Jaume Pallardó. Foto: Gema Arnal Jericó.

Jaume Pallardó (València, 1978) dibuja y guioniza historias donde la realidad no es la que parece. Mundos paralelos que suelen discurrir con el aspecto formal del que vivimos el resto de los mortales, algo así como ciencia ficción post-costumbrista. Reconocer lugares, comportamientos o perfiles, ayuda, curiosamente, a que la trama distópica resulte más real, aunque Pallardó le haya puesto la quinta marcha y avancen dispuestos (autor y narración) hacia un destino tan incierto como hipnótico y celebrado.

Pallardó tiene expuestos los originales de su Petit Home en la Librería Bartleby, es uno de los dieciocho participantes en la exposición final en La Rambleta (a partir de este sábado) del proyecto València Se Ilustra y suya es la portada del libro Clai i ras. Parlem del càncer, de Àngels Royo Peiró, publicado este año. Pero antes de hablar de todo ello, damos un salto en el tiempo para conocerle mejor.

¿Cuándo llegan los cómics a tu vida?

No tengo conciencia de que llegasen en un momento dado. Siempre han estado ahí. Mi abuelo tenía algunos cómics en casa, tipo Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta,… Hay una foto en casa de mis padres en la que estoy de muy pequeño mirando un cómic del Quijote para niños. Supongo que me entretenía mirando los dibujos porque entonces no sabía leer.

¿Qué autores formaron parte de tu educación comiquil?

Lo primero que leía con pasión era cómic francobelga: Asterix, Tintin, Lucky Luke… de esos pasé a Spirou y a Blueberry, con el que conocí a Moebius. El cómic de ciencia ficción de Moebius, Juan Giménez, Enki Bilal y las revistas de los 80 me fascinaron. También soy muy fan del trabajo de Daniel Torres a partir de una exposición que se hizo en València que me impactó mucho. En la adolescencia descubrí Odio de Peter Bagge, Charles Burns, Tomine y el underground americano de los 90, me enganché a comprar El Víbora y, sobre todo, descubrí a Daniel Clowes. Leer Como un guante de seda forjado en hierro fue, para mí, un punto y aparte.

¿Y ahora qué te gusta?

Ahora, me quedaría con el trabajo de Chris Ware. Me encanta lo que hace. También me gustan Olivier Schrauwen, Gipi, Joe Sacco, Guibert, Simon Hanselman, Frederik Peeters, Blain, Blutch…

Minúsculos.

En 2012 ganaste el Premio Ciudad de Valencia de cómic con la historieta Minúsculos, ¿qué supuso para ti ganar aquel premio?

El reconocimiento a tu trabajo en forma de premios siempre anima. En aquella época yo había decidido retomar lo de los cómics “en serio”, tras un tiempo haciendo otras cosas y fue un empujoncito que me vino de perlas.

Minúsculos, salvando las distancias, podría guardar cierta conexión con uno de tus trabajos más recientes Petit home.

Hay relación, sin duda. Me encantan las historias de reducción de personas como en las películas El increíble hombre menguante, Cariño, he encogido a los niños , Viaje alucinante o El chip prodigioso o, en cómic, Las Aventuras del capitán Torrezno, de Santiago Valenzuela.

Colaboraste en un fanzine mítico de los noventa, en València, como Kovalski Fly.

Kovalsky Fly era una casi una revista, tuvo una gran recorrido en los 90, y yo participé al final, en los últimos números, cuando era estudiante de Bellas Artes. Fue una experiencia agridulce, porque cuando la cerraron, cobré consciencia de que era el final de una etapa en lo que se refería al mundo del cómic. Ya no había revistas, El Víbora cerraba, todo el mundo decía que solo había sitio para el cómic en el humor…. Visto con perspectiva no tendría que haberme dejado impresionar y tenía que haber continuado haciendo cosas… pero lo cierto es que dejé de hacer cómic.

También participaste en otro muy importante como Arròs Negre, este ya en la década pasada.

Lo de Arrós Negre vino más tarde, al inicio de la época en la que estamos ahora, en la que hay una explosión de publicaciones autoeditadas, y a la vez el cómic comienza a liberarse de ciertas etiquetas que había arrastrado hasta el momento (infantil, juvenil o contracultural…), es un momento en el que queda claro que es un medio y que cada autor lo va a explorar como le venga en gana. Se empieza a ver de todo. Ahí yo ya estaba de profe en un instituto, pero en mis ratos libres estaba retomando lo del cómic con ganas. En un curso de la APIV conozco a Elias Taño y me invita a participar en su revista.

La novia robot. Colorcarne 01.

Hablando de fanzines, has editado uno, Colorcarne, junto a Cristian Pineda, que después de cinco números dice adiós.

Conocí a Cristian Pineda en Toulouse, él vivía allí entonces y yo estaba visitando a un colega. Él había sacado el fanzine Neflí con sus historietas y quería seguir haciendo cosas. Yo acababa de pasarme casi tres años encerrado haciendo La muerte rosa y quería hacer algo diferente, necesitaba cambiar de aires antes de ponerme con otro cómic largo. Surgió la idea esta de hacer un fanzine colaborativo.

Cada uno de los cinco números que habéis editado tiene un tema monográfico recogido en una frase.

En Arrós Negre, Elías Taño, nos daba unas coordenadas para hacer la historieta como el color, los objetos que debían aparecer, una frase,…En la editorial Ultrarradio también sacaron unos números colaborativos temáticos en esa línea. Queríamos hacer algo así. En nuestro caso dábamos una frase, bastante abierta, que diese opción a muchas interpretaciones y una paleta de 4 ó 5 colores. De esta forma, los autores tenían cierta libertad para crear. Para el lector, esa diversidad de voces se combinaba con dos hilos conductores a lo largo del fanzine: por una parte el color, y por otra parte, la curiosidad de ver cómo ha desarrollado su idea a partir de la frase cada autor. Para la elección del tema solíamos hacer una reunión telemática y empezábamos a decir tonterías hasta que encontrábamos una frase que nos gustaba.

¿Cómo seleccionabáis a los participantes?

Queríamos que todos los autores hiciesen historietas. Al principio, algunos solamente hicieron ilustraciones, pero los números finales son full-cómic 100%.  Al empezamos, pescamos a los autores en nuestro círculo de amistades, yo por València y Cristian por Sevilla, que es donde acabó tras su paso por Toulouse. Pero ya para el segundo número, comenzamos a avasallar a autores que nos gustaban y no conocíamos personalmente.

¿Hubo cierto miedo, alguna vez, hasta que recibíais el material de cada autor?

No nos asustaba el resultado, en toda labor creativa siempre hay una parte de riesgo, y no hay que tener miedo a dar el salto. En cualquier caso, al invitar a los autores ya había una intención, pretendíamos que hubiesen muestras de diferentes maneras de entender el cómic. Desde historietas con un contenido narrativo y gráfico más clásico, como las mías o las de Julia Cejas, Rubén Gil, Pau Valls o César Sebastian, a otras mucho más arriesgadas, casi abstractas, como las de Cristian, Marina Fernández o Víctor Puchalski. Y, por supuesto, toda la gama intermedia de posibilidades entre lo uno y lo otro. Buscábamos el equilibrio en ese aspecto. Todos los autores que hemos fichado son buenos y sabíamos que su respuesta a la propuesta iba a ser interesante. Y la verdad es que así ha sido, estamos muy satisfechos con el resultado de todos los fanzines y con la experiencia que ha sido hacerlos y distribuirlos.

Has realizado algunos carteles, como los del ya desaparecido Calypso o el del descacharrante corto Mi nombre es Koji. ¿Qué te permite  ese soporte que no te dan otros?

Soy una persona bastante rollera, me cuesta sintetizar. Mi medio natural es el cómic, en el que hay espacio y recursos para contar muchas cosas. Las ilustraciones son una lección de humildad. Me gustaría meter mil cosas y no puede ser, así que tengo que aprender a contenerme y concentrar lo que quiero contar en “una sola viñeta”. Al principio sufro, pero también es un proceso que me gusta.

Hablando de soportes, hace unos meses se publicó el libro Clar i ras, Parlem de càncer (Vincle Editorial), de Àngels Royo Peiró, con cubierta e ilustraciones interiores tuyas. ¿Tuviste muchas dudas al tratarse de un tema tan delicado? ¿Cómo te planteaste el trabajo siendo como es un libro muy distinto sobre esta enfermedad?

Tuve la suerte de contar con el texto de Àngels Royo. Ella me daba el tono de cómo tenía que tratar el tema. Serio, pero sin melodramas, incluso desenfadado, a veces. Fuimos viendo qué capítulos daban más juego para ser ilustrados, hice bastantes bocetos y luego fui descartando lo que no encajaba, o porque era demasiado trascendental o porque se pasaban de humorístico. Hubo bastante comunicación con la autora y el editor, y poco a poco lo fuimos sacando.

La muerte rosa (Ché Books / Ediciones Contrabando) te ha «puesto de actualidad» por la temática del mismo y por las similitudes con la situación que vivimos, esa frase de «la realidad supera la ficción» ha hecho pleno. Ahora que la pandemia se ha convertido en un argumento más de ficción, ¿ha perdido el interés creativo que pudiera tener para ti? ¿Prefieres la ficción pura y dura como motor de tus historias?

Como creador de historias soy muy evasivo. Aunque utilizo muchos elementos de mi entorno para tejer los relatos, me gusta la libertad de la plena fantasía. Crear desde la realidad o con elementos reales, es, para mí, una dificultad añadida. Me gusta poder inventar sin tener que respetar ningún suceso o elemento de la historia del mundo. A pesar de ello, ahora mismo estoy trabajando en un pequeño epílogo de tres o cuatro páginas para la nueva edición de La muerte rosa, que saldrá publicada íntegramente en un solo tomo. En este epílogo hablo en primera persona de la génesis del cómic y lo que pasó después con el covid. Así que, aunque me cuesta, me he visto forzado a trabajar con la realidad y estoy en ello. Cuando termine quizás tenga ganas de continuar por ahí o no.

La muerte rosa.

Tus cómics, a nivel narrativo tienen algo de bola de nieve que va creciendo o de muñecas rusas, en las que las tramas (sea el proyecto que sea, tu historieta sobre Lina Morgan en Colorcarne, la mencionada La muerte rosa, Petit home...) van aumentando, mutando y expandiéndose, sorprendiendo siempre con cada nuevo giro. ¿Qué te atrae de ese estilo de aventura infinita? ¿Te pones a dibujar con el guión cerrado?

Lo primero que hago cuando tengo una idea es trabajar la escaleta. La estructura de lo que va a pasar, cuantas partes hay, cómo empieza y cómo acaba la historia. Qué puedo meter en cada parte. Si es un cómic corto lo resuelvo rápidamente, pero si es para un cómic largo esta fase puede durar años, con ideas que nacen, crecen y mueren. Otras se acaban fusionando. Cuando hago esa escaleta siempre hay zonas un poco grises que se resolverán cuando llegue la fase de boceto. Como espectador me gusta que me sorprendan, que me planteen algo y que luego le den la vuelta. Supongo que por eso hay bastantes giros locos en mis historietas. Es un recurso peligroso y no siempre eficaz, puedes dejar tirada una trama que era interesante por querer ser muy sorprendente. También me gusta que la lectura genere algún tipo de reflexión. Así que, para mí, en una historia, tiene que haber espacio para todo eso.

La siguiente fase es el boceto. En esa fase los dibujos son horribles, pero ya se decide la composición de la página, dónde van los textos, qué contiene cada viñeta… es decir, TODO. Es cuando se “escribe la historia”. Es la parte donde quemo más neuronas, porque puede que pasen cosas que no habías previsto, como que la escaleta sea inconsistente, o que los personajes al insuflarles vida, comiencen a pedir nuevas tramas, nuevos desarrollos… Muchas veces en esta fase tengo que volver a la escaleta y rehacerlo todo. Y el boceto ni te cuento cómo acaba, lleno de borraduras, viñetas recortadas y pegadas.

Si consigo terminar el boceto, y tras revisarlo mucho, es un engendro, pero es leíble, a veces lo enseño. Sobre todo a mi pareja. Tras los últimos retoques, el cómic está acabado. La fase siguiente es un “pasado a limpio”, en la que me centro solamente en el dibujo, en hacer las viñetas que tan mal esbocé en la fase anterior. La narración ya está cerrada y es una fase más agradecida. Pero la más larga.

También es común en tus cómics las distopías, las realidades paralelas, la ciencia ficción aunque sea en un entorno costumbrista.

La ciencia ficción, las distopías o las realidades paralelas contienen todos los elementos de los que te hablaba antes, giros o extravagancias narrativas, que pueden estar al servicio de una historia que quiere reflexionar sobre algún aspecto de nuestra sociedad o vida presente.

Ultra-Yo.

Has realizado cómics en papel y cómics online. Más allá de la diferencia del soporte, ¿se diferencia tu trabajo en ellos a la hora de crearlos?

Generalmente diseño los cómics para salir en papel. El cómic de papel tiene una forma de leerse que condiciona la manera en la que tienes que narrar. Cuando abres una página, estas mostrando todas las viñetas que hay en la doble página, el lector aunque lea en orden, puede ver cosas. Tienes que pensar en eso cuando diseñas para un libro de papel. En digital esto no pasa y depende de cómo vayas a mostrar el cómic, tendrás que tener en cuenta unas cosas u otras. Hace tiempo hice una historieta para internet, se llama Ultra-yo , sobre un robot en el desierto. Ahí lo diseñé todo para leerse mientras ibas bajando hacia abajo en la página web. Como no hay doble página pues puedes hacer otras cosas. El cómic es un arte que tiene muchas posibilidades, y los soportes pueden dar mucho juego para explorar el medio.

En tu instagram vas subiendo dibujos que realizas, destacando tu habilidad para reproducir edificios o construcciones (del teatro Arriaga de Bilbao a una casa de Les Useres, pasando por el Grand Hotel de Madrid o unos edificios de Nueva York). ¿Te interesa la arquitectura de algún modo especial? ¿Tiene alguna importancia especial en tu obra?

Ha sido un hallazgo que he hecho con el tiempo. Por una parte llevo unos años dibujando en blocs de viaje, siempre cuando estoy de vacaciones. Se trabaja de forma muy distinta a cuando estás en el estudio y me permite explorar cosas, sobre todo con las técnicas gráficas. Cuando pillo un buen lugar, en el que estoy cómodo o me puedo tomar algo, suelo hacer una imagen grande, un edificio, una calle, es lo único que no está en movimiento perpetuo. Y la verdad es que le ido pillando el gusto a dibujar edificios. Por otro lado, dibujando cómics te das cuenta de la importancia de los fondos para ubicar las historias o crear atmósferas. Para La muerte rosa busqué una estética que transmitiese la idea de un múndo distópico. Me inspiré en el brutalismo arquitectónico o en la arquitectura de la antigua URRSS.

Has participado en València Se Ilustra con un dibujo de la Plaza de la Virgen, ¿por que esta elección?

Me gusta la historia y la Plaza de la Virgen concentra todo el pasado de la ciudad de València. Nadie la había dibujado antes en las anteriores ediciones de València Se Ilustra y la pillé. En el museo de L’Almoina, que está al lado, se pueden ver ruinas de los diferentes momentos históricos de la ciudad: la València romana, árabe y cristiana. La plaza de la Virgen es donde estaba el foro romano, y ha sido siempre un espacio céntrico y fundamental de la ciudad. Veo este espacio como un testigo superviviente de años de humanidad. Me gusta pensar eso cuando paseo por allí. Es un lugar que me gusta y dibujarlo es una forma de rendirle tributo. Aprovecho para agradecer la iniciativa y que me invitasen a participar. Para la ilustración intenté representar elementos de nuestra actualidad, de nuestro presente. Los edificios emblemáticos del fondo me daban mucho juego para hacerlos a tinta. Reconozco que es una imagen muy típica e icónica, pero intenté llevarla un poco a mi terreno.

Pl. de la Virgen, València. Jaume Pallardó. Valencia Se Ilustra.

Antes hemos mencionado brevemente, Petit Home, uno de tus proyectos más recientes, presente actualmente en la Librería Bartleby con la exposición de sus originales.

Petit home es el resultado de participar en el reto este de internet llamado Inktober. Se supone que tienes que hacer un dibujo a tinta al día durante todos los días del mes de octubre. Últimamente me interesa mucho la tinta y el pincel y los últimos trabajos los estoy haciendo con esta técnica, así que el Inktober era un reto que me venía muy bien para practicar esta técnica y ver lo que salía. Escogí el tema del que hemos hablado antes. Un hombre que es muy pequeño, al que le van pasando cosas. La idea era hacer ilustraciones sueltas acompañadas de una frase, pero en algunos momentos parece haber cierta continuidad entre ilustraciones. Hice un pequeño fanzine con las ilustraciones que más me gustaban, se puede adquirir en la Librería Bartleby.

Eres profesor de dibujo en el IES Ribalta de Castellón, ¿cómo se relacionan tu yó dibujante y tu yo docente?

Todo mi bagaje como creador de cómics creo que me hace mejor profesor. Hablo bastante de los cómics en el aula y en algunos cursos intento que dibujen algo. Trato de que trabajen la creatividad, y sobretodo que disfruten haciendo las actividades. Para mí la creación artística es una forma de juego. Algunos de ellos se enteran de que hago cómics y se interesan por mi trabajo como dibujante. Tengo debilidad por los frikis de la clase y trato de apoyarlos en su curiosidad. Lo mismo cuando encuentro con alguien con aspiraciones artísticas, trato de hablar con él o ella y animarle a que siga, pero también soy realista y les explico cómo funciona cada trabajo relacionado con el mundo del arte.

Petit Home.