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Siempre hay una primera vez para todo. Y alguna de ellas se recuerdan más que otras. La ilustradora valenciana Zoraida Zaro ha recopilado unas cuantas en su cómic «Primeras veces» (Ultrarradio Ediciones), un estupendo trabajo que comienza con la inocencia del primer beso y avanza con el motor encendido hacia cotas de alta intensidad emocional y personal. Sin sujetarse a un sólo estilo en el dibujo y con unos textos que dotan del ritmo perfecto al relato, el lector es testigo de todas las experiencias (casi siempre salpicadas de un halo cómico) que va compartiendo la autora, de las anecdóticas (tocar un muerto, engañar, mentir,…) a las más personales e intensas (sexo, abandono, depresión,…). Un delicioso y valiente trabajo que resulta imposible no releer.

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¿Cómo surge el proyecto «Primeras veces»?
«Primeras veces» surge en julio de 2013, en un arranque de «¿y por qué no les mando algo?» (a Ultrarradio Ediciones). Había hecho una tentativa anterior en 2011, con otra idea, pero me pudo la inseguridad y la dejé durmiendo en el disco duro. Para «Primeras veces» dibujé cinco páginas, les puse texto y se lo envié en un PDF, junto a un par de líneas de presentación. No envié un proyecto cerrado ni una descripción exhaustiva. Lo hice en un arranque de «ya está bien de ponerse palos en la rueda a uno mismo» y me lo planteé como un tanteo: Si me llevaba una negativa, por lo menos tendría una referencia de que aquello no funcionaba. Pero al cabo de unos días recibí un mail de David C. diciéndome que les gustaba lo que habían recibido y que adelante con ello.

¿Tuviste en mente algún cómic o libro (o trabajo de cualquier tipo) a la hora de abordarlo?
No, al menos no de manera consciente. Tengo muchos referentes visuales y literarios, hay mucha gente a la que admiro, pero cuando me puse con estas páginas no tiré de nadie. Sí que dibujé con algunos discos en bucle de fondo, pero eso es algo que hago normalmente. El que más veces sonó fue el «Raise and fall of Ziggy Stardust» de Bowie.

En «Primera veces» tiene mucho protagonismo el texto, algo que para muchos ilustradores suele ser un incordio. ¿Te sientes igual de a gusto escribiendo que dibujando?
Sí. Escribir es algo que hago de una manera más automática que dibujar, no me supone un esfuerzo de composición ni me planteo si ahí va una linea o una mancha. El volcado mental es directo, no necesito traducirlo en líneas para dibujar una escena. Hay quien me ha dicho que se nota que los textos están muy trabajados y me lo tomo como un halago, pero es una impresión absolutamente errónea. Todos los textos son improvisados a partir de una idea muy básica de lo que iba a contar, una vez acabado el dibujo, que al mismo tiempo venía dado por alguna frase como idea general. No hay borradores, ni esquemas, ni nada.

Por otra parte, a nivel de ilustraciones, te has permitido distintos estilos de dibujo, sin que el todo se vea afectado, sino todo lo contrario, hay una unidad narrativa. ¿Fue intencionado el no seguir una sola línea gráfica?
No es algo que tuviese premeditado. Cuando era estudiante me insistieron mucho en lo de «el estilo», en tener algo así como un estilo compacto, fácilmente reconocible, una «marca de fábrica», una manera de hacer única. Me decían que lo de la variedad era un problema. Supongo que es una cuestión de enfoque personal, yo soy más de pensar que tener varios estilos te permite contar las cosas de una manera u otra y que eso repercute en cómo le llega la historia al que la ve desde fuera. Me parece un punto a favor, como ser capaz de manejar más de una herramienta.

Empiezas contando algunas primeras veces más inocentes, incluso con cierto grado gamberro o cómico, y a medida que se avanza en la lectura, las historias aumentan en sensibilidad, dureza, profundidad, como si el relato fuera madurando y creciendo y por ello enfrentándose a determinadas etapas de la vida. ¿Es casual este planteamiento?
Creo que puede dar esa sensación por cómo he intercalado las páginas una vez que estaban hechas. Suelo pensar que todas las cosas dramáticas esconden un punto cómico y todas las cómicas, un punto dramático. Lo cierto es que no quería que tuviese la apariencia de relato cronológico.

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¿Tenías cerrado el guión cuando empezaste a elaborarlo o ibas improvisando a medida que recordabas cosas o ha sido un proyecto de largo plazo al que has ido y viniendo?
Todo ha sido improvisado. Una vez que me dieron el «sí», seguí dibujando, sin una fecha de entrega cerrada. Me fui de viaje con menos de la mitad resuelta y cuando volví me encontré con una fecha para imprimir a la vuelta de la esquina, así que fue como ir sacando cosas de los cajones un poco a lo loco.

Dando por hecho que lo que cuentas es autobiográfico, ¿no tenías cierto miedo o pudor a desnudarte delante de tus lectores e incluso delante de algunos de los protagonistas de las historias?
No. Supongo que hice callo escribiendo en blogs con pseudónimo. El papel o la pantalla te dan como una especie de lejanía que no hubiese tenido por ejemplo en una jam literaria. No se me hubiese ocurrido subirme a un escenario con un micrófono a leer esas páginas y estar viendo al mismo tiempo la cara de los oyentes. Pero una vez que lo dejas puesto negro sobre blanco y es otro el que lo lee, es como lanzar botellas con mensajes al mar desde tu isla. Una de las mejores cosas que ha salido de esto ha sido que gente a la que no conozco de nada lo ha leído y han tenido el impulso de escribirme para decirme lo identificados que se han sentido con esto o con aquello. Quizás parezcan cosas muy personales, pero en realidad creo que es todo bastante universal. Además, hay una pregunta bastante generalizada de «¿pero esto te ha pasado de verdad?», así que aunque todo lo que hay ahí me lo he sacado de mis bolsillos, la gráfica o la manera de escribir han jugado bastante bien el papel de dejar con la duda al que lee. Y ahí está la gracia del asunto. «Nunca dije la verdad, así que no puedo mentir», que decía Tom Waits.

Leído ahora, transcurrido un tiempo desde su edición, ¿cambiarías, añadirías, eliminarías algo?
Probablemente me hubiese gustado pararme a pensar un poco el juego de composición entre dibujo y texto. Tal y como está tiene la gracia de lo inmediato, que es lo que es, todo echado ahí, a las bravas. Pero visualmente, como conjunto, me imagino que cada página habría ganado más jugando de otro modo con tipografías, etc. También me habría gustado tener algo más de tiempo para meter algunas páginas más.

¿Qué recuerdo guardas de tu primera vez con un lapiz en la mano?
Eso en concreto no lo recuerdo, pero sí que recuerdo que con 4 años iba a visitar a mis abuelos paternos y mi abuelo me daba un montón de hojas y un lápiz y yo dibujaba cosas que me habían llamado la atención por el camino hasta allí, en plan crónica. Y que mis padres me ponían «El Muro», de Pink Floyd, y yo flipaba con la escena de animación de los martillos, así que con 4 años iba dibujando martillos cruzados. Me tuvieron que dar una charla acerca del significado de todo aquello.

¿Qué proyectos tienes entre manos?
Tengo en mente varias historias ilustradas con las que espero ponerme en breve, a ver si encuentro alguna editorial que las vea viables como proyecto a publicar. Cosas bastante variopintas, unas tirando a infantil y otras que, claramente, no. Con esto de la crisis en general, la crisis eterna del sector en general y la crisis del papel, no sé hasta qué punto es probable que vean la luz, pero el proyecto inmediato es hacerlas, sin más. Si no, seguro que nunca tiran cara al aire.