Foto: Eva M. Rosúa

Foto: Eva M. Rosúa

Cuando paseo a la perra se me ocurren las ideas más brillantes. Bueno, lo dejaré en que se me ocurren ideas. La última ha sido que los libros son como los sandwiches. Es importante la mezcla, pero no hay que descuidar el pan elegido. Pensaba en ello, como digo, mientras caminaba sin rumbo fijo y recién acabado de leer El hombre inédito de Carlos G.Meixide. Lo edita Pulp Books, un sello que se encarga de acercarnos obras recientes de la literatura en gallego traducidas al castellano, el catalán y el euskera.

Pulp Books son de los que cuidan el pan de molde. Portadas muy muy bonitas (en este caso, muy significativa, también, la contra), diseño cuidado, formato manejable y letra cómoda de leer. Además, también son de los que se preocupan porque el contenido no sea una sobredosis de pastrami o un insulso pollo al curry. Desconozco si tienen mucho dónde elegir, en el limitado campo de acción en el que se mueven, pero con Meixide han acertado.

El hombre inédito cuenta las aventuras y desventuras de un coruñés en el Nueva York post 11-S, con algunos flashbacks hacia su Galicia nunca olvidada. Hay sexo, literatura, viajes, fútbol y una relación marcada por la indecisión y la cobardía. Recuerdo que la primera vez que oí hablar de esa tensión sexual no resuelta fue en la serie Luz de luna. Desde entonces, me he hecho fan acérrimo de ese recurso narrativo.

No es la única razón por la que me ganó la novela. Meixide parece haber mamado la buena televisión americana, la de Cheers, Frasier, Seinfeld, la que contaba problemas comunes a todo tipo de personas, de una manera sencilla, reconocible, envidiada y entretenida. La que nos enseñaba que ningún drama, por muy grande que parezca, impedirá que salga el sol al día siguiente y lo podamos recibir con una sonrisa, o mejor aún, con una carcajada. En la novela hay miseria, pero no se recrea en ella. Hay sexo, pero no babea ante él. Tiene, todo, un sutil tono que acaba jugando a favor de la historia.

Son los personajes otro de los grandes activos del libro. No es Meixide amigo de dejarse llevar por descripciones metáforicas, sino que permite que sean ellos, con su conducta y sus palabras, quienes se vayan dando a conocer. El escritor tiene facilidad a la hora de elaborar diálogos certeros, irónicos, ágiles. Lo sabe y hace gala de ello. Parece que es con lo que más disfruta. Especialmente divertido es ese editor que ve un libro futuro en cada persona que conoce. Pero el autor, no sólo, sale airoso cuando el humor vertebra la acción. También (y aquí, imagino que su trabajo como guionista algo tendrá que ver) sabe dosificar los momentos en que los sentimientos (encontrados o no) copan las líneas del texto. Bravu!