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Foto: Eva M.Rosúa.

Los más de 200 objetos diseñados para la gastronomía y sus periferías (en tres áreas temáticas: cocina, mesa y comida) que se pueden ver en la exposición itinerante «Tapas. Spanish Design for food» (organizada por Acción Cultural Española) que recala en el Centre del Carme (hasta el 22 de enero, 2017) explican la palpitante historia nuestra gastronomía española de casi los últimos 100 años. Si ponemos el ingenio revolucionario de la primera patente mundial de olla rápida concedida en 1919 al zaragozano José Alix Martínez (titulada como «una olla para toda clase de guisos que se denominará olla exprés»), al lado de la máquina roner (un termostato que regula la temperatura para cocinar al vacío) ideada por el propio cocinero Joan Roca en 1999, se pone de evidencia como los inventores (los peritos industriales de antaño, ahora diseñadores) sin meterse en harina, colocaron en nuestras vidas mitos que aún reinan en  la cocina doméstica. Gabriel Lluelles Rabadà es otro ejemplo de una prehistoria que sigue viva a través de inventos como la Minipimer o el exprimidor de Braun. Mucho tendremos aún que esperar para que los nuevos ingenios aplicados a la alta cocina (sous-vide, impresoras 3D…) se democraticen en nuestros hábitats con la misma fuerza que por ejemplo el último en llegar no exento de polémica (como siempre ocurre en estas incorporaciones), el microondas.

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Pieza de Ferran Adrià y el diseñador industrial Luki Huber que imita una lata de caviar iraní en la que se servía caviar esférico de melón en elBulli. Foto: Eva M.Rosúa.

De la misma manera que la comida entra por los ojos, toda la parafernalia con la que vestimos nuestras mesas también está presente en esta pasarela española del diseño gastronómico, de la que nos llevaríamos lleno (lástima que no tengamos espacio) el reinterpretado carrito de postre por los hermanos Roca, el «RocaOnWheels». Un artefacto a lo willy wonka, rocambolesco e irresistible como su proyecto y autoproducido directamente desde su imaginación. El juego de la panteología de los objetos domésticos nos permite comprobar entre vitrinas como el castizo botijo de anónimo inventor se convierte en un botijo-botella de terracota con valor añadido por arte y magia del prolijo diseñador Héctor Serrano (Valencia, 1974). Producido en 1999 por La Mediterránea y convertido hoy en todo un clásico de la modernidad. Y junto a la terracota, esta exposición está hecha de múltiples materiales al servicio del diseño: la bella cerámica de Sargadelos, el vidrio de la infalible aceitera antigoteo de Rafael Marquina, el gres de la imperecedera vajilla diseñada en los 50 por Jordi Aguadé que sin embargo pareciera concebida anteayer. Nuestra gastronomía es tan rica como el diseño aplicado a ella.

 

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A la derecha de la imagen, silla «Garriris» de Javier Mariscal. Foto: Eva M.Rosúa.

Comprobamos como el contenido condiciona las formas más curiosas y estos diseños se crearon para albergar una larga historia de platos que encuentra en la tapa su más excelsa manifestación. Pero más nos vale que en lugar de hincar el diente a las diseñadas por los geniales Apparatu (a imitación de las réplicas en plástico de los restaurantes japoneses), salivemos en el recorrido de la tercera parte de «Tapas. Spanish Design Food» que se inicia con nuestra clásica paella o la aceituna rellena anchoa, de la que dijo el arquitecto Óscar Tusquets «es el mejor invento español de todos los siglos». No seremos nosotros quienes contradigamos a una mente tan preclara. Y porque no solo de clasicismo nos alimentamos, también hay hueco en este epílogo de la exposición para la innovación como la casa de pan para pájaros construída con las migas sobrantes de la pionera y desaparecida panadería ecológica BarcelonaReykjavik, o los caramelos vegetales del colectivo de diseño castellonense Papila que no quieren, ni podrán competir con la mítica marca también presente, «Chupa Chups».

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Frutero «Malla» diseñado por Curro Claret basado en el reciclaje. Foto: Eva M.Rosúa.

Botellas de vino que atraen por sus etiquetas junto a sacacorchos que son eficaces en abrirlas con el mínimo esfuerzo (el indispensable diseño de David Olateña en 1932), utensilios para cortar el jamón con los que nos seguimos peleando a la espera de nuevos diseños que nos lo loncheen con automatismo (todo llegará), palilleros con forma de muela para dignificar un repugnante uso español, platos para comer de pie (estudio Nadadora) que deberían estar obligados en todos aquellos eventos en los que comer, beber y saludar se practican a la vez… son algunos pocos ejemplos de una gran exposición de minuciosa visita que es una muestra plural, rica y documentada de la larga carrera del diseño gastronómico en nuestro país, y lo que le falta.

«Tapas. Spanish Design for food». Centre del Carme. Hasta el 22 de enero.

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