desde la Unió de Periodistes y allegados. Coincido en que el nuevo Canal 9 no puede ser heredero de la lamentable gestión anterior, pero no deja de ser curioso que el documento para la comunicación audiovisual valenciana que aprobaron como propuesta alternativa, se base en un trabajo de investigación realizado en su 50% por una experiodista de los servicios informativos de la cadena. Tampoco debe ser un tema que preocupe mucho en el seno de la organización porque de los cerca de mil afiliados que tiene, únicamente acudieron a votarlo sesenta y cinco personas, eso sí cincuenta y nueve a favor. Bienvenidas sean todas las ideas, pero hay que tener cuidado con algunas, como esa que subyace en el texto de anular unas plazas ganadas por oposición en virtud del grado de colaboracionismo con el régimen anterior. Me recorre un escalofrío pensar en lo que significaría algo así para el estado de derecho. ¿Deberíamos pedir, también, responsabilidades a algunos de los periodistas de la Unió por las manipulaciones que han podido cometer los medios para los que trabajan o la ética sólo es aplicable si es un medio público? Ni por representación ni porque en Canal 9 no sólo trabajaban periodistas, la Unió puede ocupar un lugar privilegiado en el asunto. Consultivo sí, pero no más que el de otras asociaciones del sector.

Resulta muy complicado responder a la pregunta del titular. Lo que tengo claro es que no hay que tener prisa, hablar más en privado y menos en los medios, abandonar los victimismos, dejar todos de actuar como buitres sedientos ante la presa que agoniza y ser conscientes de que habrá que ceder. Todos. Aparcar los enfrentamientos entre partes que en realidad buscan (o deberían) el mismo objetivo, porque el espectáculo está empezando a ser un poco bochornoso. Y que el Gobierno ponga en marcha un grupo de trabajo de gente especializada en el medio (no, una comisión parlamentaria no, por favor), condición esta que no la tiene porque otorgar haber trabajado en Canal 9, ser miembro de una asociación profesional o tener un máster en gestión empresarial.

Las impertinencias del PP (único responsable de este desaguisado) provocarían la carcajada o la indignación en otras circunstancias. Ahora apenas merecen la misma atención que lo que emiten las extintas Nou y Nou 2 en aquellos televisores que nunca las desintonizaron.