Por el olvido es un libro. Y una exposición. Pero por encima de todo es un viaje. El que hacen sus dos responsables, Paula Bonet y Aitor Saraiba, sin importar el destino, y el que hacen los lectores y los que visitan la muestra. Hasta el 10 de noviembre se puede ver en Pepita Lumier. Es tan viaje que hasta la figura inspiradora, Roberto Bolaño, acaba convertido en un compañero más del camino para Bonet y Saraiba, desviando así la atención protagonista.

Bolañistas obsesivos, los dos artistas juntaron inspiraciones para devolverle al escritor chileno todo lo que les había regalado con sus textos. La exposición es como el esqueleto, el esquema, el andamio, de un proceso que se presume, desde fuera, intenso y exprimido emocionalmente. Amistad, muerte y amor podrían ser los paneles luminosos que les guiaron, en las carreteras, durante el trayecto.

Cada pared de la galería es como un fragmento del viaje, de los viajes. Grabados, pinturas, fotografías, dibujos, postales, collages, … Cada obra es una conversación cómplice entre dos amigos, un intercambio esperado. Una travesía por todo el mundo en el que se desprendieron de lo superficial, incluso de la supuesta motivación (Bolaño) y sus derivados (el amor por la literatura), para centrarse en la necesidad de seguir conversando y no olvidarse el uno del otro.

Bonet y Saraiba no son Belano y Lima. No buscan el rastro de ninguna Tinajero. Se buscan a ellos mismos. Como hace todo el mundo. En solitario o a cuatro manos. Con imágenes o palabras. Y todo eso está en la exposición. No hay que verla con prisas. Aunque se piense que el impacto visual de la obra de Paula Bonet sea suficiente. Leyendo los textos todo se amplifica y se llega a escuchar. Y un consejo, dejad para el final la pared de los retratos. Una exposición en sí misma. No querréis salir. Haced caso a ese personaje de Los detectives salvajes que decía que había que empaparse de realidad.