Porque frente a la verborrea como deporte favorito de la población mundial, Élisa Shua Dusapin escribe con las palabras justas, con un estilo comedido y depurado, haciendo de la austeridad narrativa un protagonista más de la novela y no un ejercicio efectista de estilo.

Porque conseguir con una primera novela una identidad literaria propia es algo tan inusual que sería absurdo dejar pasar un descubrimiento así.

Porque la escritora consigue que el lector olvide su condición de tal y se convierta en un observador privilegiado de la realidad que se le cuenta.

Porque sabe a Jiro Taniguchi, Eric Rohmer, Yasujirō Ozu, Adrian Tomine o Claire Denis.

Porque cuenta una historia de amor (entre una recepcionista franco-coreana y un dibujante de cómics galo) clásica en su estructura, sensual y atolondrada en su desarrollo y brillante en su conjunto.

Porque los detalles y las historias paralelas a esa historia de amor central le hacen sombra y ya justifican su lectura.

Porque a pesar de todo lo dicho es una ópera prima con imperfecciones (sobre todo cuando el relato se vuelve más abstracto) y eso es algo que, aunque pueda parecer contradictorio, se agradece y se comprende.

Porque es muy difícil escapar de su primera frase: «Llegó perdido en un abrigo de lana».

Un invierno en Sokcho, de Élisa Shua Dusapin. Alianza Literaria. 122 páginas.