Foto: Alberto Moya.

Foto: Alberto Moya.

Sopas del Mundo no es, precisamente, un proyecto nuevo. Nacidos en la segunda mitad de los noventa ha sido ahora cuando han vuelto a reunirse para plastificar sus canciones. Antonio J. Iglesias (nuestro interlocutor y 50% de Dwomo, además de en un montón de proyectos más), Nidal Kateb y Pablo Chávarri han dado a luz “El diablo baila claqué” (Granja Breat). Un álbum en el que se dan la mano, entre otros, ritmos tan adictivos como el tango, la samba o el pop menos predecible, además de una versión de The Stranglers que parece grabada en una base lunar. Cabaret de entreguerras, como les gusta apuntar a ellos mismos.

¿Cómo se produce el rescate de Sopas del Mundo?

Es una historia un tanto rocambolesca y a la vez entrañable. En su día grabamos el disco por iniciativa de un sello que después cerró y el máster quedó ahí, en el cajón de los proyectos flotantes. Se convirtió en un cartucho que circuló en circuitos íntimos creando cierta expectación y militancia subterránea. Años después, uno de esos admiradores cercano fundó su sello y propuso editarlo, cerrando así el proceso que quedó en su día en el aire. Esa propuesta en sí, el entusiasmo, el apoyo y la reacción de varios personajes al saber de la edición ya justificaba el rescate. Y salir al mar a defenderlo también.

¿El disco ha sido regrabado, remezclado,… o es el mismo que se grabó hace años?

Es el mismo que se grabó hace años, remasterizado.

Es un disco muy rico y variado sonoramente hablando, pero conseguís que no suene como si fuera una suma de canciones deslabazadas. ¿Os preocupaba que todo tuviera una coherencia o resultó así casualmente?

Yo creo que el reto está ahí. Es una precuela de Dwomo de algún modo, y como tal desde siempre me interesó la variedad de estilos, el multilingüismo en la música y el antiposicionamiento estilístico, pero eso no significa que se mezclen géneros gratuitamente para justificar que juegas libre, ese discurso hay que superarlo. Como un menú hay que combinar riqueza de ingredientes, que alimente, incluso que sea apetecible (importante) y que quede lo más coherente posible incluso dentro de un aparente caos, como una ensalada bien aliñada. Hay una delgada línea entre lo ecléctico y lo deslabazado y ahí radica el crear tu estilo y tu sonido. En los noventa, el concepto de mestizaje aún no estaba tan invadido por la rumbita-reggae-flamenquito-buenrollista. Yo venía del afterpunk cabaretero industrial berlinés de cuarta regional…un perdido, vaya. Los otros integrantes de la banda venían del progresivo, el tango, las bandas sonoras, la nueva ola…pero todos con ganas de explorar. Y nos salió así.

También llama la atención que siendo un disco que puede remitir (y así lo recogéis vosotros en vuestra web) al período de entreguerras y los movimientos de principios del siglo XX, suena tremendamente actual por su atemporalidad. ¿Tuvisteis miedo a que eso no ocurriera cuando decidisteis recuperar Sopas del Mundo o teníais plena confianza en el proyecto?

Este disco es un canto al viaje, la reafirmación de un momento vital, de un embrión que viaja en el tiempo. Hay proyectos que se acaban o son muy efímeros, o caducan y pasas a otra cosa… Sin embargo este era una asignatura pendiente, algo que merecía la pena sacar, por nosotros, por la música y porque sí. Ha estado ahí hibernando porque es música que no pasa de moda, es ajena a todo eso, por eso se mueve en el tiempo con misteriosos vaivenes. Compuesto a mediados de los noventa, grabado a principios de los dosmil, remasterizado y editado en 2014, defendido en vivo ahora…Un fantasma juguetón. Considero esa atemporalidad de la que me hablas un logro.

¿Por qué elegisteis para versionear «Golden Brown» de The Stranglers? 

Siempre me gustaron y esa canción tiene algo mágico, no parece un tema de un grupo clásico de punk de chaqueta y corbata como son The Stranglers, nos cautivó a los tres a la hora de apostar por versionarla. Lo más evidente hubiese sido en aquel momento revisar a Chavela Vargas, Edith Piaf, Mano Negra, Ute Lemper o Doménico Modugno…pero aquel trío de veinteañeros jugando a vanguardias prefirió tirar por ahí y no nos arrepentimos, esa canción se mantiene firme como los rebeldes del ghetto de Varsovia.

¿Os costó encontrar el enfoque que queríais darle?

En el enfoque lunar, al igual que la misión de darle una coherencia al sonido en estudio, debo aludir a Germán Ponte, (el cuarto Sopas del Mundo), productor, masterizador y entusiasta motor de todo el proceso. Nuestro álbum «El diablo baila claqué» está entre nosotros gracias a él y a Fernando Polaino, locomotora del sello Granja Beat. En el disco hay guiños espaciales porque pensábamos que la presencia del universo cósmico, la antigravitación y el paso a través de los agujeros negros podían convivir con las ruinas tras el bombardeo, los cocktails en la Linea Maginot, las coplas en el refugio antiaéreo y las recetas de cocina futuristas.

¿Incluís más versiones en vuestro repertorio?

Hacemos en vivo también el clásico de Paolo Conte, «Azzurro», inmortalizado por Adriano Celentano, una opción más evidente esta vez, cosas de los clásicos… y lo mutamos en «Azul», cantado en portugués y en clave de marcha lisboeta. Creemos que da el pego.

La mayoría de canciones llevan tu firma en la música y en la letra. Sin embargo la riqueza de las mismas, da a entender que Pablo y Nidal también aportan algo más allá de su ejecución instrumental ¿Es así?

Por supuesto. Quizá yo pueda ser más pseudoideólogo por cuestión de escribir las letras y marcar ciertos puntos al inicio del proyecto, frontman y todo eso…pero el universo musical de Sopas del Mundo es cosa de los tres, lo fuimos perfilando con el tiempo y dimos con nuestra fórmula pese a que veníamos cada uno de circuitos muy distintos. Son arquitectos del búnker tanto o más que yo, intuitivos, arriesgados, muy atentos a asuntos que a mí me puedan resultar más secundarios, grandes arreglistas. Sopas del Mundo es un triunvirato, hirviendo.

¿Existe algún límite sonoro para Sopas del Mundo? ¿Algún tipo de música que no encajaría en vuestras melodías?

El límite sonoro lo pone el punto al que llegue tu investigación y tu curiosidad, es como querer poner límite a los sabores. En el camino y en la búsqueda aparecen los tesoros aún yendo sin mapa, basta un rumbo. Pero insisto, un grupo de música de entreguerras (al igual que un grupo de Cosmic Cocktail, no lo puedo evitar…) no son cajones de sastre en los que todo encajaría, eso es más cercano al repertorio de orquestas.  Claro que hay sonidos que no nos despiertan el más mínimo interés, pero sobre todo actitudes. Siempre me pareció que la llamada World Music tiene algo de estafa, como la bisutería étnica. No vamos a ponerle pasaporte a nuestras canciones, aunque hayan nacido para viajar. Una cosa es la variedad de ingredientes e influencias y otra cómo lo canalices en una propuesta, ahí entra lo visceral, lo científico, la anarquía controlada, el laboratorio de ideas, el burlar censuras, reírse de los ortodoxos, intentar aportar y disfrutar el viaje…

¿Cómo está siendo volver a tocar otra vez esas canciones teniendo en cuenta que no seréis los mismos ni como personas ni como músicos, tantos años después?

Es peculiar desempolvar el álbum de fotos, pero a diferencia con otros proyectos que hemos tenido a lo largo del camino, Sopas del Mundo estaba ahí, esperando su Normandía para desembarcar. De hecho, los temas siguen más vigentes de lo que creíamos. Por otro lado, hay canciones en los que la edad me invita a cambiar de tono…, algún renglón de alguna letra que me pueden resultar un tanto lejano…, pero son detalles mínimos. Es muy gratificante ver que el grueso del show nos lo creemos y que además hemos crecido. No tenía sentido si no lo adaptábamos a nuestro tiempo, pese a la asignatura pendiente de sacarlo. No bastaba reproducirlo tal y como lo hacíamos en su momento, hay otros sonidos, otros esquemas, una ampliación de repertorio sin que parezca encajado con calzador, darle emoción… También que los tres integrantes hemos respondido con entusiasmo a la llamada del destino pese a obligaciones familiares, vivir en distintas ciudades… Los tres hemos seguido tocando y teniendo relación con la música. El proyecto lo merece y la atemporal justicia poética nos llamó a filas. El reflotar la banda con la formación original pasó la prueba del algodón. Ha de ser una grata experiencia, si no apaga y vámonos, que hay otras cosas que hacer.

¿Cómo ves la escena musical valenciana?

Variopinta, rica en ofertas, y cierto ímpetu de cambio. Hay mucha gente haciendo cosas y eso es muy bueno, pero a veces esa escena (nunca me gustó la palabrita) es un tanto vaga, debe ser el Mediterráneo, es algo de aquí y hay que aceptarlo. Personalmente me siento cómodo en varios circuitos, me resulta interesante ver de cerca el proceso, la ebullición, el feedback, también los apagones… Siempre digo que una ciudad con un millón de habitantes debería exportar más sus propuestas, dar una vuelta de tuerca más a todas las ideas que hay sobre la mesa y no quedarse en el barrio. La crisis ha puesto en relieve actitudes y ahora se percibe una especie de reacción, de hacer ruido… esperemos que no se quede en eso ni que las pretensiones políticas de cambio limiten la variedad, sería como tropezar en la misma piedra. Aprovecho para aplaudir a Aperitiver la consolidación de su ciclo programando artistas de Valencia y de fuera. Gracias por agitar.

Imaginamos que tu eclecticismo como músico lo será también (e incluso mayor) como oyente. Si ahora miráramos tu mp3 o echáramos un ojo a los últimos discos que has escuchado, ¿con qué títulos nos encontraríamos?

Vamos a ver ese mp3…Conviven novedades con clásicos así que a bote pronto…»Carrie & Lowell» de Sufjan Stevens,  «Snob» de Paolo Conte, «Revelations» de Lee Perry , Ensemble Kafka, «Tooth & Nails» de Billy Bragg , «Vantage point» de Deus, Franco Batiatto (varios discos), «Far away» de Sophie Maurin, «Double nickels on the dime» de Minutemen, The Senior Allstars «in Dub», «Oh, my love» de Quimi Portet, «Safari de noche» de Liquits … Y demás canciones de John Wizzards, León Benavente, Julio Bustamante, Liz Green, Gilbertástico, Magnetic Fields… Ah! Y «El diablo baila claqué» de Sopas del Mundo, que actuamos el sábado y así me reafirmo tarareando mirando al infinito…