Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

Hay ideas que por acertadas y sencillas parece mentira que no las hubiera tenido nadie antes. La revista Kinfolk es una de ellas. Una publicación entregada a compartir momentos y situaciones con los amigos o la familia, al reunirse alrededor de una mesa, a los placeres sencillos, al buen gusto, a la creatividad. Lo importante en sus páginas no son las comidas o las casas que presentan, sino que ambas sean disfrutadas en compañía. Y que en esos encuentros surja la chispa imaginativa y se plasme en un proyecto futuro. O, simplemente, que fluya la conversación y ese sea el gran hallazgo.

Kinfolk es, además, una revista que cuida todos los detalles al máximo. La maquetación, el diseño, las fotografías, los textos, los temas,… todo, incluido el gramaje del papel. Parece que su objetivo sea hacernos la vida más agradable. Pero que nadie se engañe, no vende un ideal de hogar, ni de reuniones, ni de estilo, simplemente reivindica la cotidianidad, bien sea con un divertido texto en el que los gatos son los protagonistas (firmado por el escritor Travis Elborough) o con las fotografías de Line T. Klein de una sencilla casa neozelandesa.

A la felicidad por la comodidad podría ser un buen lema para la publicación. Entendida tanto en la presentación de la misma como en el fondo de los contenidos. Abogan por la vida contemplativa (sin por ello dejar de lado las obligaciones sociales) y en eso se convierte la lectura de Kinfolk. Una apacible experiencia que nunca llega a su fin, por aquello de volver a navegar entre sus hojas cada vez que se cruza en tu camino.

Pero que nadie piense que se trata solo de una revista estética, sin miga, huerfana de un índice suculento que saborear. Para nada. La frase que se lee bajo su cabecera («Descubriendo nuevas cosas que cocinar, crear y hacer») no es gratuita. Como tampoco es rácana en su generosidad. 175 páginas dedicadas (al margen de transmitir ese tempo lento, pero entretenido) a descubrir fotográfos, ilustradores o gente que escribe bien.

Por ejemplo, esos dibujos de Katrin Coetzer en perfecta armonía con las poesías de Georgia Frances King (editora de la revista, por cierto), por el ascetismo costumbrista que comparten. O el divertido texto de David Winward sobre los libros digitales (publicado en un magazine en papel). O las ilustraciones de Sarah Burwash que tan bien recogen el espíritu Kinfolk. O el reportaje sobre una familia californiana de aires hippy que exhala puro confort. O las sugerentes mini-entrevistas a 3 chefs londinenses (la sede de la publicación está en Portland, USA): Fergus Henderson, Florence Knight y Skye Gyngell. O las maravillosas fotografías de Gentl & Hyers que acompañan las recetas propuestas por los cocineros citados. O la adictiva parte final en la que (cambio de papel incluido) se muestran casas de todo el mundo.

Kinfolk la puedes comprar en la Librería Dadá. Si lo haces, además de no arrepentirte, ya nos cuentas si la guía feng shui para caballeros escrita por David Coggins va en serio o no, que no lo tenemos claro.

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