Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

La tercera novela («La conjetura de Perelman» y «Siberia» fueron las anteriores) de Juan Soto Ivars es un libro, pero bien podría ser el guión de una serie de televisión. Su tempo narrativo, la cantidad de historias que ocurren en cada capítulo, el elenco de personajes y la tensión con que finaliza cada episodio, así lo demuestra. «Ajedrez para un detective novato» (Algaida Editores) se lee como se bebe el refresco que calma la sed un día caluroso. Directo y refrescante, sin por ello descuidar el estilo o el sabor.

Ajedrez+para+un+detective+novatoCuesta definir un libro que se despliega argumentalmente en cada capítulo. Tal vez hablar de sátira detectivesca sea lo más correcto. O lo que más se acerca. La novela son las memorias de un tipo que comienza siendo un escritor que trabaja de negro para otro literato de más éxito y que acabará convirtiéndose en detective. En medio, entre otras locuras, unos mutantes ninja cuya organización responde a las siglas BANESTO; un ejercito de prostitutas que ríanse de las de «Sin City», o un lobby muy poderoso cuya único objetivo es dignificar el cagar (sí, han leído bien).

Le ha salido a Soto Ivars una historia delirante, desbocada, muy entretenida, con un humor gamberro que admite dobles lecturas, escrita con músculo y sin ninguna intención exhibicionista, un canto al hijoputismo saludable, en la que también hay lugar para asestarle unas cuantas collejas al mundo literario. Con ella ha ganado el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.