Nada se destruye, todo se transforma. Incluso la ropa. Como en un manifiesto, el ideario vintage declara: No tires, modifica, no elimines, haz que circule.

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Foto: Eva M.Rosúa

La ruta vintage de esta ciudad empieza a estar nutrida y abre sus posibilidades a todos los gustos y bolsillos. En la arteria Ciutat Vella-Barrio del Carmen se concentra un grupúsculo de tiendas en las que los hallazgos sorprendentes pueden convertir al buscador en un Sherlock Holmes de tesoros ocultos. Como diría la sabia Agnès Vardá: ¡Espiguemos!

Voy a la busca y captura de tendencias primavera-verano pero con un salto de mínimo 20 años atrás. La centrifugadora de la moda convierte en actualidad el déjà-vu con ligeras transformaciones. Lo que se llevó, se lleva como una copia de lo que fuimos. Es el juego de la industria, la novedad reciclada.

La primera sorpresa vintage es que si te pasas por el barrio un sábado, por la mañana, que sepas que hasta las 11:00 los pequeños comercios de ropa no empiezan a funcionar. Deambulando por El Carmen, me encuentro con un equipo de moda haciendo fotos en las intrincadas callejuelas en las que el sol se filtra perezoso y el barrio me recuerda a una medina marroquí pero en desolado, sin bullicio y sin vida. El Carmen es un barrio nostálgico, de un pasado que no volverá.

En una de las calles con más circulación, la calle Alta, hago mi primera parada: Santo Spirito Vintage, que toma su nombre de la homónima plaza florentina, foro de un popular mercado, de tiendas, artesanía y artistas.  Abierta en octubre del 2010 (pero en otra ubicación) lo primero que llama la atención es el potente local de ladrillo caravista y el branding que ya se traduce en una línea de camisetas de diseño propio.

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Foto: Eva M.Rosúa

¿Qué encontramos? Vintage de los 50 a los 90 para una ciudad que según su propietario, Jorge Vento, tiene un perfil “callejero e informal menos sofisticado pero muy al tanto de las tendencias”. Camisas de vibrantes colores, vaqueros, leggins, cazadoras e incluso lentejuelas, en un intento de fusionar, de abrirse a la calle pero sin renunciar al estilo. Y los primeros hallazgos… Lunares con camiseta de baloncesto, rayas con flores tropicales. Un mix&match (mezcla y combina) en toda regla que cobra especial sentido con lo vintage. Una tendencia que cruza el túnel del tiempo para instalarse en la actualidad.

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Foto: Eva M.Rosúa

El espigueo abre el apetito, me acerco a la panadería de al lado del Mercado de Mossen Sorell, «La Cadena» (gastronomía y moda son un buen tándem, me lo anoto para otro día ). Retomo el impredecible zigzag cuando sin buscarlo, como ocurre con estas cosas, me topo con una lámpara de pie recién abandonada (lo sé porque presencio con disimulo, como la dejan bien aparcada junto a un contenedor). Me acerco, la reviso, años 60, con una mesita circular incrustada, casi veo a Don Draper reposando su old fashioned , sólo habría que cambiar la pantalla. Pero voy en bici y aún me queda una intensa mañana de busca y captura. Me despido, no sin antes prometerle que volveré.

La segunda parada obligada es una curiosa tienda vintage (que en realidad se duplica en el barrio), La Señora Henderson. Como si de una antigua actriz se tratara, la glamourosa señora pone a nuestra disposición desde trajes de fiesta, hasta vestidos de flamenca, objetos de decoración pasando por bolsos, sombreros…  De haberla conocido, Diógenes se habría enamorado de ella. La tienda que visito, en calle Corregería, es un abigarrado ejemplo de la belleza del objet trouvé, hay tanto donde mirar que el ojo vago no descubre el verdadero tesoro: un ascensor Carbonell de principios de siglo que hace las veces de probador y que presenció la venta de un Yves Saint Laurent de los 60 como nos cuenta la dueña, Inma Sanz.

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Foto: Eva M.Rosúa

Y en esta jungla de historias pasadas encontramos los segundos hallazgos del día: un vestido veraniego tipo camisero con estampado floral y otro más de primavera, de Guy Laroche, rojo cardenal con capelina.

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Foto: Eva M.Rosúa

De ahí, a la calle Bolsería para visitar La Vespa Roja. Su encargado, Abel Bas relata la anécdota de una novia que vistió con un dos piezas blanco de confección vintage;  el asunto no tendría nada de particular, si la recién casada no estuviera celebrando sus bodas de oro y si no fuera porque este segundo vestido blanco iba a sustituir en el recuerdo al negro original que tuvo que llevar en su primera vez. Las tiendas vintage cumplen sueños, la magia de la ropa revivida es que siempre está contando historias.

Un vestido intocable, en lo alto de la tienda llama mi atención. No se vende. Lástima.

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Foto: Eva M.Rosúa

Y este, sí al alcance de la mano, se convierte en el tercer hallazgo. Blanco, plisado con aplicaciones de pasamanería en los hombros. Misión cumplida.

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Foto: Eva M.Rosúa

Siguiendo mi brujuleo, me encuentro con una mala noticia: la pionera del barrio,  La Moda me incomoda, ya no existe y en su lugar ahora hay un agradable bar al lado de un balancín de hierro, en el que corres el riesgo de romperte la crisma. Y con lo inesperado: un local que en realidad no es tienda vintage (es galería, es tienda de fotografía, Ampliarte.com) y que desde hace un mes, aproximadamente, dispone de  un rincón dedicado a la moda con algunas piezas del pasado. ¡Eureka! Dos vestidos primaverales ponen la guinda a mi búsqueda por El Carmen. Y me sitúan sobre la pista de nuevas tiendas un poco más alejadas… Exploraré.

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Foto: Eva M.Rosúa

Vuelvo sobre mis pasos, para cumplir una promesa y cuando llego a la calle Escalante, el contenedor solitario presagia lo que temía… La lámpara ya no está. Primera y principal regla del diletante: no dejes para luego lo que puedas espigar ahora.

 



 

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