Michael Ajawke, Ana Ramón, Rafael Maluenda, María Albiñana, Antoine Disle y Gonzalo Gurrea. Foto: Daniel García-Sala.

Michael Ajawke, Ana Ramón Rubio, Rafael Maluenda, María Albiñana, Antoine Disle y Gonzalo Gurrea. Foto: Daniel García-Sala.

El cineasta Spike Lee, la actriz Jada Pinkett y el actor Will Smith renunciaron a asistir a la ceremonia de los Oscar de este año en protesta porque los veinte nominados en las categorías de interpretación eran blancos. Un año antes, Patricia Arquette aprovechó su discurso al recoger el premio a la mejor actriz de reparto, por «Boyhood» (Richard Linklater, 2014), para denunciar las desigualdades sociales y salariales de las mujeres. Son colectivos a los que la industria cinematográfica suele marginar. Una realidad que está cambiando en el mundo de las webseries, según apunta Michael Ajawke, director del LAWEBFEST (Los Angeles Web Series Festival): «En estas producciones tienen cabida otras voces más allá de la del rico blanco que copa la mayoría de proyectos en cine y televisión». Antoine Disle, director de la distribuidora internacional Rockzeline, va más allá al afirmar que «se está viviendo una revolución porque hay un mercado ilimitado. En dos o tres años, la producción y calidad de webseries se va a multiplicar por diez».

Ajawke y Disle están en Valencia, invitados por Cinema Jove, que este año estrena nueva sección a concurso protagonizada por webseries y de la que ambos son jurado. Los dos, junto a Gonzalo Gurrea, creador de la ficción «Fracasados por el mundo» y Rafael Maluenda, director del festival, participaron en un desayuno con la prensa para analizar y testear el estado actual de estas producciones. El festival que dirige Ajawke es una referencia a nivel mundial por su caracter pionero. «Empezó siendo algo muy pequeño», recuerda, «con una primera edición con menos de cien webseries. Casi todas eran de Estados Unidos, menos un par que procedían de Canadá y México». Al siguiente año subió el número de participantes y también el de producciones de fuera, incluyendo una española y otra de República Dominicana. «El festival fue creciendo poco a poco. Pensaba que solo tendría una edición». No solo no fue así, sino que siguiendo su ejemplo se han multiplicado los certámenes por todo el mundo. Seúl, Rio de Janeiro, Roma, Melbourne, Berlín o Florida tienen el suyo propio.

El auge de estas producciones guarda relación directa con «el cambio de tendencia que se ha producido en la forma de consumir audiovisual. Internet ha sido crucial para ello y para que nos lancemos a experimentar», apunta Gurrea. Disle va más allá y se atreve a definir la webserie «como la nueva ola del cine». Un formato que nació prácticamente centrado en la comedia, por analogía con lo que llenaba las parrillas televisivas, pero que ha ido ampliando su radio de acción hacia otros géneros. «No hay que seguir las reglas de la televisión. Es una nueva forma de hacer audiovisual», insiste el responsable de Rockzeline.

Voces muy optimistas sobre la salud de las webseries que descartan que se esté viviendo una burbuja artificial. Sin embargo, a la hora de hablar de rentabilidad económica se desinfla la euforia. La viabilidad de las mismas pasa, principalmente, porque una cadena de televisión se fije en ellas, como si el destino de las webseries para crecer fuera, precisamente, dejar de serlo. «Esto funciona igual que el cine», explica Ajawke, «porque no todas las películas que se ruedan consiguen distribución y su carrera se reduce a los festivales, sin conseguir rentabilidad. ¿Significa eso que la gente debe dejar de hacerlas? No solo se hacen webseries por dinero, no es la primera motivación, lo que se quiere es contar historias». La webserie adquiere su mayor valor como tarjeta de presentación, como cantera de talentos, adaptando el papel que antes desempeñaban, en exclusiva, los cortometrajes. «Muchas veces son catapulta hacia otros formatos, como series de televisión, producciones de cine,…», puntualiza el director del festival de Los Ángeles, que reconoce que para la gente de la industria televisiva (a la que él perteneció como productor y guionista) «siguen siendo como un subproducto».

Gonzalo Gurrea comparte argumentos con Ajawke. «No haces webseries para ganar dinero. Es una carta de presentación. Esperas que alguien se interese por tu trabajo y recibir una oferta. Pero, en España, sigue faltando ese paso. Se queda en la exhibición pública. Haces algo, todos lo pueden ver, pero el hecho de que sea gratuito tiene una carga peyorativa». Como ocurre tantas veces en este país, por un lado circula el talento y por otro, de manera paralela, el mercado.

Veinte webseries (entre ellas tres producciones con dirección local, «Cabanyal Z«, «Escabeche Magazine» y «Ma femme est pasteure«) forman parte de la Sección Oficial de la edición de este año de Cinema Jove. Una iniciativa coordinada y promovida por Ana Ramón Rubio y María Albiñana, directora (y guionista) y actriz principal de «Sin vida propia«, webserie de gran recorrido internacional. Fue en ese deambular por festivales de todo el mundo cuando certificaron la importancia y el apogeo de un formato, que podía tener autonomía propia dentro del certamen valenciano. Tal vez sea pronto para hablar de revolución, como apuntaba Antoine Disle, pero el primer paso para una amyor profesionalización ya se ha dado. Que no sea el último.