Vicent Baydal, Frederic Aparisi y Ferran Esquilache.

Vicent Baydal, Frederic Aparisi y Ferran Esquilache.

Frederic Aparisi, Vicent Baydal y Ferran Esquilache son los miembros del Grup Harca que, desde el año 2008, investiga y divulga la historia medieval valenciana. Una selección de los artículos recogidos en su blog han sido publicados en un imprescindible libro, «Fer Harca. Històries medievals valencianes» (Llibres de la Drassana). Con un tono didáctico, pero sin caer en la rigidez de los libros universitarios, y con un afán aventurero contagioso, pero esquivando las licencias gratuitas de las novelas históricas, se palpa en cada página el ambiente de una época tan presente en nuestro imaginario como desconocida. Así van desfilando monarcas crueles, piratas ambiciosos, héroes locales que puede que no lo fueran tanto, prostitutas, el día después de la expulsión de los moriscos, pueblos abandonados, la importancia del arroz y el vino, y muchos más personajes y temas que acaban componiendo un relato tan rico como sugerente y necesario.

¿Cómo y cuándo surge vuestro interés por la Edad Media?

Vicent.- El primer interés que surge en mi es por la Historia en general, sin el cual creo que no se puede explicar el interés por una época particular. Y ése nació cuando era adolescente, por los profesores de Historia que tuve, que indicaban claramente que había unas causas y unas consecuencias en la evolución no sólo de las trayectorias personales sino también de las colectivas en su conjunto. La Revolución Francesa no surgía de la nada, la Revolución Rusa tampoco, lo mismo con la Guerra Civil española o las identidades colectivas. A partir de aquí, tras una rebelión intrafamiliar contra la imposición de estudiar Derecho, decidí dedicarme al estudio de la Historia y en el primer curso de la Facultad de la Universidad de Valencia tuve la suerte de encontrarme a Antoni Furió, cuyo excelente magisterio a la hora de explicar los principales hechos de la Edad Media desde la caída del Imperio Romano hasta la conquista otomana de Constantinopla, ayudado por un magnífico manual de Miguel Ángel Ladero Quesada, me hicieron decantarme por la especialización en la época medieval. Por una parte, fue la capacidad de la Historia para explicar y comprender los fenómenos sociales, mientras que, por otra parte, fueron un profesor y un libro los que acabaron marcando definitivamente mi interés por la Edad Media.

Ferran.- Es prácticamente imposible decir cuándo, porque es un proceso paulatino, pero supongo que puedo hablar de cuándo me di cuenta de ello. La mayoría de las personas que empiezan la carrera de Historia es porque les interesa la Historia en general, como era mi caso, pero normalmente no se suele tener un interés especial en ningún período histórico concreto. De hecho, muchos acaban la carrera y siguen sin tenerlo, porque no se lo plantean o no tienen esa necesidad para ser profesor de Historia en secundaria. Pero para ser historiador y dedicarse a la investigación es necesario especializarse en un período, y en mi caso fue cuando llegó el momento de elegir las asignaturas de especialización en los últimos cursos cuando analicé qué era lo que me gustaba y obré en consecuencia, hasta hoy.

Frederic.- Mi pasión por la Historia nace de la literatura y, sobretodo, del cine. A mi padre le encanta el péplum y cualquier película histórica, y yo me empapé de todo eso desde muy pequeño. Después, buscaba más información sobre los personajes en mi Diccionario Ilustrado Larousse. Recuerdo que cuando iba a buscar el significado de una palabra siempre estaba media, incluso, una hora, porqué me entretenía leyendo sobre los personajes históricos. En el colegio me leí por mi cuenta todos los temas de ciencias sociales, menos los de contemporánea. Aunque me interesaba toda la Historia, pronto le cogí el gusto a la Edad Media. Los documentales sobre la historia de Valencia que se emitían en Canal 9 cada año en el 9 de octubre algo tuvieron que ver. En ellos pude ver a los que luego serian mis profesores, Enric Guinot, Antoni Furió y Ferran Garcia-Oliver. El Tirant, el Quijote, el Conde Lucanor, y el ciclo artúrico me llenaban la cabeza de heroicas aventuras. Pero ver una historia por televisión o leer literatura histórica es una cosa y dedicarse profesionalmente a la Historia es otra, más aún cuando tus profesores del instituto han sido bastante mediocres. Supongo que había que elegir una carrera y elegí Historia por descarte de las otras. Eso sí, una vez dentro, ya en el primer año supe que me habría de especializar en el período medieval. ¿Por qué o cómo lo supe? No lo sé. Hay cosas que simplemente te las dicta la intuición.

Leyendo en el primer capítulo las correrías de Pedro, el Cruel, y más concretamente la destrucción de Ifach para provocar la reacción de sus rivales, es difícil no pensar en Boko Haram o el Estado Islámico. ¿Por qué ahora nos escandalizan tanto esas actuaciones y creemos que son ajenas a nosotros cuando la Historia nos demuestra lo contrario?

Ferran.- Esta pregunta es complicada de responder, porque hay ciertos comportamientos psicológicos, como la violencia, que son innatos del ser humano y por lo tanto constantes a lo largo de la historia, pero hay otros que son sociales y culturales, como la respuesta ante esa violencia, que cambian según el tipo de sociedad y el momento histórico en el que se producen. La mayor parte de la gente tiene la concepción de que la Edad Media fue un período muy violento, y continuamente se tilda de medieval todo aquello que en la actualidad nos parece violento e incluso irracional. Por ejemplo la imposición vejatoria sobre las mujeres o las acciones de destrucción del patrimonio histórico y artístico de grupos como los talibanes, etc., que en Occidente nos cuestan de entender hoy en día, cuando no hace tanto tiempo también se producían aquí. En realidad esta visión de la Edad Media es solo un prejuicio ideológico que arrastramos desde tiempos de la Ilustración, porque realmente la Edad Media fue un período muy violento, no cabe duda, pero no más que el resto de la historia de la humanidad, incluida la época contemporánea. Para darse cuenta de ello solo hay que pensar en las carnicerías de las dos guerras mundiales, y muy especialmente en las monstruosidades que supusieron los campos de exterminio o la bomba de Hiroshima, por decir solo dos ejemplos muy conocidos entre los muchos que se produjeron y se producen aún hoy. En cualquier caso, también es cierto que desde la Ilustración, que es cuando nace el concepto de derechos humanos, la sociedad occidental ha tendido a ser cada vez menos violenta, pero en el conjunto de la Humanidad es un proceso muy lento de cambio de mentalidad social que, sin duda, aún no ha concluido, y la Historia nos demuestra que aún nos queda mucho camino por recorrer.

En uno de los textos se hace un paralelismo (basado en el simbolismo histórico de sus figuras) de Francesc de Vinatea con Guillermo Tell o William Wallace. ¿Por qué mientras estas dos últimas figuras son conocidas por casi todos los valencianos (evidentemente, las películas han hecho mucho por ello) no ocurre lo mismo con Vinatea? ¿Desinterés, desconocimiento? ¿Por qué se descarta un tipo de turismo cultural basado en estas figuras que podría traducirse en un rédito económico para la ciudad? ¿Acaso no sería rentable?

Vicent.- En este caso se combinan diversos factores. En primer lugar, el propio desinterés de la historiografía valenciana, heredero en parte de la ruptura que se produjo con el mundo intelectual y cultural previo a la Guerra Civil, a causa del exilio masivo y la fractura brutal que produjo el franquismo. En este sentido, Francesc de Vinatea fue una figura que estuvo muy presente en el imaginario cultural valenciano y valencianista del primer tercio del siglo XX y en la década de 1930 llegó a conmemorarse el sexto centenario de su gesta con un acto en el Ayuntamiento de Valencia presidido por el alcalde. Sin embargo, en primer lugar las universidades del franquismo fueron copadas por catedráticos dedicados a ensalzar el “espíritu nacional” y a evitar todo interés por hechos históricos que pudieran fortalecer las diversas identidades territoriales de los diversos pueblos de España. Más adelante, los intereses históricos de izquierdas que se configuraron en los años 60 y 70 y que acabarían sustituyendo a aquella estructura franquista renunciaron a los hechos políticos, el ensalzamiento de las grandes figuras, los reyes, etc. Abogaron, por un lado, por estudios técnicos de carácter socioeconómico, y, por otro lado, por cierta iconoclastia. Es por ello que Vinatea, como tantas otras “glorias valencianas”, de las cuales quizás sólo se salvó Jaume I, cayeron en el olvido y se dejaron de estudiar. También como consecuencia de todo ello durante mucho tiempo ha existido una gran distancia entre la Historia que practicamos los investigadores y las demandas de la sociedad, una distancia que parece que va acortándose poco a poco. En este sentido, se necesitaría también de la implicación de las instituciones, de la apuesta de los empresarios e inversores y del interés de los propios historiadores para poder avanzar en este tipo de difusión o de turismo cultural que comentas, ya sea a través de rutas guiadas, libros de divulgación, revistas periódicas de historia valenciana, documentales, series, etc. Hay muchísimo material para ello…

El hecho de que ese artículo sobre el papel de Vinatea en la revuelta contra Alfonso, el Benigno, fuera publicado en una revista portuguesa, ¿refuerza esa idea anterior del desinterés hacia nuestra Historia o es moneda común que en las revistas especializadas exista espacio para ello a pesar de su distancia geográfica?

Vicent.- No, esto no depende tanto del desinterés propio como de las absurdas obligaciones que nos imponen a los investigadores que queremos mantener una carrera académica vinculada a la Universidad. Te explico. Una de las principales cosas que se valoran en las convocatorias de becas y contratos es la “internacionalización” de la investigación y por ello nos vemos abocados a publicar en revistas inglesas, americanas, francesas, italianas o portuguesas, aunque el contenido de dichos artículos no interese más que a los de aquí. Dicha internacionalización puede ser muy útil para las ciencias experimentales, en que los planteamientos y la forma de hacer avanzar la disciplina son totalmente diferentes a las ciencias humanas, pero en nuestro caso es más una forma de esnobismo que hace desviar y perder energías a muchísimos investigadores. Podemos internacionalizar nuestra investigación a través de la asistencia a congresos y simposios internacionales o a través de las estancias en centros extranjeros y la participación en volúmenes colectivos de alcance europeo, pero esa “necesidad” de publicar en revistas de fuera es totalmente impuesta y considero que contraproducente. Pero es lo que hay: un sistema pensado para otro tipo de ciencias que se aplica a la Historia y que todos tenemos que tragar si queremos tratar de continuar en el sistema académico…

En ese mismo texto se alerta de la precaución con que hay que leer las crónicas. Que esa conclusión tenga tantos puntos en común con los textos que se publican en algunos medios de comunicación o en los discursos y declaraciones de algunos políticos, ¿es significativo de algo?

Vicent.- Bueno, ambos son casos de comunicación pública. Los reyes medievales, o cualquier otra institución, cuidaban mucho su comunicación pública, ya fuera a través de discursos, actos, celebraciones, crónicas, documentos oficiales, etc. Lo mismo pasa en la actualidad, aunque tenemos la fortuna, y el problema, de que se han multiplicado exponencialmente las fuentes de comunicación e información, lo que nos permite contrastar, pero, a su vez, también complica dicha tarea, por lo que nos acabamos “fiando” de determinados emisores que consideramos cercanos a nuestras propias ideas. En este sentido, ya sea analizando crónicas medievales o discursos actuales, el consejo es siempre el mismo: tratar de obtener la mayor información posible y no fiarse a priori de nadie para tratar de analizar los datos objetivos obtenidos a través del sentido común y la intuición basada en la experiencia propia.

¿Qué importancia tiene la intuición en las labores de investigación que hace un historiador para saber interpretar o extrapolar (por ejemplo, las menciones al arroz que se hacen en 1280 y 1285 en textos, en principio, no relacionados con la materia a estudiar, que se recogen en el capítulo «Els orígens medievals de l’arròs valencià») cualquier información con la que os encontráis?

Ferran.- Evidentemente, la intuición es muy importante para el historiador, pero antes de responder a la pregunta es necesario aclarar que la Historia es una ciencia en cuanto que la investigación sigue el método científico. El buen historiador no va al archivo o al yacimiento arqueológico a ver qué encuentra, sino que se hace preguntas previamente, platea hipótesis, y luego va al archivo o excava para buscar la información necesaria con la que responder esas preguntas y confirmar, matizar o reformular las hipótesis que serán presentadas al resto de la comunidad científica para ser contrastadas. Dicho esto, es obvio que la Historia es una ciencia social, que no es equiparable a la Física o la Biología en cuanto a los resultados definitivos que se consiguen, puesto que en el proceso de investigación, la intuición y la interpretación de los datos a través de la experiencia del investigador son básicas. Por ejemplo, los protocolos notariales y los registros de justicia son fuentes extraordinarias, sobre todo para la Edad Media porque son de las pocas fuentes escritas que aportan datos sobre la vida cotidiana y el comportamiento social. De ellas, se puede extraer información para múltiples temas, pero precisamente por ello son muy costosas de trabajar, porque hay que leer mucha información que no sirve para el tema en el que se trabaja antes de encontrar la información adecuada. Es en este proceso donde entra la intuición, porque si el investigador tiene claro qué es lo que busca, la documentación responde, muchas veces de manera inesperada. La información que comentas sobre el cultivo de arroz en el siglo XIII, en efecto, está extraída de fuentes tan dispares como un pleito judicial y una carta del gobierno municipal de Valencia dirigida a sus homólogos de la villa de Ibiza. Cualquier documento escrito o arqueológico puede aportar información sobre temas diversos y dispares si se sabe lo que se busca, si se sabe interrogar al documento.

En el capítulo sobre el vino, se especifica que las únicas variedades que aparecen citadas durante la época medieval, son el moscatel y la malvasía. ¿Que ambas sean dulces es una simple casualidad o tiene una explicación?

Frederic.- No, por supuesto, no es anecdótico. Conviene recordar que en la Edad Media lo dulce es un sabor caro, que cuesta de obtener. Pese a la producción de azúcar en La Safor, el principal edulcorante para la mayor parte de la población valenciana es la miel. El moscatel y, sobretodo, la malvasía son variedades muy dulces pero también muy delicadas, sensibles a las mínimas variaciones del tiempo. Por eso eran pocos los que se arriesgan a cultivarlas. Son vinos, particularmente la malvasía, ligados a los sectores acomodados de la sociedad, como también lo es el consumo de azúcar.

Uno de los momentos más sorprendentes del libro es el dedicado a la prostitución en Valencia. ¿Era exclusivamente femenina y heterosexual?

Vicent.- Sí, la prostitución femenina y heterosexual era permitida en la época medieval y estaba regulada públicamente por parte de los Consejos municipales (Ayuntamientos), que se encargaban de su localización, seguridad, salubridad, etc. Era aceptada como un mal menor por la Iglesia, aunque la condenaba moralmente y sometía a las prostitutas a una terrible presión social. Por ejemplo, en Semana Santa cerraban el burdel, las recluían y las llevaban en procesión. La homosexualidad, sin embargo, era totalmente condenada, como expliqué en este artículo sobre la persecución de la sodomía en Valencia. Existían sin duda, tanto las prácticas homosexuales como las redes de prostitución homosexual masculina, pero eran totalmente clandestinas y al margen de lo público y lo legal.

Por cierto, ¿qué barrio actual sería la Pobla de les Fembres Pecadrius, la zona que acogía tabernas y hostales dedicados a la prostitución?

Vicent.- Como se puede ver en algunas imágenes de este enlace, se encontraba en la zona noroeste de la Ciutat Vella, entre la Calle Alta y la de Ripalda, por donde hoy se encuentran el IVAM y Na Jordana. En el siglo XV el recinto fue tapiado y quedó reducido, más o menos, al espacio que hay entre Na Jordana y la Calle Llíria, entrando por lo que hoy en día es el callejón de Gutenberg. Enlazando con lo que comentábamos anteriormente, una acción conjunta entre historiadores, instituciones y empresas podría poner en marcha una valoración patrimonial de todo aquel recinto, pero nada de esto está previsto…

¿Qué razones pueden explicar ese casi parque temático de prostitución que existía en Valencia? ¿Por qué aquí?

Vicent.- Tampoco era un caso tan excepcional. La mayoría de ciudades medievales tenían “su” burdel público, aunque en el caso de Valencia los viajeros destacaban su gran tamaño y el enorme bullicio, lo que en cualquier caso era propio de una gran ciudad mediterránea como la nuestra. Hay que pensar que en el siglo XV era la ciudad más grande de la península Ibérica junto a Lisboa, con unos 40.000 habitantes. En este sentido, cuando los visitantes destacan el burdel de Valencia en realidad también están destacando la propia magnitud y categoría de la ciudad. Seguro que en la actualidad los prostíbulos de las principales ciudades del mundo, como Nueva York o Tokio, son de una sofisticación que sorprendería a la mayoría de los mortales. Cabe destacar, en cualquier caso, que también en aquella época se extendió literariamente cierta fama de sensualidad, alegría y lascivia sobre el carácter y la estética de los valencianos, como ya destacó hace décadas Joan Fuster en este artículo. A pesar de las muchas transformaciones, rupturas y renovaciones impuestas por el paso de los siglos, quizás aún seamos herederos de todo aquello en cierta manera…

Fer HarcaEl tema de la lengua es uno de los más conflictivos en esta ciudad. ¿Cómo se puede explicar que el trabajo de los historiadores se puede contrarrestar sin argumentos y que incluso eso reciba apoyo desde las instituciones? ¿Cómo se puede llegar a acusar de catalanista a un jesuita estadounidense como Robert Ignatius Burns? ¿Es el triunfo de la sinrazón? ¿Cómo reacciona un historiador ante hechos así?

Vicent.- Sí, se ha llegado a llamar catalanista al padre Burns, al medievalista francés Pierre Guichard o al filólogo inglés Robert Archer, a los que ni les iban ni les venían las filias o fobias identitarias de los valencianos, sino que se dedicaban a realizar su labor investigadora. Peor aún con los investigadores de aquí que han tenido la santa paciencia de estudiar la historia o la lengua particular de los valencianos, a pesar de un ambiente en gran parte hostil. Pero lo han hecho por su profundo amor a esa historia y a esa lengua y porque también han contado con el importante apoyo de una parte de la sociedad valenciana que se lo ha agradecido y valorado en la medida de sus posibilidades.

En cuanto a la discusión social e institucional de las investigaciones filológicas e históricas, la cuestión se enmarca en una disputa política que tuvo su momento álgido en los 70 y 80, y de la cual aún se arrastran las consecuencias. Los que defendían los postulados que se alineaban con las investigaciones científicas seguramente acusaron mucho esa distancia entre el mundo intelectual y la sociedad que comentaba anteriormente. Y, de todas maneras, cuando la mayoría de los planteamientos contrarios se hacen desde la nula voluntad de diálogo, es imposible avanzar en el conocimiento del tema. Nos pasa periódicamente en el blog de Harca, cuando nos dejan comentarios hechos desde la más absoluta ideologización y sin tener para nada en cuenta lo que dicen investigaciones fehacientes que tienen detrás décadas de formación e investigación. La reacción, en primer lugar, es de mucha pena, como le pasaría a cualquiera al que desprecian su trabajo, como si un cocinero viese que tiran su comida al suelo o un médico supiese que las autoridades públicas están distribuyendo tabaco y drogas en los colegios. La segunda reacción es la de tratar de evitar las causas de dicho desprecio a través del trabajo propio y la explicación razonada de todos aquellos conocimientos que tenemos como historiadores. De aquí, por ejemplo, que mantengamos el blog de Harca y que nos hayamos lanzado a publicar el libro, con una respuesta más que satisfactoria por parte de la sociedad valenciana, la verdad.

¿Cómo nace la interrelación que se establece en el libro entre Twin Peaks y la época medieval? ¿Fue visionando la serie o justo lo contrario?

Frederic.- Sí, el post nace del visionado de la serie. Todo comenzó en una conversación con mi pareja, que también es historiadora, a propósito del simbolismo de los personajes, algo que es muy típico de David Lynch, el director de la serie. Los lenguajes son códigos para interpretar mensajes, de la misma manera que una nota es diferente según la clave en qué esta escrita la partitura. En este caso, mi conocimiento del código artúrico me permitió hacer esta interpretación del mensaje de Lynch, con independencia de que sea la correcta o no.

¿Debemos entender por lo anterior que la historia medieval llega a invadir todas las parcelas de vuestra vida? ¿Hay cierta obsesión / pasión con el tema?

Frederic.- Supongo que sí. Si te fijas ya en la primera pregunta he utilizado la palabra «pasión». Además, el saber no es una chaqueta que puedas ponerte o quitarte, es algo que te acompaña.  Recordad que, disfrazado de mendigo, Ulises pudo tensar el arco porque era el único que sabía como hacerlo. Como dice mi padre: «Per a fer les coses mal fetes, més val no fer-les». Es verdad que hoy día con todo eso del coaching nos han dado la brasa con aquello de que tenemos que encontrar nuestra pasión… Yo creo que no. No se trata de encontrar sino de construir tu pasión… a base de horas. Hay mil cosas que me apasionan: el correr, la música, la cocina, la lectura, pero es a la Historia a lo que le he dedicado más tiempo. Por supuesto te tiene que gustar lo que haces porque solamente cansa aquello con lo que no disfrutas. Y tirarle horas y horas, y así, un día, sin darte cuenta, es como nace la pasión. Harca es esa pasión compartida por la historia medieval. Algún que otro bar hemos cerrado tras horas de debate sobre tal o cuál tema historiográfico, o de la actualidad, por no hablar de los correos intercambiados. No sé si esta actitud, esta pasión desaparece con los años pero por el momento nos queda mucha harca por hacer.

En tu caso, Frederic, haciendo alusiones a Twin Peaks u Obrint Pas, en tus escritos, estableces paralelismos entre la Edad Media y la actualidad. Al margen de que sea un recurso para facilitar su entendimiento o generar interés, ¿crees que existen esos puntos en común entre aquella historia y la actual?

Frederic.- Bueno, esos escritos son el resultado de lo que he comentado anteriormente. Cuando te apasiona algo es porque lo conoces bien y entonces es fácil establecer comparaciones o recurrir a metareferencias. En cualquier caso, ya sea sobre la historia de los años 90 del siglo pasado o sobre la Grecia arcaica, la Historia es siempre historia contemporánea porque cuando interrogamos el pasado, siempre lo hacemos desde planteamientos, y perjuicios, actuales. Si hoy podemos preguntarnos sobre el papel del clima en la propagación de la Peste Negra es porque tenemos esa sensibilidad acerca del cambio climático. En el siglo XIX no existía la Historia de las mujeres o del campesinado, porque ni uno ni lo otro interesaban a los historiadores y, por extensión, a la sociedad, la formada intelectualmente al menos. Sólo se encuentra aquello que se busca.

El capítulo dedicado al origen de Ruzafa no sólo tiene un componente histórico muy interesante, sino que narrativamente es apasionante. ¿Por qué la enseñanza de la historia no explota más esas posibilidades?

Ferran.- Profesores buenos y malos los hay de todas las materias, y no me cabe la menor duda de que hay muchos profesores que son capaces de trasmitir pasión por la Historia a sus alumnos y hacer que disfruten una clase al mismo tiempo que aprenden; o al menos conseguir que no la odien y no la vean como un suplicio. Por tanto el problema no está ahí, o no está solo ahí. Los planes de estudio de Historia marcados por el Ministerio para primaria y secundaria (y en algunos aspectos incluso los universitarios) están muy anticuados. De hecho, tampoco han cambiado mucho de los que se hicieron en el siglo XIX por lo que respecta al esquema básico, al guion. Siguen basándose fundamentalmente en la historia política mal entendida, y además explicados en una clave nacional. Por lo que respecta concretamente a la Edad Media y Moderna son básicamente reyes, algunas batallas importantes y fechas, muchas fechas que realmente no son tan importantes como se presupone (importa más la calidad que la cantidad de las fechas). Al final, los alumnos acaban los cursos habiendo memorizado unos datos que probablemente olvidaran en poco tiempo, pero sin entender de verdad cómo eran y funcionaban las sociedades del pasado de acuerdo con su nivel de aprendizaje. En cualquier caso decir la manera como debe enseñarse la Historia no es trabajo de los historiadores, sino de los expertos en didáctica. Nosotros solo podemos modestamente aportar nuestro trabajo y, por ejemplo, si algún profesor quiere recomendar nuestro libro a sus alumnos como lectura complementaria, nosotros estaríamos encantados. Es un libro perfectamente asumible para un nivel de secundaria.

Siguiendo con el tema anterior, resulta incomprensible que no se haya realizado ficción alguna con esa historia. ¿Qué motivo podría explicarlo?

Ferran.- Muy sencillo, esa historia sobre el origen de Ruzafa no la conoce prácticamente nadie a nivel popular, a pesar de que a nivel académico se conoce desde los años 60, y con menos detalle incluso antes. Ni esa ni muchas otras historias similares, en efecto. La historia valenciana es una gran desconocida para el gran público más allá de las cuatro pinceladas más importantes, y la del período andalusí más aún. Esto es un drama, porque la historiografía valenciana en general, y la medieval en particular, ha avanzado mucho en los últimos 30 o 40 años, pero eso no se ha traducido en un mayor conocimiento del pasado propio por parte de la sociedad valenciana. De esto tienen parte de culpa los programas de estudio escolares y los medios de comunicación, pero hay que reconocer que tenemos otra parte de culpa los historiadores, que no nos hemos dedicado a hacer divulgación más allá de algún documental en televisión si nos han venido a buscar, o algunos libros de síntesis. En cualquier caso, probablemente en estas últimas décadas lo fundamental era avanzar a nivel académico para ponernos a la altura de la historiografía europea, que iba muy por delante, y se ha trabajado mucho en ello. Pero esto debe cambiar y por eso nosotros, desde el grupo Harca, nos propusimos fundar nuestro blog de divulgación, que ahora se ha traducido en el libro en papel.

¿Cuántas historias similares siguen esperando a ser descubiertas para un público mayoritario?

Ferran.- La Historia medieval valenciana, y la de la Corona de Aragón en general, no tienen nada que envidiar a la de otros países como Inglaterra o Francia, solo que ellos tienen Hollywood y nosotros no tenemos ni Canal 9. Pero vaya, historias interesantes hay muchísimas, y serías una excelente fuente para la literatura, el cine, la televisión, …

Que hoy en día Ruzafa sea paradigma de la multiculturidad, ¿no deja de ser una casualidad o un guiño del destino?

Ferran.- (Risas) Bueno, supongo que es una casualidad. De todos modos no creo que en Ruzafa ni en el resto de la península Ibérica medieval existiese multiculturalidad, ni en época musulmana ni en la cristiana. Por supuesto, hubo intercambios culturales y tecnológicos que fueron fruto de los diversos siglos de contacto entre ambas sociedades, unas veces de una forma más pacífica y otras veces de una forma… digamos que menos pacífica. Realmente este tema de la multiculturalidad y de la convivencia de las tres religiones tiene mucho de mito, cuando en realidad es una proyección ideológica, o romántica, del presente sobre el pasado. Muchos historiadores utilizan la palabra coexistencia como alternativa, porque es cierto que en Al-Ándalus hubo comunidades de cristianos y de judíos, de igual modo que en los reinos cristianos también hubo comunidades de musulmanes y judíos, pero una cosa es tolerar su existencia desde el poder y otra muy distinta que hubiese una convivencia pacífica e idílica. Evidentemente, no quiero decir que estuviesen atacándose todo el día y no se pudiesen ver, porque sabemos que existían diariamente contactos comerciales y laborales, sin duda había lazos de amistad a nivel personal en muchos casos, y a veces hasta intercambios sexuales a pesar de estar prohibidos. Pero en momentos de especial agitación religiosa, como en Semana Santa, más les valía a los musulmanes y a los judíos encerrarse en sus casas y barrios para evitarse provocaciones y problemas. De hecho en la ciudad de Valencia tanto el asalto a la judería de 1391 como el asalto a la morería de 1455 empezaron justo así.

En realidad las consecuencias sociales de la existencia de minorías musulmanas y judías en la Edad Media peninsular son prácticamente las mismas que en los siglos XX y XXI. El caso de los judíos como chivo expiatorio de los problemas económicos de Alemania en los años 30 es similar al contexto de los pogromos medievales en las juderías. La revuelta valenciana de las Germanías contra Carlos V, a principios del siglo XVI, fue profundamente antimusulmana y los agermanados utilizaban los mismos argumentos contra los musulmanes (que estaban muy explotados por sus señores feudales) que hoy utiliza mucha gente contra los inmigrantes, que supuestamente vienen a quitarnos el trabajo y además están dispuestos a hacerlo por salarios más bajos. En este sentido a veces parece que nuestra sociedad (o una parte de ella) no haya avanzado tanto.

El libro se cierra con un estupendo artículo sobre los pueblos abandonados durante la Edad Media. ¿Por qué temas como estos provocan tanta atracción (extrapolables, salvando todas las distancias, al interés hoy en día por cines o fábricas abandonadas) entre la gente? ¿Los motivos para un historiador son los mismos?

Frederic.- En este tema confluyen varios elementos. De entrada, como ya he dicho, toda historia es historia actual, y este post nace de la lectura del libro «Pobles valencians abandonats» de Agustí Hernàndez. Pero también tiene una carga de protesta, de crítica a la sociedad actual. En la era de los medios de transporte públicos (cada vez menos), del trabajo desde casa, de la calidad de vida, Valencia ha tenido que destruir sus espacios de huerta, justamente aquello que era su imagen, para dar cabida a la gente mientras a, relativamente, escasos kilómetros el interior se despuebla. Y finalmente, el post tiene también una reivindicación historiográfica. Los despoblados que han atraído a los historiadores tradicionalmente han sido los de los moriscos, lugares que después de 1609 no fueron repoblados. Sin embargo, desde la conquista cristiana por diversas razones que se comentan en el capítulo, muchos núcleos fueron desapareciendo en el contexto de un proceso de concentración de la población. En este sentido, el artículo pretende ser una primera aproximación al tema.

¿Qué criterios habéis seguido para seleccionar esos artículos del blog y no otros? ¿Habrá un segundo libro?

Ferran.- La verdad es que fue la editorial quien hizo la selección de posts del blog que, finalmente, se convirtieron en capítulos del libro, y seguramente lo hicieron siguiendo criterios comerciales. Es decir, eligieron los que creían que serían más atractivos, entretenidos y fáciles de leer. En cualquier caso, por nuestra parte no hemos tenido ningún problema con la selección que hicieron, no solo porque algunos de los capítulos escogidos también eran nuestros favoritos, sino porque independientemente del resultado final nosotros intentamos hacerlos todos con el máximo rigor posible a pesar de ser divulgación y no un trabajo académico. Por supuesto queda mucho material, tanto de textos ya publicados en el blog como historias inéditas que estamos preparando, de manera que es bastante seguro que habrá una segunda parte. De hecho ya hay quien nos la ha pedido, lo que no deja de ser una prueba de la buena acogida del primero, pues parece que la gente se queda con ganas de más.

Si pudieráis elegir una calle de Valencia en la que poder realizar excavaciones, ¿cuál sería?

Frederic.- Los medievalistas estamos a la espera, con escasas esperanzas, la verdad, de ver qué corporación municipal se atreve a autorizar una excavación en la plaza del Ayuntamiento. Se sabe que aquí estaba ubicado el convento de los franciscanos desde tiempos de la conquista cristiana hasta el siglo XIX, cuando fue demolido. Sin embargo, no se conservan muchos grabados, así que para conocer mejor el edificio es fundamental llevar a cabo una excavación. Dada la importancia que llegó a alcanzar en la Edad Media y las figuras notables que pidieron ser solicitadas en su interior, el último rey musulmán de la ciudad por ejemplo, no parece arriesgado pensar que de los trabajos arqueológicos se obtendría alguna cosa más que la planta del edificio, que ya de por si es interesante. Además de los costes de la excavación, esta supondría, con toda probabilidad, tener que trasladar las «mascletàs» a otro espacio.