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Una primera novela corre el peligro de mostrarnos todas las cartas de un escritor. Que sea tal la ansiedad creativa que se vacíe por completo. Seguramente esa primera aventura editada será un torrente de ideas, sensaciones y vivencias que arrastrará al lector quién, felizmente, irá pasando sus páginas. El problema vendrá cuando se enfrente a su segunda creación. Ese es uno de los motivos por los que abundan los escritores de una sola novela. Cuentan lo que tenían que contar y después naufragan ante el poder del folio en blanco. No es ese (ni será) el caso de Marta Salvador. Su debut, Hormigas trepando montañas de azúcar (Talentura) no sólo refleja las inquietudes y temas que interesan a la autora, sino que abre todo un catálogo de puertas hacia nuevas historias que deberán ser contadas.

Cuatro mujeres son las protagonistas del libro. Cuatro, de las que a su vez, surgen numerosas ramificaciones, igual de interesantes que los principales. Porque es esta una novela de personajes. Marta ha sabido infundir a cada uno su propio tono narrativo. Y por si esto no fuera dificultad suficiente, consigue mantenerlo, sin que chirríe lo más mínimo, cuando dialogan entre ellos. Se nota que detrás hay un trabajo para pulir expresiones, comportamientos o reacciones. Y eso se traduce en que cuando uno cierra el libro, esos personajes no se quedan allí, sino que conviven con el lector durante unos días.

Es también un libro que declara su amor por la literatura, por las historias, escritas u orales. Y no lo hace desde la pedantería, o la cita gratuita. El cariño y cuidado que pone la escritora en cada una de las narraciones (principales o secundarias) que conforman estas “Hormigas…”, sólo es posible si antes se ha sabido identificar ese cariño y cuidado en otros libros. Mención aparte, merece el magnífico paralelismo que surge entre algunos fragmentos de Las olas de Virginia Woolf y una de las tramas del libro.

Se trata de una novela comprometida, dura en algunos momentos, pero cercana al humor delirante en otros. Muy realista, sin que por ello abunden las explicaciones, sino los ligeros trazos, suficientes para que el lector reconozca y entienda lo que le están contando. Tampoco sería justo caer en el tópico de que por estar escrita por una mujer y protagonizada por otras cuatro, se trata de literatura por o para mujeres. Eso no existe. Como no hay literaturas para cojos, pelirrojos o barbilampiños. Hay buena o mala literatura. Y Hormigas trepando montañas de azúcar pertenece al primer grupo.