Foto: Eva M. Rosúa.

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Nombre: Antoni Sendra Barrachina.
Edad: 33 años.
Lugar de nacimiento: Valencia.
Lugar de residencia: Valencia.
¿Cómo definirías tu actividad artística? Soy Director y Animador de motion graphics.

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Cuando la economía de las palabras esenciales se alía con la fuerza de las imágenes, cuidadosamente trabajadas, el resultado son piezas audiovisuales de fuerte impacto. Antoni Sendra forma parte de una generación para los cuales la creatividad es sinónimo también de técnica, y cada vez depura más una y otra. En constante aprendizaje este creativo amalgama poesía e imagen con una potencia sin precedentes.

¿Qué te conduce hasta el sector audiovisual?
Me lleva fundamentalmente la creatividad. En mi caso se produjo por un acercamiento al dibujo, a las artes plásticas. Creo que todos los que empezamos trabajando con la expresión personal tocamos, al principio, varios campos. Empiezas a dibujar pero luego tangencialmente, te pica el gusanillo de la escritura, y escribes unos cuantos relatos, o un poema… Pero en mi caso ha estado muy presente la imagen: primero a través del dibujo, y luego con el audiovisual. A él llegué, no por mi cinefilia (no he sido nunca un gran cinéfilo), sino porque es el medio de expresión más en sintonía con el tiempo en el que vivo. Es el más acesible, por lo tanto fue un acercamiento natural. Mi primera aproximación fue por medio de la narrativa, del guión, los procedimientos narrativos, la literatura… Es decir, con la rama más humanística del medio, más que con su vertiente técnica o cinemática de captación de la imagen.

Hoy en día, ¿tu interés está compensado entre esas dos vertientes del audiovisual?
Sí, totalmente. Tenía mucho miedo al principio, porque no tenía una inclinación hacía la tecnología. Era un mundo al que le tenía mucho respeto. Mi generación no nació con el ordenador. El tema de la edición o la captación de la imagen, me imponían. Al no poder acceder a Comunicación Audiovisual por nota de corte, estudié Humanidades (un popurrí de antropología, filosofía, historia, literatura…) pero no me gustaba mucho; y de ahí salté a un ciclo formativo de grado superior que se llama Realización Audiovisual. Entré con miedo (frames, edición lineal, resoluciones… son términos que asustan mucho), pero al poco lo perdí, hasta el punto que hoy en día, en mi trabajo la tecnología está incorporada de una forma patente. Soy consciente que cada vez está más aliada con los nuevos lenguajes. Es una herramienta más para poder realizar mis piezas, con la que disfruto.

La formación académica sí que fue importante en tu caso.
Fue muy importante estos estudios en Juan Comenius. Una enseñanza técnica de dos años que fue para mí como una mini escuela de cine. Una enseñanza muy completa que reunía tanto los fundamentos teóricos (tipos de planos, lenguajes…) como prácticos (captación, edición, escenografía…). Desde hace tres años, ha habido otro punto de inflexion en mi formación, y ha sido el mundo de internet. Descubrir la comunidad de gente que a través de foros, comparten conocimiento. Soy un voraz consumidor de tutoriales (sobre todo de motion graphics o de animación). Creo que la formación en mi sector nunca se termina, es una condición indispensable tener afán por aprender. Vivimos en un mundo en el que la tecnología se renueva cada dos años. Se trata de estar al tanto de cuales son las estéticas del momento. Por ejemplo, en el mundo de la publicidad es fundamental.

¿Y estás pendiente en las redes, del trabajo creativo de otros?

Estoy en un momento en que creo que llega a ser perjudicial estar tan pendiente de lo que hacen los demás. Corres el riesgo de no hacer piezas para tu expresión o para clientes, sino piezas para la galería. Me refiero a “voy a hacer una pieza para ver si me eligen en tal blog o entro en esta revista”. Eso es peligrosísimo. Juega en contra de la libertad y de la creatividad. Utilizo las redes, sobre todo Vimeo, para estar al día del nivel de calidad. Esos portales actuan como baremo de la excelencia del momento y para probarme a mí mismo si puedo estar ahí. Como profesional siempre voy a estar pendiente de eso, es un compromiso. Pero la parte que tiene que ver con la cultura del like, de la palmadita en la espalda, del ego… que es de lo que adolecemos la gente creativa, hay que intentar desintoxicarse un poco. No se cómo lo voy a hacer, pero estoy convencido que debo administrar mejor esa energía que se me va por ahí y dedicarla más a la creatividad pura. Empoderarse. Nutrirse por otras vías.

¿Cuál es la fase del proceso creativo que vives más intensamente (para bien y para mal)?
Lo más intenso es la pre-producción, la parte anterior a un rodaje. En la que la idea se tiene que articular de una forma lógica a nivel de producción. Estamos en un momento en el que las funciones de los equipos profesionales van variando. Muchas veces, asumo la producción de mis propios proyectos, y me veo en la necesidad de tener un control riguroso de todas las fases. En un mundo con más medios, este tipo de cosas se delegan. Sufro mucho porque no puedo desligarme de los aspectos de producción que van a condicionar la realización de esa idea. Eso es lo más intenso, porque trabajo mucho bajo presión. En contra de mi voluntad (porque me gustaría disfrutar más de esa etapa inicial creativa), disfruto mucho más en los retoques finales. Cuando ya lo veo hecho, me relajo con ese empaque final. Intento que cada imagen final esté bien a todos los niveles, dándole una coherencia a través de la corrección del color, de las texturas…

Foto: Eva M. Rosúa.

¿Prefieres trabajar con total libertad creativa o prefieres que haya algunos condicionantes, pautas, que te guíen?

Tengo la suerte de que la gente me llama, muchas veces, por mis piezas personales. Intento que mi carrera esté guiada por eso. Creo que hoy en día, parte del éxito profesional viene de cimentar una carrera con proyectos personales que llamen la atención a proyectos más de ámbito comercial, o encargos. Por mímesis, me he fijado en los estudios que empiezan y a los que grandes marcas les contratan por sus trabajos más personales. A pesar de que no tengo un gran volumen de encargos, sí que tengo la suerte que vienen dados por mis trabajos personales. En ese sentido, o me piden algo en la línea de lo que ya he hecho, o me dan total libertad de acción. Por ejemplo, en los videoclips he tenido total libertad por parte del grupo. Siempre preguntas sobre referentes, me dan alguna pincelada….pero delegan la parte creativa. Echo en falta integrarme en un equipo de creativos en el que las faenas se puedan compartir, que cuando uno flaquea el otro tira, en donde aprendes de los grandes o de tus mentores… Eso que puede existir en paises como Estados Unidos, que a nivel de industrias culturales es lo que más me llama la atención.

¿En tus trabajos identificas algún rasgo de identidad (narrativo, visual, guiños…)?

A nivel de temática no. Te puedo contar mis obsesiones pero no sé si se puede relacionar al ver mis vídeos. Si hay un rasgo en mi trabajo es la utilización de diferentes técnicas conjuntas, la mezcla de animación con vídeo. Es un terreno, que podría denominarse “collage de técnicas”, en el que me siento bien porque el ordenador te seca el alma, y está bien salir de él y tocar los materiales, buscando procedimientos manuales en la creación de los proyectos. A través del stop motion o el esbozo. Yo intento dibujar los storyboards. Y quiero que esto, cada vez sea más importante.

¿Cómo surge tu proyecto personal Bulletproof Thoughts?

Me gusta mucho indagar la vida de la gente que admiro. Si me gusta algún director, escritor… busco sus entrevistas. Me emociono mucho cuando algo me gusta, despierta en mí la creatividad y una energía como muy radical. Me encontré con el documental espléndido de Julien Temple, «The Future is Unwritten», sobre Joe Strummer, el cantante de The Clash. Yo que también soy músico, siempre había sido más de los Sex Pistols que de The Clash. Y con el tiempo, me di cuenta que The Clash son mucho mejor grupo a todos los niveles, su carrera es más rica, el discurso y la complejidad musical. Y se me ocurrió, que estaría bien en un mundo que va tan rápido, hacer una especie de formato muy corto (de ahí el nombre de “pensamiento a prueba de balas”) en sintonía con la rapidez de los medios. Pero, que al mismo tiempo, no perdiera de vista aspectos más poéticos o filosóficos de la interpretación de la vida. Bulletproof Thoughts nace como un homenaje a mis ídolos personales en forma de pensamientos filosófico-poéticos que me inspiran creativamente. La segunda parte del proyecto, es poner en práctica los recursos que yo voy incorporando en mi carrera. Si aprendo una técnica con un software determinado, deliberadamente tiene que aparecer en uno de los capítulos. Cada capítulo será diferente porque responde a unas necesidades de formación. Ahora estoy trabajando en uno que quiero que sea animación tradicional frame a frame. Además, me gusta la idea de coger a personajes del ámbito contracultural como un cantante de punk-rock, Joe Strummer en este caso, y elevar ese tipo de pensamientos al mismo nivel cultural que otros pensadores. Ahora estoy trabajando con un skater, Rodney Mullen que es un tío muy inteligente. Es decir, manifestaciones subculturales que ya han ganado el pulso a ese complejo de ¿soy cultura o no soy cultura? Hoy ya nadie duda de que el grafiti es arte y muchos de ellos, van a estar dentro de la Historia del Arte como tal. Del mismo modo que Joe Strummer está dentro de la Historia de la Música.

Hablando de nombres propios, ¿qué referentes tienes?
Me resulta muy difícil concretar mis grandes referencias, así que te diré las tres cosas que me tienen enamorado últimamente: la obra del ilustrador Dan McPharlin, los comics de Charles Burns y los títulos de crédito del diseñador Dan Yount.

El ciclismo es una de tus aficiones, ¿consigues desconectar cuando vas en bici o sigues pensando en tus proyectos?

Ha sido un deporte que he descubierto tardíamente, pero se ha instalado de manera muy intensa en mi vida. El ciclismo es raro porque te aleja de ti mismo, pero te acerca al mismo tiempo. Estoy experimentando sensaciones que estoy incorporando a mi día a día. Te subes a una bicicleta y si llevas tiempo sin hacerlo, te conviertes automáticamente, en un niño. Y eso es eterno, vas a volver a experientar esa autonomía que de niño era mágica. Y además entra la tracción de tus propias piernas. Es apasionante. Me aleja del ego, pero luego noto que puedo pensar con más claridad. Yo soy caótico, me cuesta gestionarme el tiempo. Me someto a mucha presión, soy autocrítico. Con el ciclismo mi mente se aclara, me aleja para acercarme.

Foto: Eva M. Rosúa.

En Podenco TV englobas toda tu obra.
Soy un enamorado de mi perra y de los perros en general, cada vez más. Tengo un podenco. Una raza cazadora, muy interesante. Es de las únicas razas capaz de vivir por sus propios medios, come lo que caza (pequeñas aves, roedores..), es el más enraizado en lo salvaje y en el instinto animal. Es triste ver a muchos abandonados, pero tienen esa capacidad de sobrevivir porque son fuertes, casi no les afecta la leishmania. Confían mucho en sus instintos y da gusto verlos en campo abierto: corren, saltan mucho. Es un perro muy bello. Por otro lado, el nombre tiene mucha sonoridad y yo siempre he tenido el complejo de no poder trabajar en un estudio, es interesante ampararse en un nombre con vocación de crecer. Podenco es una llamada un futuro donde trabajar en conjunto con cuatro o cinco personas. Por ahora estoy yo solo detrás de Podenco. Siempre es más difícil acercarte al mundo de pagar las facturas con tu nombre y tu apellido. Es más sensato o más efectivo.

Entre tus trabajos personales, destaca «X Y Z», realizada junto a Carles Chiner (Gener).
Carles y yo hemos empezado juntos de la mano, y seguimos juntos de la mano aunque nuestros caminos se separen y vuelvan a converger (suena el télefono y es Carles, risas). Somos del mismo pueblo, de Quart de Poblet. Empezamos juntos con la música, hemos tenido un grupo y tocado muchos años. Empezamos también juntos con el gusanillo del cine, dirigimos una primera película juntos. Nuestra colaboración se extiende desde que teníamos 12 años hasta ahora que tenemos 33. «X Y Z» nace de volver a trabajar la ficción. Siempre me ha interesado, pero tuve una primera experiencia con un largometraje («Cos mortal»), que me alejó: era muy joven, eres novato, era el 2007 y los rodajes aún adolecían de un sistema mastodóntico de mover a grandes equipos… Y sobre todo, puede que fallara mi responsabilidad como director al no haber sabido administrar las energías. No reniego pero fue una experiencia que me marcó y me desencantó. Fue todo lo contrario a un espaldarazo. Hasta el 2012 no volví a ganar confianza en mí mismo como generador de contenidos de calidad. Cuando nos juntamos Carles y yo tendemos a hacer cosas experimentales, muy raras. Estoy orgulloso de ese corto que escribimos juntos. Carles hizo una música espléndida. Hemos intentado moverlo por festivales pero no ha sido ni preseleccionado en ningún sitio, pero me encanta. Técnicamente a pesar de no tener presupuesto, me sirvió para saber que soy capaz de trabajar al más alto nivel.

Y el futuro…
Me voy a Madrid a trabajar en un programa de TVE. Los próximos meses estaré allí trabajando y al mismo tiempo seguiré con mis proyectos personales. Tengo una idea, «Tangram», que es un homenaje que quiero hacer a mi padre. Y además quiero desarrollar piezas que tengan en cuenta la pulsión poética. Me viene a la cabeza lo primero de Terrence Malick o el cine de  Tarkovski. Como poemas audiovisuales que sean como un diario personal, de mi día a día, en el que la imagen a lo mejor no esté captada a la perfección, que me pueda incluso autofilmar o a través de un off… Que me sirvan para volver a sintonizar de una forma más pura con los sentimientos. Toda vida es interesantes si sabes contarla bien.

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