«Inglaterra, siglo XVII. Orlando es un joven de la nobleza cuya curiosidad por la vida y amor por la literatura lo llevarán a una vida llena de aventuras: será amante de Isabel I, dejará de envejecer, se enamorará de una princesa rusa, huirá a Constantinopla… Pero para poder completar su historia y acabar de escribir su poema El Roble tendrá que afrontar un desafío: una mañana al despertar es una mujer…».  Este es el argumento de Orlando, el clásico de Virginia Woolf, que Vanessa Martínez ha adaptado y dirigido, y que se podrá ver en la Sala Russafa del 7 al 10 de noviembre.

Encima del escenario, los actores Gustavo Galindo, Pablo Huetos, Rebeca Sala, Pedro Santos y Gemma Solé. Para conocer más a fondo el montaje y como se ha ido creando, hablamos, en tres actos, con la propia Vanessa Martínez.

La inseminación

El proyecto surge por la necesidad que teníamos Teatro Defondo como compañía de seguir explorando las líneas de creación colectiva que habíamos concretado en nuestro espectáculo anterior, Los Atroces, esta vez aplicadas a un texto ya escrito que despertara nuestro entusiasmo, como es el caso de Orlando. La tentación me la puso en bandeja Gemma Solé, actriz habitual de nuestro elenco, que fue quien primero me habló del texto y de la posibilidad de convertirlo en espectáculo. Si bien la idea original era transformarlo en monólogo, a medida que profundicé en la novela me di cuenta de que necesitaba de un esquema vertebrador distinto, más complejo y versátil, para mostrar todo el universo que Orlando encierra. Y así empezamos a investigar.

El reto era maravilloso. A través de más de 300 años, Virginia Woolf sigue a su protagonista, que se transforma: el hombre que era al comienzo asume con el paso del tiempo la conciencia de ser mujer. Este MÁGICO, incomprensible y transgresor evento le abre la puerta a la autora, y a
nosotros con ella, de la reflexión sobre los géneros y sus roles, sobre lo sexual, lo transexual e incluso lo homosexual, sobre el papel de la mujer a través de las sociedades. No dudo de que Virginia sentiría una profunda decepción si viera que los temas que tanto la atormentaban a principios de un siglo XX que prometía una nueva manera de mirar el mundo, siguen estando sin resolver.

Esta historia de aprendizaje es, además, el retrato de un personaje que se olvida morir, que sigue viviendo, animado por la ambición de descubrir su identidad a través de la poesía. Así pues sexo, vida y arte son los ejes vertebradores de la novela. Y como de un espejo se tratase, nuestro espectáculo Orlando es una oda a la vida, la creación artística y los sentidos.

La gestación

Ha sido un embarazo sin grandes sobresaltos. Hemos ido conformando a la criatura sin prisa y con un método ya conocido por la compañía. No he necesitado hacer demasiado esfuerzo, porque he contado con un elenco maravilloso y creativo, actores que se saben artistas. Yo les proponía unas reglas del juego y ellos, al jugar, iban configurando las escenas y los personajes. De todo el material que improvisaban yo iba descartando aquello que se alejaba del discurso principal y dando forma a los hallazgos que ellos realizaban. Yo iba escribiendo escenas, luego las probábamos, y más tarde las corregíamos… y así durante los ocho meses que duró el proceso de creación (nos salió prematuro). Ha sido muy intenso y gratificante. Un elenco de cinco actores unificado y versátil encarna a Orlando y a todos los personajes que por el camino va encontrando. Lejos de limitarnos al carácter histórico del libro, la escenografía y el vestuario generan imágenes que estimulan por encima de todo la imaginación, mostrando cómo la sugestión son parte de la narrativa propia.

El parto

Sin epidural, con la dosis de dolor justa para sentir el gran esfuerzo de producir un espectáculo y llevarlo a cabo pero con una sensación de plenitud arrebatadora al escuchar las primeras frases sobre el escenario frente a un público. Los dos años que llevamos de gira han sido una bendición. Los espectadores se encuentran con una trepidante historia de cuatrocientos años llena de viajes, duelos, romances… todos los ingredientes de una novela de aventuras. Es una biografía que se cuestiona a sí misma mientras es escrita, una reflexión sobre el propio acto de escribir, una reflexión sobre la identidad. Orlando lega a la conclusión de que no somos una sola cosa, sino la superposición de los distintos yoes que habitan en nosotros. Yo he sentido eso de una manera rotunda e íntima; al mirar hacia el pasado, al verme a mí misma en determinadas situaciones o con determinadas personas, me ha parecido que aquello había pasado en otra vida, que yo era otra persona. Orlando desarrolla este tema, así como el de la identidad del artista, a través de cuatrocientos años, y no sólo eso; es también una reflexión sobre la identidad de género. En mitad de esa vida, Orlando pasa de ser hombre a ser mujer. Creo sin duda que esta es la reflexión que más se conecta con nuestra contemporaneidad, la de los roles masculinos y femeninos en lo social y en lo interpersonal. La gira disfrutada (y la que queda), los premios y nominaciones recibidas, las críticas enriquecedoras… todo ello confirman algo importante para un creador: la certeza del trabajo bien hecho.