Alberto Montero

Basta escuchar los 6′ 21” que dura “Puerto Príncipe”, la canción que abre y da título al tercer (primero en BCore) disco de Alberto Montero, para entender que con él las etiquetas se quedan muy pequeñas. Montero mima todo tipo de sonoridades y las mezcla con tal maestría que el resultado luce con orgullo el término “canción”. Y es que en su música hay folk, pero también pop, psicodelia, jazz, tropicalia, aires latinoamericanos, rock juglar, Vainica Doble y Robert Wyatt, el sonido Canterbury, aires evocadores y bucólicos, y como hemos dicho, sobre todo CANCIONES, algunas incluso con madera de hit prolongado como “Hoy ayer”.

¿Qué balance haces de «Puerto Príncipe»?
Estoy contento por las buenas críticas recibidas y porque el disco ha llegado a más gente que los anteriores. Vamos a seguir trabajando para crecer un poquito más. Pero vamos, muy feliz por la acogida que ha tenido.

Por primera vez asumes labores de producción, aunque sean compartidas, ¿te viste preparado, te apetecía, o fue algo en parte provocado por el cambio de sello y que, por ello, tal vez, ya no tuviera sentido la presencia de Juan Pedro Parras de Greyhead que se encargó en los dos anteriores álbumes?
Con Juan Pedro la relación es larga, hace casi 10 años que nos conocemos y somos muy amigos. Su labor de producción fue más intensa en los primeros años de Shake (grupo anterior de Alberto Montero) y mucha de mi educación musical se la debo a él. Por eso en los últimos discos, como «Claroscuro», ya me decía que me pusiera yo en los créditos como productor, que realmente ya me producía yo solo los discos porque a esas alturas tenía poco que decirme y se fiaba de mi criterio. Por eso, no fue tan nuevo para mi producir «Puerto Príncipe», aunque siempre me ha sido de ayuda la visión crítica y las ideas de Juan Pedro.

En ese sentido, ¿en qué ha cambiado la elaboración y grabación del disco respecto a los otros dos?
Normalmente yo me maquetaba el disco en mi casa y después lo sometía al juicio de Juan Pedro. En este caso pensé que le podía dar un aire nuevo maquetarlo en el estudio casero de Román Gil y aprovechar su talento durante el proceso. Además, este disco ha ganado más pausa, porque en El Sótano, con Dani Cardona, grabamos las bases, voces y arreglos de cuerda y después, con calma, grabamos en nuestros estudios caseros los arreglos que arropan al disco, como arreglos de guitarra, pianos, percusiones o vientos.

«Puerto príncipe» destaca por su variedad sonora, pero al mismo tiempo por la coherencia de su discurso. ¿Te costó mucho encajar las piezas de un puzzle tan ecléctico y personal al mismo tiempo? ¿Descartaste algo precisamente porque pudiera suponer una ruptura que chirriase con el resto del disco?
Dudé hasta el último momento en incluir «Para Nada», porque me parecía que desencajaba un poco con el resto del disco, pero Xavi Muñoz (bajista de la banda) me animó a incluirla. Por lo demás, intento hacer encajar el puzzle a la hora de ordenar las canciones, pero nada más. No hay un concepto previo para dotar de unidad al proyecto cuando me pongo a componer. Supongo que hay algo muy mío en cada una de ellas que le da un carácter unitario al disco.

Llama la atención y despierta la curiosidad cómo te planteaste la composición de «Puerto príncipe» (la canción) y la decisión de que abriera el álbum, porque es una carta de presentación que empuja a la escucha hipnótica del resto de canciones. ¿Fue muy complicado conseguir que toda esa variedad sonora, en poco más de 6 minutos, avanzara sin desentonar y sin que el oyente se percate de las transiciones?
Tuve durante mucho tiempo la primera parte, esa de los papapapapá. No sabía que hacer con ella ni que letra ponerle, todas me sonaban mal. Un día, retomando la canción, me salió la continuación, la parte de la melodía de violines y la parte más fingerpicking de después. Posteriormente se me ocurrió la idea de continuarla con la misma melodía del fingerpicking pero hacer una variación más africana, más bailable a lo Fela Kuti, y se me ocurrió ese riff de bajo. Después pensé en que cerraría la canción como la había empezado pero me faltaba una parte transitiva entre el centro y el final. Y así fue básicamente como la compuse. A la hora de ponerle letra decidí que quedaba mejor el tarareo que utilizaba hasta entonces que cualquier letra que le pudiera buscar. Cuando ordenaba el disco y probaba diferentes órdenes siempre tuve claro que quería esta de entrada y «Autoequilibrio» de salida. Me parece una buena declaración de intenciones, como una especie de rito de iniciación al disco.

Aunque reivindicas ciertas músicas de raíz no anglosajonas, no renuncias a estas y además consigues un perfecto equilibrio entre ambas. Muchas veces asistimos a músicos que o rechazan todo lo que no sea anglosajón o al contrario, que después de años oyendo música de ese tipo, descubren que el mundo es más grande y hacen borrón y cuenta nueva. En tu caso, ¿tiene mucho que ver el Alberto Montero oyente de discos?
Sí, totalmente. Pero también tiene mucho que ver el paso al castellano, que hizo que escuchara más música en mi lengua materna, aunque siempre se escucharon cantautores sudamericanos en casa de mis padres o cosas de aquí como Lole y Manuel.

Casi todos los críticas coinciden en que «Claroscuro» supone el punto de inflexión de tu carrera. ¿Crees que en algo tuvo que ver el cambio de idioma? Desde dentro, ¿coincides con ellas?
El cambio de idioma hizo que me aproximara más a mí mismo y mi música ganara en personalidad y madurez. Además me pilló en un momento en que tanto las influencias de Juan Pedro como de Ricardo Cortés (mi profesor de piano y quien me metió el gusanillo de la clásica) comenzaron a cristalizar. «Duermevela» es mi canción favorita, es algo que siempre quise hacer pero que veía difícil materializar. De hecho sólo la he tocado una vez en directo. Fue en el Colegio Mayor Lluis Vives. El vídeo lo tengo colgado en youtube.

¿Qué es Montero de Halcones?
Montero de Halcones es una colección de canciones que hice con Jesse Sparhawk, músico de Filadelfia. Lo conocí en Valencia, cuando hice de telonero de Fern Knight, en el 2008. Mantuvimos una relación por correo electrónico y a los miembros de Fern Knight les entusiasmó «Claroscuro» cuando salió. Jesse me propuso ponerle voz y letra a un tema suyo, y como la cosa salió tan bien hicimos cinco más. Al final lo hemos editado por bandcamp. Una pena que pase tan desapercibido, porque las canciones me encantan, y los músicos que han participado son de quedarte con la boca abierta. Por ejemplo, las baterías de Peterson Goodwyn son descomunales. Y, en estos momentos, estamos hablando con José Guerrero (Betunizer) para ver si nos edita con su sello, Mascarpone.

Algunos pasajes de tus canciones encajarían perfectamente en una película. ¿Te gustaría componer bandas sonoras? ¿Para quién?
Me encantaría ser Nino Rota y hacer las bandas sonoras que hizo para las películas de Fellini. Hay una melodía que me vuelve loco, la que utiliza como base de la banda sonora de la película «Roma». Sería un sueño ganarme la vida haciendo bandas sonoras. Lo que no me gustaría es depender económicamente de mis discos personales, porque no quiero hacer canciones bajo una dinámica y una exigencia de mercado.

¿Cómo ves la Valencia musical?
Con los males que, supongo, aquejan a toda escena local: la endogamia y el colegueo. Creo que a veces se confunde el apoyar al músico de aquí con la sobrevaloración. De todas maneras, creo que Valencia está viviendo un gran momento, sobre todo de lo que se ha llamado desde los medios la escena underground.