Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez. Foto: Sergio Fernández.

Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez. Foto: Sergio Fernández.

Los tópicos están para derribarlos. Incluso aunque vengan avalados por estadísticas o, tal vez, precisamente por ello. «En España no se lee» es una cantinela que junto a la de que se publican demasiados libros suelen ser banda sonora de una visión parcial y catastrofista del mundo cultural. Afortunadamente hay personas que no se arredran y miran hacia adelante en lugar de hacer de la duda su modus vivendi. Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez son un buen ejemplo. Dos periodistas que fueron despedidos, junto a dieciocho compañeros, de su puesto de trabajo y decidieron «hacer realidad un proyecto que desde hacía un tiempo llevábamos dando vueltas: La posibilidad de poner en marcha alguna iniciativa de tipo cultural. A pesar de que sabíamos que quizás no era el mejor momento, también pensamos que quizás no volveríamos a tener la oportunidad de hacerlo. Y así nació Dos Bigotes, un producto de la ilusión y la necesidad de agudizar el ingenio cuando las cosas vienen mal dadas», cuenta el primero de ellos.

Una editorial especializada en autores y temas LGTBI (Lesbianas, Gais, personas Transgénero, Bisexuales e Intersexuales), pero sin ser excluyente. «En la decisión de ser un sello especializado lo único que pesó fue la intención de hacer llegar una serie de propuestas literarias que nos parecían interesantes a aquellas personas a las que les gusta la buena literatura. Estamos convencidos de que los buenos libros interesan (o deben de interesar) más allá de cuestiones de orientación o identidad sexual. Ese es uno de los puntos de partida de nuestra filosofía editorial», explica Alberto. En definitiva, lo que debería ser el motor de cualquier sello, ir creando un catálogo en el que la calidad sea el único criterio. «Si hablamos de números, la verdad es que la sola idea de crear una editorial está bastante alejada del concepto de «viabilidad económica», apunta Gonzalo Izquierdo, que añade: «Sacar adelante el proyecto está siendo más sencillo de lo que pensábamos en un principio en la medida en que la respuesta de los lectores en este año que llevamos dando guerra ha sido excelente. También hemos contado con el apoyo de profesionales del sector a los que hemos pedido consejo cuando ha sido necesario. En ese sentido, nuestra valoración es muy positiva. A nadie se le escapa que la situación del sector no es buena, que la venta de libros ha caído de manera notable y que la crisis nos ha obligado a todos a recortar gastos. Dicho esto, sabíamos que no iba a ser fácil y haremos todo lo posible para capear el temporal. Vamos, que hay Dos Bigotes para rato».

Por ahora nueve títulos les contemplan. Referencias que van más allá de los textos por el mimado diseño de los mismos. «Nosotros somos unos amantes de los libros en papel», afirma Alberto Rodríguez, «por lo que cuidamos al máximo todos los aspectos no literarios de los títulos que publicamos. Para el diseño de la colección y de las portadas de Dos Bigotes contamos con Raúl Lázaro, cuyas propuestas siempre nos sorprenden y creemos que son uno de los puntos fuertes de la editorial». Más de la mitad de ese incipiente catálogo está dedicado al relato corto, bien en sugestivas recopilaciones o en volúmenes individuales (como los de los autores eslovenos Suzana Tratnik y Brane Mozetic), un género que no suele tener en este país el reconocimiento que merece. «Los cuentos exigen al autor «condensar» su talento narrativo en unas pocas páginas y, si se hace bien, pueden deparar al lector grandes sorpresas. En España, la novela es la reina del mercado editorial pero hay tantos autores que han escrito grandes obras maestras en este formato que nunca está de más reivindicarlo», apostilla Alberto.

Una de esas recopilaciones de cuentos es «Lo que no se dice», un proyecto que nace en el seno de la editorial. «Se nos ocurrió contactar con un grupo de autores a los que admirábamos (como Luisgé Martín, Eduardo Mendicutti, Luis Cremades, Óscar Hernández o Lluís Maria Todó) y les lanzamos el reto de escribir un relato inspirado en algún ámbito de la cultura española tradicionalmente masculino con el objetivo de desmontar una serie de tópicos. El resultado son once cuentos muy diferentes que hablan del despertar sexual, de la homofobia, del deseo, del amor en escenarios tan diversos como el fútbol, los toros, la Iglesia o el Ejército», comenta Izquierdo.

Óscar Hernández nació en San Sebastián, pero se vino a vivir a Valencia por amor. Ambas ciudades están muy presentes en su imaginario como lo demuestra su novela «Esclavos del destino». Él es uno de los escritores que aparecen en «Lo que no se dice». Un libro que «debería ser el punto y final a la España de los armarios, el broche de oro a las historias iniciáticas. Seguro que leeremos más novelas y relatos que incidan sobre los mismos puntos de partida, y serán obras maravillosas. Sin embargo, me gustaría que lográsemos, como conjunto de personas, como colectivo humano, dar un paso y dejar atrás para siempre la homofobia y las salidas del armario. «Lo que no se dice» ha de madurar y envejcer como un libro que es y -en un futuro- fue una obra que recogió la lucha de hombres y mujeres en una sociedad que iba a cambiar y a ser realmente abierta y respetuosa. Quizá dentro de un siglo, sea un clásico de la literatura que luchaba por los derechos LGTB».

La tentación llama a la pregunta y lo mejor es abrirle la puerta a la misma. ¿Cómo ves la existencia de etiquetas como literaturas de mujeres o literatura de temática LGTBI? «Tiene sus pros y sus contras», responde Óscar, «Puede ser una manera de que el lector encuentre lo que busca. Sin embargo, que nadie se equivoque, no hablamos de literatura erótica, sino de literatura cuyos autor@s y/o personajes son LGTB. Es literatura con mayúsuculas, que seduce, que atrapa, que conmueve, porque independientemente de la orientación sexual o de género de los protagonistas de los relatos y novelas, se narran sucesos universales como el amor, la felicidad, la búsqueda, la muerte, el miedo o la esperanza. Los contras están en el lado de los libreros, algunos de los cuales, a veces, sin conocer el contenido de los textos, han ubicado títulos de editoriales LGTB en la sección de literatura erótica. Eso no les pasa a los grandes sellos editoriales. Dos Bigotes, estoy seguro, logrará que ese binomio de literatura LGTB y erotismo pase a la historia. Lo cual no significa que no pueda haber literatura erótica LGTB de alta calidad. Pero no toda la literatura LGTB es erótica ni viceversa».

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

«Mañana hablarán de nosotros» es otro de esos volúmenes compilador. En esta ocasión, se trata de una antología del cuento cubano. Una iniciativa que nace de la cabeza del escritor Michel García Cruz. «La idea se me ocurrió después de ver a través de las redes sociales el nacimiento y posterior camino de Dos Bigotes, con sus primeros libros, que precisamente fueron sendas antologías del cuento primero en Rusia y luego en el continente africano, de indudable valor por lo inasequible de esas literaturas en España. Fueron libros que leí de inmediato y de los cuales me quedó su altura literaria y la delicadeza extrema de su diseño, por lo que tras leer el segundo me dije que Dos Bigotes estaba intentando trazar un mapa de la literatura LGTBI en el mundo y que lo siguiente que tendrían que hacer es una antología del cuento en Cuba, ya que ellos mismos me fueron dando pistas con los libros que iban publicando desde su fundación. Les planteé la idea, que les encantó desde un principio, y nos pusimos manos a la obra a la búsqueda de los autores que podrían participar, a los cuales conocí mientras viví en Cuba».

El resultado es un libro tan variado como coherente, que junta escritores de distintas generaciones, estilos, temáticas e incluso residencia geográfica. El estupendo prólogo de Norge Espinosa sitúa al lector en el contexto necesario para zambullirse en la magnífica recopilación posterior. Una amplia muestra que debería acabar de certificar la normalidad de la literatura de temática homoerótica en Cuba. «Como dice Norge en el prólogo y luego puede leerse en los cuentos, creo que a día de hoy se ha logrado (no sin más de una fiebre alta por parte de mucha gente, y habiendo tenido que pasar por años y décadas largas de ostracismo y marginación, que quede claro), esa normalización, porque ya el tema LGTBI no debe esconderse ni transmutarse en otro cuando los autores y los artistas en general quieren acercarse a él. Creo que ya nadie se asombra dentro de Cuba al leer algún poema, un cuento o novela, o ver alguna obra de teatro o película o cuadro que aborde el tema, porque esas formas de hacer sencillamente, y creo que a base de insistir y en mostrar una normalidad que le es consustancial, desde mi punto de vista, han llegado a imponerse periódicamente al público en general, que se ha terminado acostumbrando y perdiendo el miedo ante tales manifestaciones. Lo que no quita que social y políticamente aún haya mucho por hacer dentro de Cuba, dado que persisten con bastante fiereza el machismo y la doble moral y en muchos casos el miedo y la fobia al diferente, cualquiera que su conducta sea», aclara Michel.

La Isla está está últimamente en el foco informativo por el deshielo de sus relaciones con Estados Unidos. ¿En qué medida puede afectar a estos autores la finalización del bloqueo estadounidense? ¿Acabarán perdiendo modos narrativos propios o confías en que se produzca un mayor enriquecimiento? García Cruz contesta: «Creo que si se llegara a producir el levantamiento del bloqueo norteamericano y Cuba entrara definitivamente en una nueva época, las maneras de hacer y de abordar el arte en general tendrán que readecuarse con sencillez a los nuevos tiempos, que, quien sabe, exigirán nuevas formas de narrar el hecho literario y de abordar desde perspectivas quizás hasta ahora inexploradas el arte en Cuba. Es cierto que las artes de la Isla han aprendido en todos estos años a moverse dentro de un sistema de acercamiento/alejamiento de la aceptación social, según el tema de que se trate, y que esa misma forma de hacer ha devenido en casi normal, al tiempo que se ha desarrollado tanto el nivel metafórico o de insinuación que casi se ha convertido en habitual. En la nueva época habrá que adaptarse y reconducirse, porque, también lo creo sinceramente, ya nada será igual a como se ha vivido en la Isla desde el ya lejano año de 1959».