Desayuno con viandantes: Foto: Eva M. Rosúa

Foto: Eva M. Rosúa

José Aguirre Matiol nació en el Grao en el verano de 1842. Suya fue la iniciativa de empezar a exportar frutas desde lo que hoy conocemos como Comunidad Valenciana (y entonces Levante) al resto del mundo. También ideó la técnica de envolver, individualmente y con papel de seda, las naranjas, dotándolas de un status algo superior que hacía más atractiva su comercialización. Matiol fue un hombre inquieto, amante de la poesía, trabajador incansable, con una gran vis cómica según cuentan los que le conocieron y apasionado por sus amigos y las conversaciones en torno a una mesa bien surtida. Por su segunda residencia en Bétera pasaron algunos de las mentes más lúcidas de la época (muchos de ellos con calle propia en Valencia): Félix Pizcueta, Cirilo Amorós, Santiago Rusiñol, Navarro Reverter, Teodoro Llorente,… A Matiol le gustaba estar rodeado de gente, hablar con ella, intercambiar pareceres, compartir proyectos. Por eso, la placa en su honor (hay una estatua, también, en la zona portuaria) que descansa sobre un lateral del Mercado del Grao, era la mejor de las bienvenidas que podía encontrar cualquiera que se acercara, este sábado, al Desayuno Con Viandantes que allí se celebraba. Una iniciativa para hablar con la gente, intercambiar pareceres, compartir proyectos y, sobre todo, recuperar la ciudad para los ciudadanos.

El Mercado del Grao es un recinto que languidece ante la dejadez administrativa. La promesa de convertirlo en un mercado gourmet (viendo el destarifo que han hecho una y otra vez con el de Colón es como para salir huyendo desesperadamente) imagino que es lo que mantiene en activo a los escasos puestos que aún no han echado la persiana. Se trata de un espacio acogedor que con una controlada inversión y un plan de actuación imaginativo podría convertirlo en motor comercial de la zona. Propósito para el que fue concebido. Allí, desembarcamos este fin de semana unos cuantos viandantes para compartir viandas, bebidas, saludos y mucha felicidad.

Nunca había estado en un Desayuno Con Viandantes, así que como primerizo abrí los ojos, como si me fuera la vida en ello, para no perderme ningún detalle. Poco a poco la gente fue llegando. Repartían sus aportaciones entre las distintas mesas que se habían habilitado para ello. En unos minutos, los croissants; una tarta decorada con Lacasitos; unas bolitas de coco antológicas; una quiche de calabazas, nueces y roquefort que invitaba al paladeo compulsivo; o un tomate de conserva con ajo y aceite, todo procedente de agricultura ecológica, compartían espacio con termos de café, bricks con zumos y botellas de leche. Primer fallo de inexperto. Al Desayuno Con Viandantes hay que venir con taza. Afortunadamante, también había vasos de plástico.

Comer, beber, reír, conversar, conocer gente y descubrir el entorno, es casi el orden del día, no escrito, de estos encuentros. Una de las cosas que más me gusta cuando acudo a un evento de estas características es alejarme un poco, durante un instante, y observarlo desde cierta distancia. En esta ocasión, esa costumbre tuvo premio. En uno de los laterales del Mercado me topé con la Churrería La Taurina, en cuya puerta los parroquianos habituales miraban, con curiosidad, lo que estaba ocurriendo. Si pasan por allí alguna vez no dejen de comprar las papas que ellos mismos elaboran. Cualquier parecido con un lineal es pura coincidencia.

Cuando volví al Mercado descubrí que las mesas eran llevadas en volandas hacia otro lugar. El destino era Proyecto Matraz, una de esas iniciativas (como los propios Desayunos) culturales (en la más amplia extensión del término) que nacen en esta ciudad al margen de subvenciones y que crecen y se reproducen gracias a la implicación de las personas. Matraz cumplía un año. La calle se llenó de gente que seguía intercambiando bocados y conversaciones con la misma intensidad. El tiempo, la música, el ambiente,… todo acompañaba. Una mañana de otoño, con la despreocupación típica del verano, en la que los minutos parecían, también, detenerse a tomarse un café y una ensaimada. Y es que no nos cansamos de repetirlo, Valencia está viva, ¡Viva!

Reportaje gráfico del Desayuno en nuestro facebook.