Lara Peiró ha publicado un libro, Del Silencio (Ediciones en Huida, 2017), de esos que duelen, pero al mismo tiempo alivian. Poesía cruda, pero con sentimiento. Versos que se saborean con el temor de que te muerdan. Poemas que no se gastan después de muchas lecturas.

Los días no vividos (Ediciones en Huida, 2016), tu primer libro, compartía título con una canción de Love of Lesbian. ¿Hay que buscar algún parentesco con el del segundo, Del Silencio?

Los días no vividos fue un conjunto de poemas que escribí durante la adolescencia y que no tenían ningún título ni pretensión de ser libro. Tienen una clara referencia a Love of Lesbian, cito una estrofa de esa canción en mi primer libro pero no fue del todo intencionado. Por aquel entonces vivía en Alemania atormentándome con todo lo que me estaba perdiendo en otro lugar, por unos días no vividos que quizás lo mejor de ellos era eso, que no los iba a vivir nunca, y siempre refugiada en esas canciones que me recordaban a España. Del Silencio no tiene nada que ver con la música. Surgió precisamente de no buscar refugio en letras adolescentes y ritmos pegadizos, de madurar y esconder la cara en libros intentando buscar consuelo en ellos y de aprender a seguir escribiendo.

¿Se debe entender Del Silencio como la poesía que sale de la reflexión del silencio? ¿Crees que este libro es menos impulsivo que el anterior, aunque más personal?

Del Silencio es un punto de inflexión en mi vida como escritora, o así lo veo yo. Es mucho más personal que el anterior pero a la vez más maduro. Y sí, tienes razón. «Del Silencio» es la poesía que nace de la reflexión del silencio por eso no es tan impulsivo como el primero. He pensado, he meditado, he hecho mil cambios en el verso hasta tener el poema que yo quería. He intentado buscar una esencia que me caracterice como escritora y creo que lo he conseguido. Cada poema, desde el más breve hasta la última parte del libro que conforma un único poema de versos encadenados, ha pasado por un especie de etapa en la que reflexionaba si lo que buscaba expresar con las palabras era lo que había logrado. Por eso muchos han estado durante semanas y meses en cajones. He dejado de escribir como una adolescente, y he escrito desde el silencio de una habitación propia.

Huyes de las metáforas huecas con un lenguaje muy directo en el que consigues fijar con naturalidad versos redondos («Ansío la rutina porque huele a ti», «La suerte fue quererme más que a ti»,…), referencias sacadas del día a día («He dibujado un camino con pinturas de colores de los chinos») o tacos, que cuando se leen actúan como si se activara un resorte en el poema, como si lo elevara durante unos segundos. ¿Es casual o buscas ese efecto?

Para nada es casual. Todo lo contrario, es totalmente intencional. Conforme voy leyendo críticas que me hacen, tanto las positivas como las negativas, me doy cuenta de que empleo muchas metáforas que rompo con un lenguaje vulgar. Las metáforas no las busco, nacen solas. El lenguaje vulgar o cotidiano lo busco intencionalmente. Elevan al poema de una forma que no puedo ni explicar. Intento no abusar de este mecanismo. Aunque es verdad que al poema recitado, le da una sonoridad que difícilmente podría alcanzarse de otra manera.

Que todo ello no desentone hace pensar que reescribes mucho.

En Del Silencio he reescrito muchos versos. El proceso de composición de un poema puede ser muy largo. Sin embargo, escribo por impulsos, en eso no soy nada metódica. No me siento y practico escritura. Espero a que venga la inspiración, siempre atenta para anotar cualquier verso o palabra que se que va a dar pie a un buen poema. De hecho, como anécdota, los últimos versos de muchos de mis poemas fueron en realidad el primer verso que me inspiró a escribirlos. ¿Por qué? No lo sé. En la narrativa no soy así, me siento, planeo la trama, y me obligo a escribir. La poesía prefiero que fluya tal y como vino a mi mente.

¿Es Del Silencio un poemario necesario para que pudiera continuar tu vida literaria, como si te hubieras vaciado intencionadamente para poder seguir escribiendo?

Del Silencio era lo que nunca me he atrevido a decir. Ha sido como salir desnuda a la calle y decir «eh, miradme todos». De hecho, cuando lo envié al editor, me arrepentí. Me daba vergüenza que se pudieran leer esos versos y que alguien, pudiera conocer lo que siento y digo en forma de poema. Me he vaciado. He trabajo durante mucho tiempo en unos poemas de los que sentirme orgullosa. Unos poemas con los que dar un golpe en la mesa y reivindicar un sitio en el mundo de la poesía de hoy. Era muy necesario para poder continuar escribiendo. Cuando acabe de escribir Del Silencio me sentí tan vacía… Fue como quitarme un peso de la espalda. Estuve unos meses largos sin escribir nada, sin ir a recitales… Como ya he dicho en varias redes sociales, después Del Silencio justamente habrá silencio. No voy a volver a publicar poesía en mucho tiempo porque quiero terminar una novela que empecé a escribir hace un año.

El amor, el desamor, el amor enfermizo, el amor eterno. Todos tiene presencia y con la misma fuerza en el libro. ¿Prefieres el dolor para escribir?

Bueno, escribir del dolor es muy fácil. Lo prefiero si es sincero porque en ese estado anímico la imaginación vuela llegando a escribir verdaderas maravillas, como sobrevivir. Sin embargo, Del Silencio también ha sido escribir sobre el amor y felicidad. La parte de «Habitación» no es más que eso, poemas dedicados a una persona que me ha enseñado a quererme por cómo soy, a no tener miedo de nada y a disfrutar de la vida sin importarme que sea justa o injusta. Querer con libertad. Por eso, esa parte ha tenido cabida en Del Silencio. He escrito de lo que no me atrevo a decir en voz alta, de lo que callo, tanto bueno como malo, dolor o felicidad.

El libro es muy visceral en algunos momentos, ¿tuviste miedo de que te dejara secuelas o esos riesgos siempre deben acompañar a la escritura?

Eso siempre suele pasar. Ahora mismo pienso que no voy a volver a escribir nada como Del Silencio en mi vida. También pienso en la reacción de la gente más cercana, la que me conoce. Ya he podido comprobar la reacción de muchos, incluso de gente que no sabe nada de mi vida personal. Un sonrisa que se apaga cuando entono la última palabra del poema. Lo más duro de todo, lo que más «secuelas» me ha podido dejar, es que todo lo que he escrito es real. Al menos, la poesía ha sido una buena cura.

Hay poemas de estructura más clásica, otros en prosa, otros en los que juegas con la justificación del texto, otros que son apenas una pregunta, otros que son una frase,… ¿Qué te lleva a jugar en ese sentido con tu poesía?

Me gusta mucho jugar con el lenguaje. Recuerdo una época que no paraba de leer autores del Dadá. Como consecuencia mis poemas eran inteligibles. Hacia lo que me daba la gana porque era mi lenguaje y así yo hacía poesía. Ahora, después de leer mucho, sé jugar con el lenguaje de una manera en la que me siento cómoda y en la que busco una esencia que lleve mi nombre. La poesía es muchas veces un juego en el que hay que buscar sorprender tanto poéticamente como lingüísticamente. No quería que me compararan siempre con otros poetas. Yo quería que alguien cogiera un poema mío y dijera «esto es muy de Lara Peiró». Creo haberlo conseguido y ha sido un reto de muchos años poder escribir como si fuera un juego de niños.

El libro se divide en tres partes: casa, habitación, silencio. ¿Son los tres pasos que marcan el camino a la madurez (no solo literariamente hablando)?

No sabría bien qué decirte. En principio el libro se iba a llamar La Casa del Silencio. Hablando con el editor, ambos llegamos a la conclusión de que un título más corto daría más fuerza al libro. Del Silencio se divide en tres partes porque cada uno de ellas tiene un elemento como hilo conductor. La primera parte, Casa, gira entorno al hogar. Habitación, la segunda parte, es un lugar en el que ser uno mismo, donde poder ser feliz o sufrir pero en soledad. Silencio, la última parte, es una sucesión de poemas que giran entorno a la palabra silencio. ¿Son pasos de la madurez? Es probable, tanto en la vida diaria como en la literaria. Encontrar un lugar, en el que poder estar en silencio, meditar y disfrutar de uno mismo; eso puede que sea madurar.

¿Cómo fue el proceso de elaboración del libro, creativamente hablando? ¿Fuiste pasando de una parte a otra? ¿Escribías pensando en la parte a la que irían destinados esos versos?

No. Como he dicho antes, no soy metódica. Fue por etapas. Hubo unos meses que no paraba de escribir versos con la palabra casa. Luego llegó el silencio. Era algo casi obsesivo. Siempre usaba esa palabra. Tenía dos libretas en las que iba escribiendo unos poemas u otros según si usaba «casa» o «silencio». La parte de habitación fue también espontánea. Estaba feliz, quería escribir de amor y lo hice. No sé si bien o mal pero encontrar unos poemas en los que ser yo, como un cuarto propio en el que poder hablar sin tener miedo.

¿Te gusta recitar tus poemas en público o preferirías que lo hicieran otros por ti? ¿Te gusta escuchar tus poemas cómo suenan? ¿Cree que es importante esa sonoridad?

Es poesía. Nace para ser leída. La sonoridad es algo esencial, o debería de serlo si queremos hablar de poesía. A mí, personalmente, no me gusta recitar en público porque no quiero ser El Centro de atención. Empiezan a temblarme las manos y en lo único que pienso es en no tropezar con el micro. Pero poco a poco voy cogiendo tablas. Ahora lo disfruto mucho más. Sólo he oido una vez un poema mío recitado por otra persona y la verdad se me hizo extraño porque era raro oír mis palabras en otra voz, con otro tono… Cambiaba mucho el poema.

En el libro hay un poema, que bien podría servir para definir tu poesía. Se trata de Risa, que empieza con ciertos aires de Miguel Hernández o Gloria Fuertes y acaba con una crudeza total. ¿Resumen esos versos la poesía que te interesa? ¿A quién te gusta leer?

Me sorprende que me compares con Miguel Hernández y mi querida Gloria Fuertes… La verdad es que Hernández es uno de mis poetas de cabecera. Tengo siempre una edición de su antología cerca. Lo he leído tantas veces que podría recitarte poemas de memoria. Me gusta mucho leer poesía alemana contemporánea. Aunque si lo que me preguntas es por mis influencias, claramente Alejandra Pizarnik. Ahora mismo estoy leyendo mucha poesía contemporánea de poetas de mi edad que están publicando cosas muy interesantes, sobre todos aquellos que no han sido editados y que escriben en sus blogs o en fanzines literarios. Conocí a los clásicos de muy pequeña y eso me ha permitido tener un abanico de influencias poéticas muy amplio.