Foto: Lisa-Jane Roberts

Foto: Lisa-Jane Roberts

Si algo caracteriza la carrera de Òscar Briz es la palabra coherencia. Tanto en los grupos de los que formó parte (C.O.D.A., Banderas de Mayo o The Beat Dealers) como en su ya extenso recorrido en solitario. Briz fue un pionero en utilizar el valenciano para componer canciones de marcada raíz anglosajona. Y, como suele pasar en estos casos, nunca ha tenido el reconocimiento merecido. Ahora acaba de editar “Youth”, un disco lleno de estupendas melodías adictivas, letras que cuentan cosas (y muy bien) y una mirada a la juventud vivida que no añorada.

¿Tuviste algún tipo de vértigo a la hora de empezar a componer las canciones de «Youth» teniendo en cuenta que con «L’estiu» entregaste un disco que parecía dificil superar?
Ninguno en absoluto. Entiendo que si alguien ha puesto «L’Estiu» en un pedestal en relación a mi discografía, cualquier cosa que hiciese tendría ya previamente las de perder en cuanto a ocupar o siquiera alcanzar ese lugar. Sin embargo el gusto es un concepto muy variable y tengo constatado que otros tantos prefieren este último disco. No suelo mirar atrás e intento no repetirme. Un disco es sobre todo el resultado creativo de una época, un par o tres de años, y en mi caso eso se traduce en movimiento, en capturar la pulsión personal de esa etapa concreta. Mi impresión final es que «Youth» tiene cualidades que «L’Estiu» no poseía y viceversa. Por ejemplo, en concierto es un grupo de canciones mucho más directo y menos delicado que lo que nos obligaban a hacer las de «L’Estiu».

Da la sensación que a pesar del título y de algunas letras, lejos de ser un disco nostálgico sobre la juventud, es un disco que reivindica la juventud vivida y que fuera vivida así, pero sin añoranza, con disfrute del recuerdo.
Eligiendo ese título, yo me refería al hecho de ser joven, de vivir en un cuerpo y una mente jóvenes en los que todo funciona, perfectamente, sin que uno sea consciente de cómo, desde la niñez al ocaso de la adolescencia más o menos. Ese hecho se traduce en energía y vitalidad, valores en esa etapa no del todo controlados pero sin duda contagiosos y enervantes. Aunque ya no soy joven, he de decir que me siento joven, creo que nos ocurre a todos los que tenemos buena salud, esa sensación de poder que te da el poder hacer: propones y tu cuerpo responde!. En resumen, vuelvo la mirada atrás para comentar, observar o recordar diferentes facetas de la juventud como hecho en nuestras vidas y, en ocasiones, hay un poco de ternura en esa mirada pero, como bien dices, no hay nostalgia.

El disco está grabado sin emplear ningún tipo de programación digital ni de afinación artificial, ¿una revindicación del oficio del músico ahora que cualquiera puede grabar un disco desde la habitación de su casa?
Precisamente porque todo el mundo tiene acceso a todo tipo de gadgets digitales, sonar diferente requiere ahora más claridad de concepto de producción que antes. Digo sonar diferente, que no siempre tiene porque significar sonar mejor. Un disco con un sonido al que no estamos habituados puede que nos cueste más esfuerzo y tiempo a la hora de interiorizarlo,pero lo grande del disco en relación al directo o a una película en el cine, es que puede ser escuchado cuando uno elija y por lo tanto las circunstancias personales del oyente pueden estar más controladas en relación a la obra en cuestión, no sé si me explico: te pueden decir que tal película es fascinante pero resulta que el día que vas al cine te han pasado cosas y puede que en ese momento no estás receptivo ni abierto a asimilar según qué mensajes, en consecuencia la comunicación creador receptor no se produce. Con el disco pasa que habrá otros días, otros momentos más propicios y de repente (claro, si ocurre, que ni mucho menos pasa siempre) un buen día te hace click. Se ha abusado y se abusa mucho de efectos como el Autotuner para afinar la voz o instrumentos en la grabación, la ejecución también suele ser un poco ficticia, en fin, la tecnología con sus pros y sus contras.

Vicent Andres Estellés vs Bob Dylan, ¿cómo no se le había ocurrido a nadie antes?
¡Bueno, sí, a mi mismo en «Font Serena de la Llibertat» en «L’Estiu»! (risas) No sé…es difícil encajar el ritmo de lo que ha escrito otro en una canción propia. Para mí, al menos, este es un aspecto irrenunciable y esencial del proceso. Soy bastante maniático por lo que respecta a la dicción y ritmo de la letra de una canción, influencia directa de la escuela musical anglosajona en la que me formé. En el caso de “Cant de Vicent” estoy muy satisfecho, sobre todo en directo este tema contagia de una manera que tal vez la grabación del disco no alcance a reflejar. Las reminiscencias dylanianas están ahí y a mucha honra. El viejo Bob nos ha dado mucho, muchísimo.

Una de las cosas que se agradece de tu disco es que las canciones cuentan historias, algo que parece olvidado en muchos discos actuales. ¿Crees que tiene algo que ver con lo que uno ha crecido escuchando?
Seguro. Recientemente ha muerto el autor que más me influyó jamás, Lou Reed, un tipo a través del cual asumí voluntaria y naturalmente ese rol de músico cercano a la literatura o la palabra. La cantidad de letras basura que hay en el rock cuando uno se detiene a analizarlas es escandalosa, y la cosa sigue. De hecho con el gran público, cuanto peor y más tópica sea la letra más funciona. Con Lou, eso no pasaba, siempre habían historias poderosas que te transportaban a mundos desconocidos y te acercaban a personajes fascinantes. Reed, Dylan, Cohen, Patti Smith … esos fueron originalmente mis referentes literario-musicales pero había otros muchos, incluso ahora hay cantidad de autores de canciones que cuidan al máximo la palabra,

Llama la atención que después de dos portadas tan bonitas como las de «Asincronia» y «L’estiu», hayas optado en «Youth» por reproducir simplemente el título del disco, ¿cual era la intención?
Fue una decisión compartida y debatida con la discográfica LaCasaCalba. Cada uno teníamos una preferencia de portada. Yo, con la cara de la niña que aparece en portada del libreto interior más el rótulo, que a los dos nos encantaba, y Francesc con la foto mía que cierra ese mismo libreto más el rótulo. Al final optamos por algo diferente, puede que más actual y directo, el título sin más en portada, incluso sin mi nombre.

Siempre hemos creído que fuiste un adelantado al utilizar el valenciano para unas canciones de marcada sonoridad anglosajona, algo que hoy en día ya parece más común.
Puede que sea más común hoy, pero no sé si tengo yo algo que ver con eso … La verdad es que cuando regresé de Australia (pasé allí tres años) venía con un puñado de canciones en inglés que luego adapte a mi lengua y se convirtieron en lo que fue mi primer disco en solitario, en diciembre de 1999. En aquella época recuerdo que ni de cerca había la producción en valenciano que hay en este momento. Los ‘80 y los ‘90 habían arrasado el legado de los antiguos referentes de la cançó y éramos sólo unos pocos con ediciones que presentar.  El sello La Destileria de Vicent Sengermés, posteriormente, Cambra Records, cumplió un papel importante en este sentido. Ya no me veía cantando en inglés y aunque era consciente de que mi elección me restaría muchísimas oportunidades, no dudé a la hora de tomar esa opción de lengua porque me parecía lo más natural e incluso lo más interesante y excitante, por el mucho terreno que había por ocupar. Nunca he ocultado mis raíces musicales aunque es cierto que durante una larga época, cuatro discos más o menos, la canción de influencia anglosajona compartía espacio en mi repertorio con sonoridades de otras partes del mundo. Necesitaba explorar posibilidades pero pienso que en el fondo, las referencias y modos de hacer que me identifican estaban siempre allí. Lo que comentaba antes: la dicción, el ritmo, las opciones armónicas… cuando Matt Bianco hacían una samba no sonaban como brasileños sino como ingleses pasando samba por su filtro personal.  Con «L’Estiu» regresé “ a casa” y cerré el círculo, ahí sigo.

Tu carrera es un grado a la hora de radiografiar la Valencia musical actual. ¿Cómo la ves?
Valencia es una ciudad con una relación difícil con su hinterland. Por una parte, la veo más abierta y por otra aún más cerrada que antes, aspecto típico de una sociedad donde todo está polarizado al máximo, donde la política deshonesta lo impregna todo, una tragedia desde el punto de vista cultural por la que ya estamos pagando un alto precio. Hay desconexión, pero afortunadamente también un buen número de gente inquieta y dispuesta a proponer cosas y romper moldes y prejuicios. Pienso que indudablemente producimos mucha oferta y también calidad aunque debido a nuestra falta de peso real tenemos una relevancia subsidiaria, de segundo orden. Conservamos una penosa tradición: duele ver lo poco o nada que se apuesta por la gente de aquí y a cuanto pelagatos de cualquier lugar se le concede un estatus y unas condiciones espléndidas, que en muchos casos en absoluto merecen. Es otro rasgo de nuestro carácter: en el fondo obedientes y poco dados a la autocrítica.

Y si la comparamos con la Valencia de cuando empezaste con C.O.D.A., ¿en qué crees que ha mejorado y en qué ha empeorado?
Ha mejorado en casi todo: salas, oferta de conciertos y de publicidad de los mismos, cantidad y calidad de músicos, producciones, academias, profesionalización, sellos propios, etc.  El peor aspecto es el de la práctica desaparición de tiendas de discos y estudios y de algo más primordial todavía, la ilusión y la fe que había antes por la apuesta artística. Ahora generalmente se empieza a tocar en una banda como un hobby más. Antes no entendíamos eso como hobby alguno, era la opción vital. Con toda la ingenuidad del mundo, nos lo queríamos comer a bocados grandes hasta que llegó el momento en que como dijo alguien, empezamos a asimilar que tal vez lo mejor que podíamos hacer era intentar que el mundo no nos comiese a nosotros.

¿Estas pendiente de los grupos que van surgiendo o prefieres investigar en el pasado? ¿Algunos descubrimientos que puedas compartir con nosotros?
Como oyente ya no sigo la actualidad a rajatabla pero es que durante casi dos décadas fui un fanático. Investigo eso sí en el pasado, donde hay mucho por descubrir, al fin y al cabo fue la gran época de la industria, los grupos y del predominio del rock. Me encanta un grupo australiano que se llama Husky y recomiendo fervientemente. Grandes canciones y directo que tuve oportunidad de ver junto a The Shins, que también me gustan mucho.  De aquí me ha gustó mucho lo que hizo Carles Dénia en el «Paradís de les Paraules», un discazo. Ahora mismo Arthur Caravan y Hugo Mas acaban de editar un interesante disco conjunto, a descubrir.