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Que The Warlocks incluyeran un tema titulado «Song  for Nico» en su primer disco no fue ninguna casualidad. Que su guitarrista y cantante, Bobby Hecksher, participara en la grabación de «Stereopathetic Soulmanure», segundo álbum de Beck, tampoco. Que, además, fuera Anton Newcombe, de The Brian Jonestown Massacre (con los que tocó durante un tiempo) el que le animara a componer sus propias canciones y a cantar, menos aún. Y, que en varias entrevistas, haya reconocido como sus principales influencias a la hora de empezar a componer a Butthole Surfers, Sonic Youth, My Bloody Valentine o The Velvet Underground, más de lo mismo.

Hace unos años e impulsado por la coincidencia temporal de Tame Impala, Temples o Jacco Gardner, el término nueva psicodelia acabó salpicando a tal número de bandas que perdió casi su significado. Poco faltó para que alguien ejerciera de padrino en el bautizo de la nueva psicodelia de la nueva psicodelia. Para evitar tales caricaturas, lo mejor es girar la cabeza y mirar al pasado. Cerca de veinte años llevan los estadounidenses The Warlocks grabando discos. Álbumes llenos de pasajes atmosféricos, calma intensa, espirales envolventes, precisa gotas shoegaze, melodías que podrían reproducirse hasta el infinito y un andamiaje de clara reminiscencia pop. «Songs from the Pale Eclipse» (2016) es el más reciente. Y la prueba más palpable de que, en ocasiones, superponer capas no es sinónimo de querer ocultar algo, sino todo lo contrario.


The Warlocks actúan el viernes, 23 de septiembre, en el 16 Toneladas. Antes se subirán al escenario los valencianos Mental Signals con sus melodías oscuras herederas de los ochenta mejor digeridos y los ingleses Dead Rabbits y sus ondas sonoras expansivas.

Así suenan The Warlocks: