Foto: Eva M. Rosúa.

El callejero de València es una de nuestras obsesiones más constantes. Creemos que debería ser más representativo del latir de la ciudad. Por eso, una vez al mes, invitamos a gente con criterio a que nos ayude a rebautizarlo. Hoy es el turno del periodista Carlos Garsán, que pide una calle para Escif.

Carlos Garsán (Torrent, 1990) batalla desde 2015 en la redacción de Cultur Plaza, el hermano cultureta del diario Valencia Plaza. Antes lo hizo en Las Provincias como periodista de información local y web. Graduado en Periodismo por la Universitat de València, hizo sus pinitos en la comunicación en Contexto y el gabinete de prensa de la Cinémathèque royale de Belgique. Prefiere la tortilla con cebolla.

Carlos Garsán.


Una calle para … Escif, por Carlos Garsán

Es muy probable que él no la quiera. Quizá piense que es una idea terrible. No le culpo. Que bauticen con tu nombre a una calle es el acto oficial entre los oficiales, con su foto
 de inauguración, su cortinilla de terciopelo y ¡boom! la reluciente placa. Nada de lo dicho parece tener nada que ver con un Escif que rehúye, precisamente, de lo reluciente. Y, sin embargo, sigue viva la tentación de colocar en el lugar que se merece a uno de los creadores valencianos clave del siglo XXI. Digo valenciano porque es el ámbito que aquí nos atañe, pero su trayectoria internacional es indiscutible. Escurridizo en el terreno mediático, su obra trasciende e interpela al público, lo quiera o no. Todo ello, desde el ámbito urbano.

Bien es cierto que Escif ya tiene su calle en València. Más bien, sus calles. Numerosos rincones en los que imprime piezas que no necesitan explicación. Es por eso que nunca ha querido acompañar de textos ni de visitas guiadas a su particular exposición urbana. “La explicación de un artista no importa en absoluto”, explica en su página web. Pero para todo hay excepciones. Fue con la inauguración del mural del IVAM, en 2017, que se (nos) permitió escuchar y leer algunas de sus apreciaciones sobre el hecho de pintar. “La pintura abusa de la paredes, humillándolas, ridiculizándolas y transgrediendo su función oficial. En lo que podemos llamar un efecto espejo, la pintura permite invertir la soberbia con la que el hormigón se impone antes las masas […] Una pared pintada es una pared borrada”.

Porque no solo se trata del contenido del mural sino del propio acto de pintarlo en la calle, del diálogo -a veces bronca- con el entorno y con quienes lo habitan. Con esto, que València dedicara una calle a Escif no solo sería una manera de ‘oficializar’ el impacto del autor, sino de reconocer el universo creativo de un buen puñado de artistas urbanos que conforman una escena valenciana más que interesante y que se ha ganado a pulso su hueco en el ámbito internacional.

Visto lo visto, la calle Escif no puede ser una calle cualquiera. Sería un espacio inacabado, en constante proceso de construcción y destrucción. En ella jugará un papel tan importante la verdad como el engaño, donde el mobiliario urbano será y no. Coches en doble fila, vallas y cubos de basura hiperrealistas con corazón de madera, como aquellos que levantó para la falla Mossén Sorell-Corona y que acabaron siendo pasto de las llamas. Nada será lo que parece en la calle Escif. De hecho, prueben a mirar detrás de la placa, pues seguramente ni así se llame.