Antonio Valero

Foto: David Ruano

El actor valenciano Antonio Valero encabeza el reparto de «Transición». Una coproducción del Centro Dramático Nacional y las compañías independientes L’Om-Imprebís, Teatro Meridional y Teatro del Temple, que llega al Teatre Talía el próximo miércoles 17. La obra, dirigida por Santiago Sánchez y Carlos Martín, tiene como protagonista al paciente de una clínica, Adolfo, que está convencido que fue Presidente del Gobierno en el pasado. Punto de partida que sirve como excusa a los autores, Julio Salvatierra y Alfonso Plou, para recrear los principales episodios de la Transición.

Pregunta.- ¿Cómo recuerdas los años de la Transición?

Respuesta.- La Transición la recuerdo desde el punto de vista de un joven de 20 años. Para mí fue un período fascinante, de apertura mental sobre todo, después del cerrajón de los 20 años anteriores. Una época en la cual yo definí mi vocación teatral. Participé en las manifestaciones, en actos públicos y,  sobre todo, a través del teatro en los sitios donde estuve trabajando. Estuve en Els Joglars, estuve de fotógrafo con el PTV en una gira por pequeños teatros suizos organizada por el FRAP, … El hecho de ensayar la primera obra de Els Joglars en Perpiñán porque el director estaba exiliado, el hecho de tener que desalojar el teatro porque teníamos avisos de bomba, … Vitalmente fue una época genial y fascinante para mí.

P.- Han pasado los años, pero parece que la Transición sigue siendo un período un poco intocable, como si costara hacer una revisión crítica de ella.

R.- No, yo no creo que sea un período intocable. Y precisamente, creo que el espectáculo que estamos haciendo es por aquel sentir de hace dos años, del movimiento de indignados que hablaban de que la Transición no estaba cerrada, que se tenía que haber hecho diferente,… Pero claro, es que eso lo dice gente que no vivió aquel proceso. Basta escuchar a personas de mayor edad y que, por entonces, estaban implicadas políticamente… en términos de violencia, la extrema derecha campaba a sus anchas, la extrema izquierda también, los militares eran una amenaza permanente,… Y entonces, lo que se consiguió fue, realmente, extraordinario. Lo único es que los que vinieron después no se pusieron las pilas y se acomodaron. En la época de González se habla del desencanto; en la época de Aznar de «España va bien»; Zapatero no sabe; y Rajoy no contesta. No hemos sabido aprovechar la herencia de la Transición. Es como si hubiéramos sido unos niños pijos que hemos malgastado la herencia de nuestros padres.

P.-
¿Cómo llegas a la obra?

R.- Me llama Santiago (Sánchez), uno de los dos directores, porque van a montar una obra sobre la Transición con tres compañías distintas, una de Aragón (Teatro del Temple), otra de Madrid (Teatro Meridional) y otra de Valencia (L’Om-Imprebís). Me llama para colaborar, pero no se sabía si yo iba a hacer de Suárez o no. Hicimos unos talleres con improvisaciones y dos dramaturgos, Julio Salvatierra y Alfonso Plou, escribiendo la obra.

P.- Una vez tienes el papel de Suárez (o mejor dicho, el de una persona ingresada en una clínica que cree ser Suárez), ¿preparaste el papel de alguna manera especial?

R.- Por un lado, hay una parte en la que uno tiene que visualizar, y recordar aquellos años, desde su propia experiencia. También me documenté con documentales, libros , vídeos,… Y en mi caso, además, se da la circunstancia que he tenido mucha experiencia, con mis trabajos, en el siglo XX político español, porque, prácticamente, creo que he hecho todas las épocas.

P.- ¿Fue un reto interpretar al ex-Presidente del Gobierno?

R.- Me meto en el personaje teniendo en cuenta que Suárez vive, que tiene alzheimer y que una vez pasado el tiempo en el que hizo lo que hizo, su figura se ha magnificado. Hay que tratar al personaje de una manera muy escrupulosa. No caricaturizarlo, ni tratar de hacer un arquetipo, sino simplemente situarle en la historia que queremos contar, ciñéndonos a la mayor veracidad posible. Espero haber conseguido, al menos, parte de los propósitos.

Foto: David Ruano

Foto: David Ruano


P.-
¿Qué reacciones está despertando la obra?

R.- La verdad es que está siendo bastante fascinante. Es una obra que está siendo representada en muchos sitios, con públicos de diferentes edades, y funciona muy bien. Funciona muy bien teatralmente y luego, también, tiene un gran impacto emocional por las imágenes y los hechos que rememoramos.

P.- ¿Crees que es una buena oportunidad para acercar la Transición a un público más joven que igual la desconoce?

R.- Nos podemos llevar grandes sorpresas con los sistemas educativos de las autonomías. Como, hoy en día, cada Comunidad tiene una historia diferente, uno no sabe bien lo que pasa. ¿Cosas que ocurren? Que viene un programador del País Vasco y dice: «Joder, está muy bien la obra, pero mucha España, ¿eh?, mucha España». Bueno, sí, es que como hablamos de la Transición… No sé, ya haremos otra obra de aizkolaris y de gastronomía, que se ve que es lo que les interesa. Pero, coño, la Transición,… y además que los vascos también tuvieron mucho que ver… La obra es una gran metáfora sobre la memoria porque uno de los personajes importantes de aquella época, Suárez, tiene alzheimer y es la gran metáfora no sólo de lo que es la Transición, sino de lo que es España, que tiene una falta de memoria increible. Y así nos va, que no aprendemos porque no asimilamos la experiencia para seguir progresando.

P.- Vista desde fuera, «Transición» parece un proyecto ambicioso con la participación del Centro Dramático Nacional y tres compañías independientes. ¿Desde dentro cómo lo ves?

R.- Lo es, lo es. Es cierto que la situación es la que es, y económicamente vamos «pajaritos», y tenemos que lidiar con plazas a las cuales tenemos que ir con taquilla. La contratación es muy difícil, pero tenemos el convencimiento de que llevamos una buena obra y cada uno de nosotros ha puesto lo mejor de sí mismos. Y después, la repercusión que está habiendo, el debate, es algo que hacía tiempo que no sucedía. Que la gente hablara de un acontecimiento teatral; que generara mesas redondas; artículos como la carta del director de Pedro J. Ramírez, en El Mundo, dedicando prácticamente dos páginas a la obra;…

P.- ¿Qué se va a encontrar el espectador que vaya a ver la obra? ¿Humor, crítica, un ejercicio de «remember»,…?

R.- Hay de todo. La escenografía está acompañada de un audiovisual muy potente de la época, donde van apareciendo imágenes de los sucesos importantes de aquellos años. Aparecen el Rey, Doña Sofía, Carmen Polo de Franco, Torcuato Fernández Miranda, Carrillo, Raimon, el Cid Campeador, … infinidad de personajes que están contados de una manera muy divertida. También utilizamos las canciones como memoria de la época, porque la cultura tuvo mucha trascendencia en la Transición. El teatro, los músicos, el cine, fue como un magma que unió a mucha gente para sacar al país de la caspa que tenía en aquel momento. Y todo ello está reflejado en el escenario.

P.- Corren malos tiempos para la cultura. Por un lado la subida del IVA, los recortes,… y por el otro, la gente cada vez más convencida de que debe ser gratuito su acceso a ella. ¿Cómo ves la situación?

R.- Yo creo que hay una clara maniobra política de castrar la voz de la gente de la cultura. Nos han comprado directamente. Han organizado todas las redes culturales a través de su dominio y hemos tenido que pasar por eso. Yo he estado desde el principio en estas cosas, en Els Joglars, en Benlliure, … sitios que eran absolutamente fascinantes. Y luego, los políticos nombraron a esta gente directores de teatros. Pero se acomodaron, se compraron el pisito o el chaletito y se dedicaron a hacer óperas por Europa. La música, lo mismo. Venga subvenciones y ahora está todo el mundo volviendo al escenario a hacer acústicos. Tenemos que volver a empezar, que eso es lo malo que le ocurre a este país. Tiene que haber una nueva regeneración de esas voces, independientes, libres, sin ataduras políticas ni económicas. Y respecto a lo de la cultura gratuita, es acojonante. A nosotros, montar esta función, nos ha supuesto dos años de trabajo previo, ensayos, un dinero… ¿Por qué la gente se va a Madrid, con el autobus, y se gasta 80 euros en un musical, y luego, en su pueblo, cuando va Emilio Gutiérrez Caba les pone la entrada a 6 euros y les parece una barbaridad? Porque no creen que eso sea una necesidad. Eso se ha perdido. Cuando yo era joven y me planteaba salir de mi pueblo, yo lo que quería era leer mucho. Leer esos libros prohibidos que se compraban en la calle de La Paz, en una librería que te metía el tío en la trastienda y podías comprar una antología poética de León Felipe, o cualquier cosa de Gregorio Marañón que estaba prohibida,… Unas ganas de aprender y ahora… ahora nada. Pues bueno, ya veréis. Es una situación muy complicada la de la cultura y nos damos cuenta de la importancia que tiene porque es lo primero que han quitado. Para ellos no tienen ninguna importancia. Pero bueno, ahí seguimos unos cuantos intentando salir adelante.

Foto: David Ruano

Foto: David Ruano


«Transición» se representará en el Teatre Talía, del 17 al 28 de abril.