Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

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Nombre: Paula G. Furió.
Edad: 27 años.
Lugar de nacimiento: Valencia.
Lugar de residencia: Valencia.
¿Cómo definirías tu actividad artística? Soy retratista, me gusta hacer fotos de personas o de animales.

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La fotógrafa Paula G. Furió es una contadora de historias, con un radar muy natural para captar la esencia de sus retratados. Cercana, sosegada, discreta (suele vestir de negro cuando realiza sus fotografías para pasar desapercibida), prefiere acercarse y no hacer zoom porque sabe que en la distancia corta y sin hacer ruido, logrará fotografíar eso que algunos llaman alma. Aspira a seguir creciendo en la profesión e irse a vivir a una casita bonita, ella sola. La citamos en Las Naves para hablar de la alquimia de la fotografía, en un momento en el que hacer y hacernos fotos es el entretenimiento numero uno.

¿Por qué eliges la fotografía y qué te ofrece?
Fue fortuito, estudié Comunicación Audiovisual y en primero elegí la optativa de Fotografía. Pensaba que la carrera era más creativa, que me daría pie a hacer cosas artísticas o experimentales, pero estaba más enfocada a Humanidades y Periodismo. Tenía esa espinita desde primero con esa asignatura…De forma autodidacta fui investigando y me gustó porque podía expresarme y contar muchas cosas. Descubrí que es como la escritura o la música, puedes contar historias. Y además, ser fotógrafa me permite ir a lugares, conocer a personas y sus experiencias. También hacer algo para ellos que guarden toda la vida. Siempre es nuevo y siempre es diferente.

¿Llegaste a ejercer el periodismo?

Sí, trabajé en el gabinete de comunicación de un ayuntamiento y mi experiencia no fue gratificante. Si hubiera hecho periodismo cultural más que política local quizás hubiera sido diferente. No me interesaba demasiado, era repetitivo y aburrido. El romanticismo de contar cosas se perdía porque al final era todo propaganda.

El eterno debate: fotografía analógica o digital.

Depende. Para mi trabajo personal, me gusta más el analógico que es más puro, más romántico, tiene otro lenguaje porque se genera todo diferente desde el principio, su filosofía es diferente. Es un medio poético, por tanto si haces trabajos de investigación fotográfica, más personales, puede estar justificado el uso de la tecnología analógica. En el resultado final se aprecia la diferencia entre ambas, es como si haces una foto con el móvil o con la cámara, las texturas son diferentes. Lo mismo pasa entre analógico y digital. Pero para trabajar es preciso que sea digital, hay gente que trabaja con analógico pero el proceso es mucho menos inmediato y muchísimo más caro. Te hace ser menos competitivo.

¿Es necesario pasar por el aprendizaje analógico para entender la fotografía y evolucionar?

Para entender lo que pasa físicamente, desde luego, es necesario. Para mi el año que pasé en la escuela de arte (EASD), en el laboratorio aprendiendo la técnica analógica, fue como diez años de aprendizaje en comparación con todo lo que yo había aprendido de forma autodidacta. Tu visión se amplia y los conocimientos se ordenan en tu cabeza.

¿Qué cámara tienes y qué programas son básicos para un fotógrafo?

Empleo una Canon EOS 6D y lentes fijas. En cuanto a programas empleo Photoshop y Lightroom, para luz, color, para hacer un poquito de magia, poco.

¿Cuándo decides que una fotografía ha llegado a su límite de retoque digital?

A mí me gusta la naturalidad y la espontaneidad. Se lo digo a los clientes que me piden retratos. De la misma manera que me gusta hacer fotos en un ambiente distendido, me gusta que el retoque no sea artificioso. No quiero borrar cosas que son del día a día. Al principio de hacer reportajes de boda, fui a casa de una novia, y había un brick de leche de Carrefour Discount, la cafetera y al lado un vaso de cristal de la madre con el ramo de rosas. Le hice una foto con ese fondo porque me gustaba lo que representaba ese contraste, era lo especial de ese día y lo de todos los días. Esa foto gustó mucho y pensé que esa era la gracia de hacer fotos: aunque sea un día especial de una boda o una fiesta, al final la gente ha de aparecer natural, no hay que sacarla de su contexto. Al final, una foto nos gusta cuando nos hace pensar y nos lleva un poco más allá.

El storytelling es esencial para cualquier actividad artística, porque al final se trata de diferenciarse. ¿En qué consiste tu diferencia y cómo lo logras?

Yo creo que radica en saber transmitir la esencia de la persona que estás retratando. Lograrlo es muy difícil (risas). Antes de realizar las fotografías intento quedar con ellos para tomar un café, y que se sientan cómodos conmigo. Me gusta crear pequeños nexos de complicidad, de manera que tengamos cosas en común de las que hablar, buscando siempre conectar con las personas. Humanizando los previos, eso se convierte luego en un retrato psicológico. Durante el transcurso de la sesión todo el mundo está tenso, hasta yo; se trata de tener mucha paciencia, saber ver cuando llega la relajación, hacer muchas fotos… Hay un momento en el que ellos bajan las barreras y se ven como realmente son.

Foto: Eva M. Rosúa.

Foto: Eva M. Rosúa.

¿En los retratos tu ojo ya está habituado a captar el perfil más representativo de un rostro?

Yo creo que el alma sale más en el momento en el que te relajas y no estás tenso, ahí tu rostro refleja lo que eres. Mi estrategia es conseguir esa naturalidad. Y es complicado porque la gente puede ser muy tímida.

Hablando de timidez, has sido protagonista de la campaña de gafas Mouet ¿qué tal has llevado estar por primera vez al otro lado?
Es muy raro (risas). Por otra parte, como he hecho fotos así con posados, entiendo lo que tiene que hacer el modelo. Sé que tengo que pasar frío, quedarme quieta… Pero sí que es raro verse en las fotos, maquillada (yo no me pinto los labios), pero fue divertido romper la rutina.

Entre los encargos y las historias personales que fotografías habrá diferencias entre los procesos creativos, ¿no?
Totalmente. Tengo tres tipos de trabajos: reportajes a particulares (eventos y retratos), fotografías publicitarias (culinarias) y para eventos; y me gustan los tres porque me aportan cosas distintas. Las fotografías de cocina siempre son un reto, porque que la comida se vea bonita y que parezca que te la puedes comer en una foto, lograr colores reales que no parezcan plástico, es muy complicado. Por otro lado, los eventos son divertidos porque conoces sitios y gente, y eso me da vidilla. Y los reportajes siempre son emotivos porque estás en un día de felicidad y de celebración. Pero en todos ellos, yo siempre tengo que transmitir lo que está pasando. Me tengo que ceñir a la realidad, aunque la objetividad es imposible, de una manera fiel. En cambio, en los trabajos personales es al revés, se parte desde dentro hacia fuera.

Hay una foto tuya de un desnudo femenino con una sepia que tiene reminiscencias a Madoz, Man Ray…¿De dónde surge la idea?
Esa foto es de 2010. Tenía un novio que había estudiado BBAA, compró la sepia e hizo un fotomontaje con toda la casa llena de sepias que en realidad era la misma todo el rato. Me hice el autorretrato con ella. Es una foto con mucho gancho visual y yo digo que es mi mejor hit, porque es la foto que más veces he expuesto, estuvo en Tel Aviv, Nueva York… La sepia ha viajado más que yo (risas). El autorretrato es un género muy terapéutico.

¿Cuáles son tus referencias?
Me gustan fotógrafos muy diferentes. Martin Parr de la Mágnum que es sociólogo, y hace proyectos de investigación desde un punto de vista buscando lo cutre en sus reportajes, viniendo a Benidorm. Tiene un proyecto Life’s a beach que muestra esas cosas imposibles, ridículas que ocurren en el espacio público e incluso en el privado. También me atrae por otro lado, el surrealismo de Duane Michals. Era un fotógrafo belga amigo de Magritte, su versión fotográfica. Empleaba las dobles exposiciones, hacía secuencias, series de fotos y escribía frases en los márgenes de las fotografías, es otra forma de combinar disciplinas artísticas. Esa interdisciplinariedad siempre me ha atraído, tengo amigas ilustradoras como María Herreros que motiva mi trabajo, y alguna vez hemos hablado de hacer algo juntas. Empezamos a hacer retratos muy formales con sus dibujos por encima, pero se nos quedó por ahí por la cuestión del tiempo.

¿Pero sería necesario retomar esos proyectos y seguir creciendo?
Siempre digo que todos los encargos que tengo son los que me hacen vivir por fuera, y los personales son los que me hacen vivir por dentro, y al final si no haces nada personal, es como si dejas de leer, te vas haciendo gris, pequeñito y de piedra. Necesito sacar tiempo de donde sea.

Instagram, todo el mundo hace fotos pero no todo el mundo es fotógrafo.

Es complicado, la tecnología abre puertas para democratizar pero por otro lado lo pone muy difícil. Siempre ha pasado desde los inicios, al principio la fotografía era sólo ciencia y unos pocos empezaron a copiar los retratos pictóricos para conseguir que se hiciera artística, luego la segunda democratización fue con Kodak, y todo el mundo tenía una cámara, fue el tiempo de los fotoaficionados. Siempre van a a ocurrir avances tecnológicos que hagan que la sociedad tenga acceso a la cultura y eso es maravilloso.  Para los fotógrafos también es más complicado abrirse camino porque hay mucha más competencia pero todo el mundo tiene su público. Está bien que tengan instagram, pero no todo el mundo es fotógrafo. Lo hablábamos antes, no todo el mundo sabe contar historias, como tratar una fotografía o encontrar el momento mágico. Por ejemplo están los foto clubbers, personas fascinadas con la tecnología fotográfica, con equipos diez veces mejor que los míos. Sus fotos son técnicamente perfectas pero que no cuentan cosas. Yo me acuerdo que al principio quedaba con ellos y nos íbamos a hacer fotos por ahí, a Soneja, y todos fotografiaban la misma ventana.

¿Si tuvieras que hacer un reportaje de la Valencia actual, dónde te irías, a qué hora del día, qué fotografiarías?

Me iría a un terrao, me gustan un montón. Es una visión sin el factor humano pero con mucha amplitud. De Valencia adoro la luz, por eso nunca me voy a ir lejos aunque me encante viajar. Hay poco trabajo pero poca compentencia, así que está equilibrado. Y llevo tiempo intentando hacerme un hueco, y ahora que las cosas están saliendo no me voy a ir.

SU OBRA

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