Decía Rafael Azcona que renegaba de la añoranza, pero no del recuerdo. Se le puede comprar la frase excepto si hablamos de arroces. Entonces hay que quererlo todo, añoranza y recuerdos. Tener nostalgia de los buenos arroces comidos. Archivarlos en el disco duro de la cabeza con carpeta propia. Aquella paella de Casa Diego, del Canyamelar. El del senyoret en el Trinquet, en Jávea. El Bibim Bap de Yuk Mi. El con leche de Ancón. El de cocido de una madre. El arroz al horno de una suegra. Ahora, también, el de la foto, en Yarza.

Yarza está donde antes estuvo La Vendimia. Manu Yarza lo ha reformado. Más luz y cocina a la vista. Manu Yarza es joven, pero cocina como si doblara su edad. Tuvo buenos maestros, Patiño en Óleo y Aleixandre en Ca Sento. Cuando sale el arroz se hace el silencio. Del senyoret, con sepionets y ortiguillas de mar. El arroz y la traca, en València, tienen que oler al instante. Y así es. El grano está en su punto, fina capa, sin amontonarse, ideal para rascar al final. El pescado, también sabroso, acompaña sabiéndose invitado estrella. Las ortiguillas es como darle un mordisco al mar. Su sabor no se puede comparar con nada. Solo con el mar. La prueba del algodón es la pregunta de siempre. ¿Volverías? Un sí rotundo. Por el arroz, sí, pero también por ese locurón que son sus buñuelos de bacalao.

El Restaurante Yarza está en la calle Císcar, 47, de València.