Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

Hay un lugar alejado del mundanal ruido en Valencia, justo al lado de algunas de las vías con más tráfico de la ciudad. El silencio sólo es interrumpido por los sonidos de unos instrumentos que se escapan por las ventanas que lo envuelven. Hay verde, hay tranquilidad, hay brisa y hay un bar.

Jose Guerrero llega más que puntual y lejor de remolonear va directo donde hemos quedado. Una muestra más del compromiso y determinación con todo lo que hace. Guerrero es músico y toca con Betunizer, Jupiter Lion, Cuello y Segunda Persona. Le apasiona la música y eso se nota en sus canciones. Reivindica su actividad como un oficio y por ello no escatima esfuerzos ni horas para conseguirlo.

Dos refrescos, unas papas, unos frutos secos y las paredes del Conservatorio Municipal José Iturbi nos rodean. Un entorno que casi obliga a que la primera pregunta no pueda ser otra.

¿Cómo aprendiste a tocar la guitarra?

Aprendí tarde. No soy el típico guitarrista que empieza a tocar en un conservatorio o recibiendo clases particulares. Lo mío fue de casualidad. Me gustaba mucho la música, había una guitarra en la casa en la que vivía y empecé a tontear con ella. Me lo tomaba como un juego. Soy autodidacta. Nunca he estado obsesionado con el instrumento en sí, de tocar mejor o peor, simplemente tocar bien lo que necesito para cada grupo. Hay gente que se compra guitarras, empieza a estudiar las pastillas, … yo no soy de esos. La técnica no me atrae, me atraen las canciones. Y toco la guitarra porque es el instrumento que estaba ahí en ese momento. Si hubiera tenido una batería, seguramente ahora sería batería, porque me gusta más que la guitarra.

A pesar de la gran cantidad de conciertos que llevas a tus espaldas, el otro día, antes de salir a tocar con Jupiter Lion en el Festival Pro de Les Arts, se te podía ver en un lado del escenario como calentando o concentrándote.

Como no tengo mucha técnica, me tengo que calentar las manos antes de salir porque si no se me suelen cansar un poco los tendones. Mi forma de tocar es muy agresiva a veces y se me tensan mucho los brazos. Prefiero destensarlos antes de empezar y estoy más relajado. Es un ejercicio de calentamiento que quizás debería hacerlo en el backstage sin que nadie me viera, pero me da igual (risas).

¿Cuándo nace tu interés por la música?

En mi casa siempre ha habido música. Toda mi familia es de Andalucía y fueran sevillanas en los eventos familiares o mis cinco hermanos mayores que escuchaban de todo, de Pink Floyd a El Último de la Fila, siempre estaba sonando algo. De pequeño me hacía muy feliz la música, me encantaba. Y sigue siendo mi pasión.

¿En qué momento pasas de ser alguien que escucha música a alguien que monta un grupo?

Como te decía antes, con quince o dieciséis años empecé a tocar una guitarra española que me encontré en la casa alquilada en la que vivíamos. Pero fue ya en la Universidad cuando empecé a tocar con algún grupo. Es que una cosa te lleva a la otra. Si te apasiona la música te gusta escucharla, te gusta tener un grupo, ensayar, hacer conciertos,… Me di cuenta que si te implicabas podías hacer cada vez más conciertos sin tener que depender de nadie.

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

Zener fue tu primera banda.

Allí aprendí mucho de la importancia de tener ganas de hacer las cosas. A veces dependes mucho de los demás,… si viene alguien a contratarte, si una discográfica te ficha, … pero descubrí que si tienes iniciativa y pasión, puedes hacer las cosas por ti solo. Cuesta mucho más, pero se puede hacer. Empezar de manera pequeña e ir subiendo poco a poco. Con Zener empecé a tomarme en serio tocar la guitarra, hacerlo con gente, componer, ponerle nombres a las canciones, hacer las portadas de los discos, …

De Zener llama la atención lo experimental de su propuesta para ser un primer grupo.

Sí. Es que en esa época yo estaba muy experimental. Digamos que vas pasando por etapas en tu vida y vas escuchando distintos tipos de música. Esos años estaba en la Universidad y lo típico que conoces mucha gente nueva. Yo venía de vivir en Motilla del Palancar, donde había muy pocos que escucharan música. Los había, de hecho ya escuchaba a Pixies o Sonic Youth, pero cuando empecé a estudiar había tanta gente con tantos discos…Todo el mundo con ganas de pasarse música. Y me puse con grupos más experimentales, postrock, Mogwai, Slint,… ese tipo de bandas más densas.

En Zener coincides con Nick Trampolino (con el que ahora tocas en Cuello), casi un alma gemela en eso de estar en varios grupos.

En eso somos muy parecidos. A los dos nos encanta la música y es nuestra vida, más o menos. Por la mañana queremos música, por la tarde queremos música y por la noche queremos música. Una forma de vida.

También formaste parte de la Orquesta del Caballo Ganador.

Cuando Zener ya estaba acabándose, traje a Za! a tocar a Valencia. Al terminar la Universidad me vine aquí a vivir y estuve organizando algunos conciertos. Marcos (Junquera) vino al concierto y fue cuando empecé a conocerlo. Entre ellos y Fernando, el hermano de Marcos, empezaron a organizar la Orquesta y fuimos entrando amigos en el grupo. Era genial tocar. Hubo una época en la que hicimos muchos conciertos, tocamos bastante por festivales, y ahí sigue. Si sale un concierto y estamos todos cerca, lo hacemos. Es muy interesante porque tienes que tocar con más gente y no hace falta ser un improvisador de jazz y tener mucha destreza con el instrumento, puedes hacer algo muy sencillo y jugar con eso. Es muy divertido. Se basa en una lista de símbolos establecidos por Butch Morris, un músico de jazz, en los años setenta, muy sencillos e intuitivos que no te dicen qué hacer, pero de alguna manera van conduciendo la improvisación o abriendo caminos en ella.

¿Y si te quedas en blanco?

No tocas. Tu aportación a esa improvisación es no tocar (risas).

Tu siguiente grupo fue Rastrejo.

Sí, entre Zener y Betunizer. Fue un poco porque quería jugar con los instrumentos. Rastrejo siempre ha sido para experimentar con cosas que no suelo utilizar, sintetizadores, teclados o aparatos raros. Formas de hacer las canciones menos canciones. Sigo con el proyecto y cada año intento hacer unos cuantos ensayos y publicar un disco, pero como digo para mí es un juego, me lo paso muy bien y salen cosillas que son curiosas.

Rastrejo dices que aún está en activo, ¿y Zener?

No. Sacamos el disco y acabó en el 2008 o por ahí. Las cosas fueron cambiando y cada miembro del grupo siguió su camino.

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

A finales de ese 2008 nace Betunizer, con Pablo Peiró al bajo y Marcos Junquera a la batería. ¿Qué importancia tiene la improvisación en el grupo?

Bastante más de lo que parece. Todas las canciones surgen de improvisaciones. No hay improvisación una vez está compuesta o se toca en directo, pero sí hay una forma de componer de los tres juntos en la que nadie le dice al otro lo que tiene que hacer. Hay mucha confianza. Entonces llega un punto, cuando ya hay buena conexión, en que tú haces “clinc”, el otro hace “clonc” y el tercero “clanc” y empieza a surgir algo. Muchas veces no sale nada, la mayoría de veces, pero otras escuchas algo especial y a partir de ahí empezamos a trabajar en una canción. Nosotros grabamos todos los ensayos, si no lo hiciéramos no habría manera de recuperar lo que vamos tocando. Improvisamos, pues, para componer, jugando mucho con la rítmica.

¿En ese ejercicio de improvisación se incluye la letra?

También. La letra la voy sacando una vez está construída la estructura o la base de la canción. Voy improvisando melodías en guachuguachu por encima, y cuando ya tengo una rítmica que me gusta, intento aplicar una letra a la voz. Pero no la improviso. Me siento con un papel y un boli y la escribo.

La rotundidad de la propuesta de Betunizer os aproxima a parámetros más cercanos al hardcore, pero los bucles en los que avanzan las canciones, tanto a nivel musical como de letras, os acerca en estructuras hacia la música de baile e, incluso, a la electrónica.

Puede resultar muy agresiva la propuesta porque es muy intensa para personas que no hayan escuchado ese tipo de música. Pero sí que es cierto lo que dices. Nosotros tenemos un toque groove o de baile bastante pronunciado, es muy rítmico lo que tocamos. Sí que hay partes más cercanas al hardcore, que suele ser en los finales de canciones, pero como jugamos tanto rítmicamente se acaba creando una especie de groove que te hace mover la cabeza y el esqueleto. Depende del disco y de la canción, nos gusta que sea más animado o no en ese sentido. Con la electrónica no le encuentro relación porque los elementos son bastante analógicos y primitivos, pero sí, el baile está ahí. Eso sí, ahora estamos grabando el cuarto disco y parece que tiene menos groove y más dureza (risas). Pero es casualidad porque surge todo de improvisaciones. Nos cuesta mucho definir lo que hace Betunizer, porque es tan visceral, sale de la nada, nadie da indicaciones, es algo muy personal de tres personas sin intentar buscar una canción tipo tal banda que es lo que, erróneamente, hacen muchos grupos.

En 2012, Marcos Junquera y tú (junto al bajista Xavi Muñoz, de Litius) fuisteis banda de acompañamiento de Daniel Johnston en una minigira que hizo por España. ¿Cómo recuerdas la experiencia?

Fue un poco de casualidad. Marcos trabaja a veces de runner, de conductor en giras de otras bandas, y el promotor que traía a Johnston le conocía, sabía que tocaba la batería y que lo había hecho para otra gente. Le ofrecieron tocar, buscaban un guitarra y él sabía que a mí me gustaba bastante y me lo dijo. Fue una experiencia intensa, con puntos negativos y positivos, porque por un lado veías que es una persona con problemas, pero por otro, que disfrutaba muchísimo cantando, era como una vía de escape en su vida. Era bonito ver cómo se emocionaba en el escenario con sus canciones. Y como músico aprendí mucho.

Tu siguiente banda es Jupiter Lion, donde sigues ocupándote de las voces, pero cambias de instrumento y empuñas el bajo.

El grupo ya estaba casi montado por los otros dos miembros (Gonzo in Vegas a la batería y Sais a los teclados y programaciones) y yo entré porque buscaban un bajista. Me gustaba mucho lo que ellos hacían, canciones bucles basadas en capas, en lo hipnótico y me apetecía participar en algo así. Y era una oportunidad para aprender a tocar el bajo. Al principio Sais hacía los temas, pero ahora ya los tres vamos componiendo en el local de ensayo. No tendría ningún sentido hacerlo fuera, cada uno por su lado.

Cuello, tu siguiente grupo, es una apuesta por las melodías, que no tiene mucho que ver con Betunizer, aunque en ambos casos cantes tú.

Exacto. Para mí no, aunque mucha gente lo relaciona porque canto yo en ambos grupos. Siempre me han gustado mucho las bandas con melodías, que te emocionan, con toque optimista, personalmente me atrae menos lo triste. Aunque haya tenido épocas más experimentales, siempre hay una mañana de sábado que me apetece un disco más alegre. Tenía muchas ganas de hacer canciones de ese tipo. Empecé a componer en casa. Quería que fuera algo contundente, nada de pop ñoño y me busqué músicos que sabía que les gustaba la melodía, pero venían del punk. Al final ha quedado una banda punk, pero mi intención era hacer una banda pop (risas).

En este caso el proceso compositivo no es como en Betunizer que improvisáis en el local de ensayo, sino que tú ya llevas la estructura de la canción, ¿no?

Sí. En Cuello compongo yo las estructuras y las melodías, la base de guitarra y voz y luego todos, en el local, van aportando con su instrumento.

La voz en Betunizer es como un instrumento más, pero en Cuello tiene mayor protagonismo y carga melódica. ¿Es intencionado?

Totalmente. En Betunizer la utilizamos como un instrumento, es más rítmica, con letras abstractas y directas; y en Cuello me apetecía que fuera más melódica, huir de lo típico. Con la guitarra puedes hacer un riff típico, pero busco que aparezca una melodía que esté más elaborada. Y le dedico bastantes horas a lo que son las melodías de las voces para no hacer algo que ya esté muy trillado. Con la guitarra puedes trazar unos ritmos, pero yo necesito que la melodía de la voz sea muy importante, muy particular. Soy bastante obsesivo con ello.

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

Después del verano sale el disco nuevo de Cuello, ¿algo que puedas adelantar?

Se publica en septiembre, es nuestro tercer disco y estamos muy contentos con él. Lo hemos grabado con Pablo, de Betunizer; se titula “Trae tu cara” y se edita entre BCore y el sello de Óscar (Mezquita, batería) FlexiDiscos, el de Uba (Fambuena, guitarra) Willy a Muerte Ediciones, y el mío que es Mascarpone. No hay ninguna novedad especial. Es Cuello. Bueno, una canción, al final, que es sólo con palmas, guitarra y voz, sin batería.

¿Eso es por tus orígenes andaluces?

Sí, un poco (risas). Me apetecía hacerla así. Intentamos meter batería, pero no funcionaba mucho y pensé en hacer algo así como más de calle. Y muy bien.

Resulta curioso que la posible evolución que puede ir experimentando un grupo a lo largo de su carrera, tú las estás viviendo como músico sumando bandas a tu trayectoria.

Puede ser. Hay grupos que no pueden evolucionar mucho más. No creo que Cuello, por ejemplo, debería meterse en la electrónica. Ni Jupiter Lion hacer canciones pop. Sí que quiero evolucionar con Cuello para que no se reduzca todo a hacer 4×4, un punk clásico, de hecho en cada disco hay canciones que se alejan un poco de ello. Hacer siempre lo mismo puede acabar aburriéndote, pero hay que mantener la esencia de las bandas.

¿Cómo puedes estar inmerso en tantos proyectos?

Después de haber trabajado en muchas cosas, me he dado cuenta de que en lo único que puedo implicarme de una manera potente es en la música. Cuando perdí el último curro, me fui al paro y me dije “Dedícate a esto si es lo que quieres”. Me metí en Jupiter Lion, monté Cuello,… Me di cuenta que lo que tenía que hacer era montar más bandas y no podían ser todas como Betunizer porque no tendría ningún sentido. Involucrarme al 100% y si no funcionaba no sería culpa mía. En este país no está bien visto ser músico. O eres ya famoso o no puedes tomarte la música como un oficio. Yo es lo que quiero. Tener un oficio y poder vivir de ello, poco a poco, dignamente. En mi último trabajo me di cuenta que tenía compañeros apasionados con lo que hacían. Yo no podía porque tenía la música más presente en mi cabeza que ese trabajo. Ahí me di cuenta que lo que tenía que hacer era intentar vivir de la música, volcarme en ello. Con el paro que tenía y ganando un poco con cada banda en ello estoy. Ninguno de los grupos me da de comer, pero de todos puedo sacar algo que vaya sumando. Para ello tengo que intentar tocar todos los fines de semana. Al principio hay que llevar una vida lo más humilde posible, sin gastar mucho, pero haciendo lo que te gusta y lo que sabes hacer bien.

En esa dificultad para que la música sea vista como un oficio, ¿qué culpa tiene el músico que se lo ha tomado como un hobby?

Más que culpa del músico, creo que es una cuestión cultural de este país. En cada casa norteamericana hay un Twin Reverb y una Stratocaster en el garaje. La música flota en el espacio, en el ambiente. En España, la música se relaciona con lo que se ve en la tele, la fama,… La cultura musical de este país está relacionada con la jota aragonesa, el flamenco,… y se utiliza para la cultura de fiestas o cosas más relacionadas con las tradiciones de los pueblos, pero si tú te quieres dedicar a la música te ven como un loco, como que lo que quieres es vivir la vida y pasártelo bien. Pero yo ya tengo 36 años y admiro a muchos músicos que han dedicado su vida a la música, de manera humilde y porque es su pasión, y me gustaría hacer lo mismo, pero eso no se lo puedes explicar a la gente porque no lo entienden. A mí hay gente de mi entorno que me dice “Te lo estarás pasando bien”. Yo les digo que sí, pero que me he hinchado a currar y enseguida te dicen “Bueno, bueno, currar, tampoco será para tanto”. Me levanto a las ocho de la mañana y entre ensayos, grabaciones y demás vuelvo a mi casa a las nueve de la noche. Sí, estoy haciendo algo que me gusta mucho, pero lo hago todos los días, diez horas. Y priorizas lo que te interesa. En Betunizer, al principio, los tres teníamos trabajo y compaginábamos las vacaciones. En lugar de irme a Menorca a la playa, me iba de gira. Si quieres hacerlo lo haces, pero cuesta. Y ese esfuerzo, si no llega el día en que ganes mucho dinero, no se suele valorar.

Tú eres el más claro ejemplo de que se puede salir a tocar fuera de Valencia y hacerlo con distintos grupos. ¿Por qué no todos los hacen? ¿Comodidad?

La gente espera que le vengan a ayudar y eso es un error. Puede pasar y ojalá fuera así siempre. Los grupos tienen que saber que es mucho más fácil de lo que parece. Al principio sales intentando no perder dinero y recuperando lo que gastes.  Se puede hacer. Si no tienes furgoneta y no puedes alquilarla, intenta ir a un sitio donde te pongan la batería y puedes ir en un coche. Hay soluciones. Sólo hay que dedicarle un poco de tiempo, ese es el problema. Basta sentarse con un papel y un boli y apuntar lo que se necesita para irse de gira. Yo lo hice con Zener y se puede hacer. No ganamos ni un duro, pero tampoco lo perdimos. Al final de tanto tocar no es que puedas pedir más pasta, pero sí va más gente a verte o te llaman de algún festival y cobras un poco más. Hay mucha gente organizando conciertos a 100 ó 200 € y si no haces el loco y no gastas en cosas no necesarias, no vas a perder dinero. Es algo lento, poco a poco, no te va a llamar el Primavera Sound a la semana de empezar a tocar, es cuestión de años, pero no hay que tirar la toalla. No voy a hablar de los músicos valencianos en particular, pero sí me ha preguntado gente que cómo hacemos para tocar tanto. ¿Cómo lo hacemos? Diciendo “Vamos a hacerlo”. Si es que ahora con internet es muy fácil. Intercambiar bolos con bandas de otras ciudades, buscar al promotor que haya traído un grupo extranjero que te guste y contactar con él,… así funciona. La gente es un poco cómoda. Es cierto que a mí estas cosas se me dan bien. Pero es que basta con que uno de la banda se encargue de ello. O pedir ayuda a los demás. Yo si alguien necesita contactos y los tengo se los doy. He oído que hay gente que cobra por los contactos. Se me pone la piel de gallina de escuchar esas cosas. No cuesta nada ayudar a los demás, no sólo por ser buenas personas, sino porque a todos nos han ayudado en algún momento dado y quieres que te ayuden si lo vuelves a necesitar.

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

Segunda Persona es, hasta el momento, tu último proyecto musical.

Otra movida más (risas). Está relacionado con canciones de Cuello que me parecían más tranquilas y no las llegaba a ver en su repertorio. Decidí hacer algo acústico que era otro reto bastante potente: tocar solo delante de la gente, sin pedales, sin cables, solo guitarra y voz, era algo que quería llevar a cabo. Que no fuera folk, ni nada pastelón, sino una cosa más enérgica pero con melodía. Me preocupaba bastante si podía salir bien, pero ya he hecho algunos conciertos y me está gustando la experiencia.

¿Existiría Segunda Persona sin todo el anterior recorrido?

No. Imposible.

Tanto en Segunda Persona como en Cuello o Betunizer cantas en castellano. ¿Por alguna razón especial?

Aparte de que es nuestro idioma, es bastante rico, muchas veces se deja de lado que es muy potente, se juega mucho con el sarcasmo, con los segundos significados, … es algo que me gusta mucho. También tenemos un humor muy particular los españoles. Y que yo no sé hacerlo en inglés. Muchas veces escuchas a españoles cantando en inglés y no funciona igual. Si no es muy bueno se nota mucho. Además, yo quiero que me entiendan lo que digo. Al principio me costó bastante, porque el castellano puede ser duro de escuchar a veces, pero cuando te acostumbras entra mejor. A mí me pasaba con mis propias letras. Imagino que el hecho de que me guste el flamenco, la música andaluza, también influyó, porque allí se canta con mucha pasión y energía por la letra.

¿De dónde salen esos títulos de canciones tan estupendos en todos tus grupos?

No sé como sale (risas). Es así. Me gusta mucho poner nombres a las canciones. Siempre lo hago después. Me encanta (risas). Juego un poco con la letra, le doy la vuelta y surgen. En Betunizer, alguna vez hemos utilizado una frase que ha salido y nos ha hecho gracia, chorradas de pasar tantas horas en la furgoneta. No hace falta que tenga que ver con la letra. Como pasó con “Imagina que matas a Jota”, que leí que la canción iba sobre un encuentro sadomaso con el cantante de Los Planetas (risas) y no tenía relación alguna con la letra. Me interesa mucho lo sugerente en la música, en las portadas, en las letras,… No quiero que un disco me lo diga todo.

Cerramos el círculo de tu pasión por la música con tu sello discográfico: Mascarpone Discos.

Lo normal si te gusta la música es que te gusten las bandas y te interesen los sellos. Y te hace ilusión tener un catálogo de discos de puta madre. Empecé porque quería poner dinero para el primer disco de Cuello y ya seguí. Saco discos que me gustan sin importar el estilo. Igual es un error porque los sellos se suelen especializar en un sonido, pero confío en que la gente cuando se hace mayor va escuchando más cosas. Ahora estoy sacando más casetes porque la inversión no es tan grande, no ganas dinero, pero vas formando ese catálogo que te decía de discos curiosos e interesantes. Directos, cosas más experimentales, el de Flipping Colors es pop muy melódico, … Es, también, un trabajo de largo recorrido. Me gustaría que en el futuro se fuera profesionalizando y poder trabajar como editorial, que ahora estoy empezando. Seguir buscando ramificaciones para poder vivir de la música, porque insisto que de una sola cosa no se puede hacer.

¿Cómo ves Valencia musicalmente?

Desde hace cinco o seis años, tanto La Residencia como el Magazine han hecho mucho por eso que se llama el underground. Han dado la oportunidad de tocar a mucha gente, que telonearan a bandas de fuera, que se movieran, que otros al ver a esos grupos nuevos montaran el suyo,… Se retroalimenta. Eso es buenísimo. Y sin ningún tipo de barreras, todos se conocen y se juntan, los que prefieren sonidos más punks con los que les gusta más el pop. ¿Qué pasa? Que si hay buen feeling, la gente se va montando cosas diferentes y eso es fantástico porque surgen un montón de bandas con mucha calidad, que se toman muy en serio lo que están haciendo, editan en vinilo,… Las salas grandes que tienen unos gastos, está claro que son empresas y tienen que ganar dinero, pero cobrando alquileres no dan la oportunidad a que nazcan nuevos grupos jóvenes. Entiendo que ellos tienen que ganar dinero, pero esa filosofía no ayuda mucho a la hora de crear una escena. Lo que sí sigue habiendo es un poco de separatismo. A la gente le cuesta un poco ir a los conciertos de los otros y es algo que no entiendo. Al que le gusta la música no le debería importar la sala en la que se organizan los conciertos. Cuando eso ocurre, sinceramente, y hablando un poco mal, demuestra que no hay mucho interés por descubrir cosas nuevas, y eso, irremediablemente, me hace dudar de la pasión por la música que tienen algunos. Porque si no, irían a ver esos grupos. Y encima estarían apoyando a que la cosa continue y continue.

¿Has tenido la tentación de formar algún otro grupo nuevo?

(risas). He tenido impulsos raros, escuchar un disco de un estilo que no tiene nada que ver con lo que hago con los demás y pensar que estaría muy bien monta una banda en esa dirección. Pero no puedo. Estoy hasta arriba. Creo que ya es suficiente. No puedo hacer más. Un grupo más y mi novia me mata (risas).