Foto: Juan Terol.

Foto: Juan Terol.

Siempre hemos pensado que Gilbertástico (Gilberto Aubán) llegó a Valencia desde otra galaxia. Su versatilidad, sentido del humor y eclecticismo, unidos a su talento y su costumbrismo encontrado en la tercera fase, no podían ser de este mundo. Alguien debería hacerle un TAC para averiguar qué ocurre en ese cerebro capaz de imaginar y componer melodías y melodías sin descanso. Si en “Versalles”, su primer disco, se nos presentó como un musico barroco, en su siguiente álbum “Heil Gilber” se dejó seducir por las tonadas más pop. Este 2014 ha publicado dos trabajos más, “Música inframental”, una pequeña locura llena de matices, y “El que corre con los búfalos”, un magnífico acercamiento al folk más bucólico.

Este año publicaste «El que corre con los búfalos». Han pasado ya unos meses de ello, ¿cómo ves el disco ahora?
Una vez grabado un disco tú te conviertes en su prolongación hacia la realidad y tu relación con él se basa en el directo sobre todo. Creo que para los “búfalos” el tiempo va a pasar un pelín más despacio, aunque hayan pasado algunos meses desde su nacimiento, su destino es trashumar y encontrarse con nuevos amigos todavía por largo tiempo.

Es curioso cómo ha ido evolucionando tus discos («Versalles» era más barroco, «Heil Gilber» más pop y «El que corre con los búfalos» más folk) manteniendo una coherencia sonora.
Mi proyecto se basa en un tipo que hace canciones y las toca con lo que tiene alrededor o se encuentra por ahí. «Versalles» era de un barroco goticista, sobrio en realidad en cuanto a instrumentos, y en «Heil Gilber» es casi lo contrario, cosa que en el momento de  la grabación me pasó absolutamente desapercibida. En la “evolución” hay una mezcla de búsqueda y de cosas que encuentras por casualidad. «El que corre con los búfalos» es un disco en el que el llamado “folk” es un vehículo más del conjunto, quizá la suma o el resultado de los dos anteriores.

En este último trabajo hay un peso importante folk. Pero en esa tradición bucólica de Gorky’s Zygotic Mynci, el sonido Canterbury o, más cercano, Alberto Montero. Además eso casa mucho con esa querencia tuya hacia lo medieval e, incluso, hacia algunas propuestas pop como la de El Niño Gusano.
Gorky’s o El niño gusano son bandas cuyo universo mágico, único, siempre me pareció fascinante, y a estos podemos añadir a Alberto Montero, que en comparación es más reciente pero del cual soy un fan total.  Sí, son todos ellos referentes, sin duda.

También esa manera de confluir el pop con la música clásica te acerca a cantantes como Franco Battiato. ¿Te interesa su música?
Battiato se ha convertido en fundamental, lo “descubrí” bien hace unos cinco años y desde entonces ando tratando de asumir y disfrutar poco a poco todo lo que nos ha enseñado. Precisamente, Battiato es un ejemplo de que todo instrumento se puede mezclar mientras haya una voluntad común de transmitir algo. Verle en directo me afectó mucho, me cambió de alguna manera.

¿Cómo crees que han evolucionado tus letras desde aquellas «Papas y olivas» hasta hoy?
Antes eran pequeñas y regordetas, ahora son trazos más alargados.

¿Acabarás produciéndote los discos en solitario o crees que siempre necesitarás una visión externa de las canciones?
Hombre, a la larga puede, pero de momento la idea es seguir produciendo mano a mano con alguien. Me falta mucho por aprender hasta que pueda hacer todo el proceso sólo.

Este 2014 y antes del disco mencionado, vio la luz «Música inframental», un disco digital cuyos beneficios iban destinados a la edición en vinilo de «El que corre con los búfalos». ¿No crees que «esa misión» ha podido jugar en su contra cuando es un álbum que nos permite conocer una vertiente «gilbertástica» complementaria y necesaria?
Bueno, yo tampoco sabía cómo ni cuando iba a surgir esa tendencia, pero es cierto, la música sin letra ya es una necesidad. Voy a dejar fluir las dos vertientes, la de canciones tradicionales con letra y las instrumentales a ver si se separan o se unen finalmente. Creo que lo siguiente que haga va a tener una buena carga inframental.

¿En qué medida se beneficia el proyecto Gilbertástico de las otras aventuras en las que estás involucrado?
Cuando Ana Elena Pena está con un par de cervezas de más, me acerco a su bolso y le robo dinero. No, en serio, con Ana se vive la música de una manera más liviana y necesaria, muy centrada en el público y no en uno mismo. Con el teatro es muy terapéutico el tema de jugar a ser otra persona. Y bueno, además de todos los compañeros que he tenido en estos años he aprendido un montón, sobre todo de Antonio Iglesias y Jorge Lorán, que actualmente tocan en la banda y han grabado los dos últimos discos. Nuestra relación empezó a partir de una gira de Dwomo y desde entonces no hemos dejado de colaborar, empezando por el mismo Dwomo y siguiendo por Gilbertástico , Dúo Caifás o Fabiani…

¿Cómo ves la escena musical valenciana?
La oigo más que la veo, pues no puedo ir a tantos conciertos como quisiera, pero creo que no faltan buenos ejemplos por todos lados. Estamos en un gran momento sin duda a nivel creativo.