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Foto: Crystal Rolfe.

Todos los discos deberían ser como el debut de Nikki Hill. Directos, frescos y tremendamente sensuales. Al fin y al cabo, eso era el rock and roll. Si ya después tienen su prodigio vocal y un acompañamiento instrumental que, como una apisonadora, se lleva por delante hasta al más inmovil de los talibanes, la alegría sería triple. Y es que las comparaciones de Hill con grandes damas como LaVern Baker (con la que además guarda cierto parecido físico) o Etta James no son nada gratuitas, aunque la cantante prefiere tener los pies en el suelo, «es una locura. Alguien como Etta James … es como la reina. Y luego estoy yo. No hay manera de acercarse. La gente es muy amable al decirlo».

«Here’s Nikki Hill» es el título de ese primer álbum, toda una declaración de intenciones y un tributo a uno de sus grandes idolos, «sí, principalmente es un homenaje a Little Richard (el incendiario músico bautizó como «Here’s Little Richard» su ópera prima), pero también lo elegí para que la gente pueda recordar mi nombre al estar incluido en el título. Bastante fácil, ¿no?» (risas). Un disco en el que se suceden las canciones con marchamo soul, R’n’B, rockabilly, blues, gospel,… todo con una cadencia muy clásica, pero al mismo tiempo sonando muy actual. «Es sólo mi voz y lo que sale de mí cuando canto. Me gusta pensar que yo podría aprender a cantar muchos tipos de música, aunque …». Una amplitud de miras que le lleva a incluir dos canciones con ritmos reggae y a que fabulemos si su futuro (como el disco que nunca llegó de Amy Winehouse) podría circular por ahí, aunque ella no parece darle mucha importancia, «sólo es muestra de otro estilo que nos gusta». Porque a Hill, le encanta la música de todos los estilos y épocas. «No todo tiene que estar en el pasado, pero es sin duda donde más impresionada estoy con las canciones, en su conjunto. Actualmente me encantan las bandas que graban en Daptone Records. Cosas realmente increíbles«.

Nikki Hill creció cantando en el coro de gospel de su iglesia y viendo a sus hermanas bailar alrededor de lo que emitía la MTV. «Pensaba que los grupos de chicas y las bandas de rock con chica al frente era muy cool. Bueno, y lo sigo pensado». Pasados unos años, cambió los cantos espirituales por la escena punk de su ciudad. Dos antecedentes que no cree que hayan marcado su carrera posterior,  porque «antes o después, el rock and roll se hubiera cruzado en mi camino». Quien sí se cruzó en su vida fue el guitarrista Matt Hill, con quien además de matrimonio comparte la composición de las canciones. «Trabajar con Matt es increíble. Es mi mejor amigo y mi compañero musical. Toca para complementar mi voz y, realmente, impulsa las canciones a una gran intensidad, creando un sonido compacto para una banda de cuatro, pero dando espacio para todos en la banda».

Juntos parieron un disco incendiario en cuyo resultado, seguramente, tuvo mucho que ver cómo se desarrolló la grabación. «No fue muy pensado. No teníamos ese tiempo. Nos metimos en el estudio y sólo dejamos que fueran saliendo las canciones. Grabamos dos veces y luego pasamos un día mezclándolo, todo durante un período de un par de meses. Todas las canciones, excepto cuatro de ellas, no fueron ensayadas previamente. Así que estábamos aprendiendo y grabando el mismo día». Once canciones que se cierran con un arrebatador gospel, que no por casualidad sirve de punto y final, «creo que es donde mejor encajaba, estructura todo el disco y te deja satisfecho». Nada, ni nadie, lo podría definir mejor.