Rafa Martínez. Foto: Carlota Rodríguez.

1- Hubo un tiempo, allá por mayo de 2014, en el que la calle Denia parecía Beirut. Se andaba esquivando obras. Todo levantado. En el número 74 se inauguró una galería un viernes, Walden Contemporary. Sí, por el libro de Thoreau. Querían, como él, estar a salvo del ruido haciendo lo que realmente les gustaba. Aislarse doblemente del ruido con el arte hecho sobre el papel. Walden eran Rafa Martínez, Amparo Iranzo y Rosa Ulpiano. Él ha publicado un libro en formato digital, En la cabaña de Walden. Memorias de un editor y galerista ocasional (lo podéis comprar aquí) en el que recuerda aquella aventura y muchas otras. «Probablemente nos lanzamos a abrir una galería en el momento equivocado» me cuenta Rafa. «Esto, en una ciudad como València, en la que apenas hay coleccionismo si no llega alentado por las instituciones públicas, será el pan nuestro de cada día. Con ello quiero decir que da igual que tomáramos la decisión en un momento tan difícil como los años posteriores al estallido de la última gran crisis económica; lanzarse a una empresa semejante será siempre así de difícil, me temo, a no ser que cambien, y no poco, las cosas».

2- Juan Cuéllar fue el primero en exponer. En Verlanga sorteamos una de sus serigrafías gentileza de Walden. Después llegaron Sebastià Miralles, Calo Carratalá o Nuria Riaza. De sus muestras, del pre y del post también habla en el libro. Es un libro muy vivo, aunque esté llene de recuerdos. Y de ausencias de amigos que le marcaron. Dos eran las máximas de Walden, «reivindicar la obra de arte sobre papel» y los precios asequibles. Cuando hablas o lees a Rafa Martínez se suceden los nombres, menciona artistas, escritores, gente que admira, pero no lo hace para puntuar en ningún marcador. Lo hace porque la cultura le interesa tanto como comer. Y por eso, le duele ver que «sigue siendo despreciada por sistema, pese a los aparentes cambios». Walden cerró, pero abrió otras puertas «a otras cosas. Y uno está en esas otras cosas. Hoy por hoy me interesa la escritura y la investigación. En este sentido, me gustaría que la Historia del arte, a la que estoy ligado como historiador, se abra a épocas más recientes y a otras disciplinas».

3- El libro, que podría funcionar como relato no oficial de la vida cultural valenciana, o parte importante de ella, durante aquellos años, va más allá de Walden. También comparte sus incursiones como editor de «obra gráfica a la manera de un Cadart». Además de un viaje al pasado, a cómo empezó todo, que es, sin duda, de lo más interesante. Rafa habla de la importancia en su formación de la biblioteca de su tío abuelo, jefe de matriceros en Lladró, «un hombre de una insaciable curiosidad que posteriormente trabajó en Suiza; él me dio a conocer las vanguardias o la Documenta de Kassel a través de los catálogos que traía de sus viajes». El otro pilar importante fueron «las bibliotecas públicas, que me han permitido seguir emprendiendo lecturas e incluso investigaciones. Han jugado un papel determinante en mi vida y han influido en decisiones como sacar adelante un sello editorial». ¿Y volverías a embarcarte en una aventura como galerista dado que en el libro se refleja bastante felicidad cuando rememoras gran parte de lo que viviste? «La idea de volver a la carga resulta, de primeras, ilusionante, pero poco factible por muchos motivos. La vida sigue, que es lo que realmente importa a estas alturas».