La pérdida de la memoria y la soledad de nuestros ancianos son los asuntos de fondo que aborda Cinc Minuts. Una temática en principio muy dura, pero que en manos del actor y dramaturgo Jerónimo Cornelles y el reconocido director de escena Rafael Calatayud se convierte en un encantador drama cómico que deja muy buen sabor de boca en los espectadores, y de hecho ha recogido numerosas críticas positivas desde su estreno en la Mostra d’Alcoi el año pasado. La Sala L’Horta acogerá esta producción de la compañía Alarcón&Cornelles el próximo sábado 24 de febrero a las 19 horas, dentro del ciclo dirigido a público joven y adulto.

La acción comienza en el jardín de una residencia para la tercera edad en la que vive la señora Mompó, personaje interpretado por la actriz Laura Useleti. Con la intención de recopilar todos sus recuerdos, antes de que se deslicen irremediablemente hacia el olvido, la anciana está escribiendo notas de forma compulsiva en los márgenes de las páginas de los libros que la rodean. Allí, mientras espera la llegada de Rosa -una joven amiga que no siempre aparece cuando se la necesita-, coincidirá con Ángel, un personaje enigmático que parece ser un enfermero (y que interpreta el propio Cornelles sobre el escenario).

La llegada inesperada del extraño la molesta, porque ella quiere esperar a Rosa para hablar con ella cinco minutos; el tiempo suficiente para contarle algo que nunca ha contado a nadie. Aunque refunfuña y trata de deshacerse de él, poco a poco se va estableciendo entre ellos un diálogo que nos ayudará a entender el pasado de la señora Mompó. A partir de una conversación aparentemente ligera y llena de humor, el texto aborda el tema de la salud mental y de cómo el olvido y el Alzheimer nos borra.

Una propuesta que, a caballo entre la comedia y el drama, y utilizando la magia que nos puede dar el mundo de los sueños y los recuerdos, habla también de cómo nos enfrentamos todos y todas a la muerte cuando ya somos ancianos y sentimos que ya hemos vivido bastante, pero, a pesar de esto, nos negamos a morir porque sentimos que todavía tenemos deudas pendientes con el mundo de los vivos.