Los Potros
Una de las cosas que tuve claro desde el primer día que Verlanga comenzó a andar es que nunca sería esclava de la actualidad. Incluso todo lo contrario. Que lo ideal sería guardar un equilibrio entre pasado y presente porque la cultura no tiene fecha de caducidad. Retrocedamos, pues, 26 años en el tiempo.

1989. La Movida es un espejismo de lo que fue e intenta sobrevivir con más pena que canciones. Alaska y Dinarama han mutado en Fangoria; Gabinete Caligari comienza su cuesta abajo con Privado incapaces de superar su Camino Soria; y Loquillo y los Trogloditas y Radio Futura saborean las mieles del éxito, de sus discos en directo, ajenos a lo que ello significa y sin advertir que antes lo habían disfrutado Nacha Pop con el que supuso su último trabajo.

Tres magníficos álbumes llegan a las tiendas (En el club de Los Flechazos; La luz en tus entrañas que significaba el debut largo de Surfin’ Bichos; y Recién levantao de los nunca, suficientemente, reivindicados, Domingo y los Cítricos), pero aunque la crítica los recibe con aplausos, las ventas ya no son lo que eran. Ese mismo año, el indie comienza a sacar la cabeza del cascarón y sellos como Subterfuge o Elefant Records licencian sus primeras referencias.

Es esos momentos de incertidumbre musical, el barrio de Malasaña, de Madrid, se había convertido en peregrinaje de unos cuantos devotos de las guitarras, el garage, los ritmos sixties y el fuzz. El inolvidable Kike Turmix al frente de esa apisonadora que respondía al nombre de The Pleasure Fuckers; Imposibles o Sex Museum, son sus principales abanderados. Precisamente de estos últimos, había salido José Lanot, talentoso guitarrista que después de probar fortuna en Vancouvers (otro grupo para la carpeta de «Recuperaciones Urgentes»), comienza a ensayar con Los Potros, un enérgetico combo adicto a las melodías, pero sin renunciar a vigorosos riffs de guitarras.

Los Potros sufren la salida de dos de sus miembros fundadores por desavenencias con Lanot y ya convertidos en trío, como sus admirados The Jam, graban en 1990 Black Light, uno de los mejores discos que se han registrado, jamás, en este país. Munster Records sabe lo que tiene entre manos y apuesta fuerte. Carpeta desplegable; letras en el interior en inglés y castellano; producción soberbia a cargo de Julián Infante (que parece descargar aquí todo lo que no le dejaron hacer con Tequila) y Manolo UVI; anuncios en prensa especializada;…

Las doce canciones de Black Light (que ya desde la portada parecen estar guiñándole un ojo a The Who) no renuncian a sus influencias, pero gracias a los arreglos y sobre todo, a la particular manera de cantar de Lanot, lucen personalidad propia, algo no muy extendido en los grupos españoles del momento. Abre Inside my brain que ya avisa que sí, que aunque las melodías más clásicas van a tener protagonismo en esos surcos, el espíritu de bandas como Buzzcocks o Nerves también se va a quedar a tomar algo. El álbum encadena después un glorioso tramo con tres temas absolutamente arrolladores, brillantes, pegajosos, redondos, tres hits que deberían haber hecho saltar las listas de éxitos (To keep you satisfied; Close your eyes y Shades of myself), en los que los Beatles y Hollies se intercambian instrumentos y estribillos y coros.

Con semejante arranque, es imposible que decepcione y así ocurre. Se suceden las canciones y se abre el espectro sonoro. Etiquetas como power-pop o garage-mod no son suficiente. Aquí hay pop, rock, beat, aires de psicodelia bien contenida, e incluso momentos más oscuros, fruto del descubrimiento que, poco tiempo antes, habia hecho Lanot de The Cure o Joy Division. Las letras se mueven entre la tristeza y la melancolía con el amor, o el desamor, como núcleo narrativo. Todo está a favor para que Black Light situe a Los Potros en un primer plano, pero…

La historia de siempre. Esa que algún día alguien tendrá que escribir y que desgraciadamente cada vez tiene más capítulos con más discos buenos olvidados. Los Potros se separaron cinco años después cuando, según la rumorología, iban a fichar por una multinacional. Nos quedan sus canciones. Y este pedazo de álbum que si no tienes y te cruzas con él, no deberías dejarlo escapar.