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De un tiempo a esta parte (aunque puede que siempre fuera así) Canal 9 despierta más interés por las informaciones que genera su gestión que por su programación. No sorprende cuando uno echa un vistazo a sus insípidas parrillas y recuerda que llevan catatónicas más de año y medio y que hay personas que se supone están cobrando un buen sueldo por su gestión.

No creo que esta deriva (que intrínsecamente siempre ha estado presente) tenga nada que ver con el ERE recientemente ejecutado, sino con la actitud profesional de los responsables. Siempre ha sido la televisión autonómica valenciana perezosa cuando sus mandos han tenido que tirar de la imaginación. O no quieren o no tienen ganas de trabajar. O lo que sería aún peor, no saben. No saben que aunque esten limitados de recursos, existe una sección de documentación en la que bucear y recuperar excelentes programas o interesantes entrevistas que allí se guardan, en lugar de salpicar el Nou24 de documentales comprados en lote, series de sexta división o reposiciones de programas cuyo criterio para la repetición prefiero desconocer.

Mención aparte merece el castigo al que tienen sometido a los mas pequeños (algo que casi habría que considerar ya como una imagen propia de marca) con una programación infantil que amenaza dejar obsoleto el término «infinito» de las veces que han pasado esos contenidos por la pantalla.

Lo mismo podría trasladarse a ese bucle sin-sentido en que han convertido Canal 9, repitiendo (sin revisar posibles fallos temporales) programas de ficción y no ficción como quien multiplica billetes falsos con una maquinita casera.

Algunas voces se mostraron optimistas con la llegada de Rosa Vidal a la dirección de RTVV y hablaban de regeneración de la cadena. Imagino que a estas alturas deben estar guardando esas opiniones en el armario de las toallas. Nombramientos como el de Manuela Ríos, como jefa de Programación y Gestión de la Emisión, abocan a Canal 9 a permanecer flotando en la ciénaga del populismo y el costumbrismo mal entendido, dejando pasar una (nueva) ocasión histórica de modernizar y oxigenar una programación que ya se ha demostrado no interesa un pimiento al espectador, especialmente al más joven que es del futuro.

Tampoco son buenos augurios los que aterrizan con los aspirantes a gestionar esas parrillas indolentes. Ocho grupos han optado a todos los paquetes o a partes de ellos. Y, aunque como siempre ocurre en estas situaciones, hay de todo, resulta curioso que entre las opciones con más posibilidades se encuentren personajes turbios como Miguel Ángel Rodríguez (a la sombra de Secuoya), supuestos profesionales con denuncias pendientes en los juzgados por impagos a sus trabajadores o productoras más famosas por sus contactos políticos que por la calidad de sus ofertas. Sí, algo huele (y ha olido) a podrido en Canal 9, pero da la impresión que ese tufo nunca abandonará el edificio gris de Burjassot.