Su guitarra ya es una declaración de principios. Forrada con fotos de mujeres, puños en alto y una frase en gallego: Non son fada. Ses no engaña, como tampoco lo hacen sus canciones. Una invitación al baile y la diversión, pero concienciada. Lejos de los panfletos, pero avisando y alertando sobre lo que nos rodea. Opoñerse a extinción (Fol Música, 2016) es su cuarto disco hasta la fecha, aunque ella reniega con razón del primero.

¿Cómo acaba una profesora y licenciada en Filología Gallega y 
Antropología Social encima de un escenario y grabando discos?

Con un cúmulo de casualidades de la hostia. A mi me pasó eso de las películas. Va una tía guapísima por la calle y un señor la asalta diciendo: «oye, eres muy guapa, ¿quieres ser modelo? Esta es mi tarjeta». Pues a mi me pasó lo mismo pero en feo. Probé suerte y hasta hoy.

Opoñerse a extinción, tu último disco, salió hace casi ya un año. Cuándo lo
 escuchas ahora, ¿cómo lo ves?

Bueno, yo siempre regular, pero eso es defecto del animal. Veo que es sincero y que es humilde en su propuesta, pero ya cambiaría muchas cosas, algo que me tranquiliza, pues el día que no sea así creo que tendré que volver a la hostelería.

En ese álbum las canciones se mueven entre las que enfocan 
hacia la tradición rock o blues y las que se acercan a las raíces
 folklóricas tanto gallegas como latinoamericanas. ¿Cómo consigues mantener ese equilibrio?


En realidad yo no «consigo» nada, el eclecticismo que se ve en los discos no deja de ser consecuencia directa y natural de lo ecléctico de mi consumo. Es decir, somos lo que comemos y yo como de todo, entonces, una vez metabolizado si lo dejas salir libremente y sin complejos ni prejuicios, lo que obtienes es la realidad de lo que tú eres, de lo que a ti te ha nutrido. Es un proceso natural, si se quiere la parte más consciente y voluntaria de lo que aporto es el renegar de complejos estúpidos que tanto daño le están haciendo a las artes.
Yo soy lo que soy, mi pueblo es lo que es y mi música es el resultado orgulloso de ambas biografías.

¿A qué hace referencia la extinción del título? ¿A la música,
 a la lengua gallega?


A la identidad, a una doble identidad. Por un lado a una identidad humana que agoniza como yo la entiendo: natural, visceral, pasional, empática y solidaria. El neoliberalismo y su ausencia de principios éticos básicos ha logrado que paseemos por la calle y no nos provoque más movimientos internos ver un banco que ver a otro ser humano tirado en la calle. Ha hecho que nos veamos como simple mobiliario urbano y estamos tendiendo al mundo feliz de Huxley, al estado hobbesiano de la naturaleza.

Por otra parte y como consecuencia directa de lo anterior, mi lengua y muchas otras alrededor del planeta agonizan también. La tendencia del sistema a la homogeneización cultural a todos los niveles, la estructura piramidal en todos los ámbitos de la vida y el dar valor sólo a lo que es rentable económicamente, hace que los de la base estemos condenados a la extinción.

Tu primer disco, Admirando a condición (Airapro Producións,2011), se abría con una 
canción en la que decías que no querías ser un Rolling Stone. ¿A
qué te referías exactamente?

En realidad no me refería a mi, si no a un personaje ficticio, aunque evidentemente tenga mucho de mí. Yo no querría nunca ser un Rolling Stone en ninguno de los sentidos de la palabra. Siempre digo que hay dos tipos de músicos: los que tienen la música como fin y los que la tienen como medio. Yo no tengo la música como medio de conseguir prestigio social, dinero o fama (si fuese así cantaría en otro idioma con menos ropa y me pondría a dieta), yo tengo la música como fin. Mis canciones son mi fin, es lo que me gusta hacer y es lo que me hace pasarlo de la hostia.

Cuando mejor me lo paso es cuando estoy construyendo un tema y va bien, y cuando más me agobio es cuando no consigo hacerlo sonar; eso es lo que me apasiona: la música. Lo demás es un añadido que a veces es incluso incómodo. Pero yo creo sólo en el arte como fin, en la música como fin. Lo demás, como decía Galeano, es mierda.

Aquel disco es el único de los cuatro que has publicado en el que
 no apareces en la portada y casualmente es el que tiene una
 producción más plana. ¿Es coincidencia o el hecho de aparecer a
partir del segundo era una manera de reivindicar tu «verdadero
 sonido»?

Sí, el primer disco es el único que yo no produje y el motivo de decidir producirme yo misma. Para una mujer es muy duro este mundo, hay mucha hiena interesada en hacerte ver que te equivocas, bien sea de un modo agresivo o desde la deshonestidad del paternalismo, ese «ya yo te ayudo, mujer, estás equivocada pero ya estoy yo aquí para enseñarte. Tú canta y no opines».

Ese disco me horripila, me parece pretencioso e inorgánico y hay canciones en las que parezco gilipollas de tan anulada que estaba. Me sentía una verdadera mierda y estuve a punto de dejar de cantar, si no es por mi amigo Xabier Ferreiro (percusionista de Luar na Lubre) que me dijo: «Ses, olvídate, tú vales para esto, tú sabes hacer canciones, yo lo sé y te voy a ayudar», y vaya si me ayudó. Me enseñó y me regaló lo más bonito que se le puede regalar a una mujer en este mundo: tratarme como a una igual a todos los niveles y creer en mi criterio». Pero lo más importante, me enseñó que yo era la que tenía que equivocarme. Aunque el los siguientes discos también haya cosas que me horripilan, esas cosas son MIS equivocaciones no las de ningún Mesías. Y ahí están mis brillos y mis miserias, que te gustarán o no, pero son verdad.

Tu música es muy reivindicativa y militante, pero no renuncia a la 
diversión y a la fiesta. ¿Crees que esa conjunción es la ideal para
que el posible mensaje tenga mayor difusión?

Totalmente. Una revolución en la que no pueda bailar no es mi revolución. Yo no soy una militante, soy una resistente, pero como muy bien dices, el mensaje no puede calar si no es real. Este es el núcleo, la honestidad. Claro que hay profundidad en mí y crítica y denuncia y rabia e ira a veces, pero también soy una tía muy vacilona, muy viva. Me encanta bailar, hacer bromas, disfrazarme, hacer reír a mis amigos, me encanta hacer reír a la gente y me encanta estar viva. Y creo que sólo desde el vitalismo podemos hacer que la gente salga de ese proceso de anestesia en el que el sistema los coloca.

Para superar la enfermedad hay que diagnosticarla, hay que ver lo malo y joderse al escucharlo, pero porque ese es el primer paso para curarlo, ser conscientes de que nos enfrentamos a un puto cáncer muy corrosivo, porque la sociedad tiene metástasis. Pero para sanar hay que estar alegres, vivas, fuertes, y para eso hay que intentar vivir lo más feliz que se pueda y bailar y cantar y que no nos roben lo poco que nos queda, que son nuestras emociones. Es difícil, pero es la única manera, a mi modo de ver.

¿Crees que la música siempre debe de tener un compromiso social?

Esta pregunta es muy compleja. A priori la respuesta es claramente no, porque el arte coaccionado no es interesante. Pero no es tan sencillo, porque también puedo decirte que el arte es expresión de sentimientos y, por definición, exige un grado de profundidad.
Cuando un ser humano es profundo, lo lógico es que el análisis de su contexto también lo sea y el sufrimiento que le retribuya los males de tal contexto sea mayor. Es decir, tú vives en sociedad y si la sociedad está permitiendo lo que está permitiendo hoy en día, o eres muy mala gente o tienes que sufrirlo. En tal situación, cuando haces una canción que habla de ti, lo normal es que parte de ese sufrimiento salga a la luz en mayor o menor medida. Que salga la defensa de los tuyos. Si nunca nunca sale…ufff…no sé, a mi me huele a cobardía o a desidia o a frivolidad, y claro, no me interesa igual la superficialidad y la cobardía que la profundidad y el valor.

No sé si me he hecho entender, pero creo que esto es para muchas cervezas y dos sillones.

¿Haces alguna versión en directo?

Una: Labrega Bergantiñana. Es una versión de Guantanamera y es muy simpática, porque Labrega significa guajira (campesina) y bergantiñana es el gentilicio de una región de mi País de la que es mi familia. Sería como decir «campesina valenciana» en vuestra lengua.

Durante unos años, hubo una serie de músicos gallegos al margen
 de la escena rockera (Na Lúa, Luar na Lubre, Carlos Núñez,
Milladoiro, …) que tuvieron cierta repercusión a nivel nacional,
 ¿por qué aquello desapareció y no se ha vuelto a repetir con la
misma fuerza?

Porque si te fijas, lo que mencionas entra dentro de lo que se denominó en los 90 «world music» (un sintagma que me desconcierta porque no sé qué tipo de música no es del mundo).
En aquel momento las grandes multinacionales apostaron por vender géneros desconocidos a nivel internacional, enviando ojeadores a diferentes regiones, en especial a las que eran una mina musicalmente y estaban sin explotar. Este era nuestro caso. Y además éramos muy vendibles, porque nos englobábamos dentro de la llamada «música celta», lo que hacía que el mercado potencial fuera más amplio y muy rentable. En primer lugar en diferentes puntos del Atlántico en que había «naciones hermanas» interesadas en reivindicar dicha identidad (Bretaña, Irlanda, Escocia, Asturies…) y con movimientos políticos asociados que creaban además una red de eventos autogestionados a mayores.

En segundo lugar porque esta categoría era también muy apetitosa para cualquier festival de música «étnica» alrededor del mundo. Eso se explotó y a otra cosa mariposa.

Cuando se trata la música como un producto es lo que pasa, que el producto se explota hasta que las grandes compañías quieren y después hasta luego, Mari Carmen. Lo mismito que con los artistas. A mi me da mucha pena ver a los niños en las plataformas de OT, La voz y todas estas payasadas, porque ellos tienen sus ilusiones y sus sueños y su inocencia, y no se dan cuenta de que al éxito no se llega jamás por el ascensor, al éxito hay que subir por las escaleras, con esfuerzo y sudor. Si subes por el ascensor de una gran compañía, el ascensor es de ellos, lo paran cuando quieran y te quedas encerrada; o le cortan los cables y te dejan caer. En las escaleras te puedes tropezar o puedes tener que parar a descansar, pero nadie te puede cortar los cables.