Liniers es capaz de hacernos concebir todo un universo con solo una viñeta. O, como pasa en este estupendo Buenas noches, Planeta (Impedimenta), simplemente con el nombre de un personaje. La historia no es nueva, ¿qué ocurre cuando se apagan las luces de tu habitación y duermes?, pero aquí lo importante como en toda aventura que se precie es el instante. El dibujante argentino no necesita grandes efectos especiales, le basta con un peluche, un perro y un ratón.
Las historias de Liniers no solo ayudan a reconciliarse con los seres humanos, sino que consiguen capturar sensaciones y situaciones que el lector ni siquiera imaginaba o recordaba, una suerte de RSMA que se prolonga con las sucesivas lecturas. Y hay más, mucho más, más allá de la ternura o la felicidad que propagan sus páginas y de los momentos bobalicones de sus protagonistas. Algo habitual de Liniers y de lo que se suele hablar poco. Su defensa de la tolerancia, el respeto y la diversidad; su apuesta por la imaginación, la lectura y la amistad como motores casi vitales; o su reivindicación de la Naturaleza como espacio en el que crecer y jugar.
También se suele pasar de puntillas por sus capacidades narrativas, como si todo se redujera al impacto de un gag, de una frase, de un dibujo, como si fuera cosa de la ocurrencia espontánea y no del trabajo. Si en la distancia corta de una tira ya demuestra su manejo de los resortes para contar una historia, teniendo por delante casi treinta páginas el disfrute es mayor. Su manera de presentar a los personajes, el ritmo de la trama, el discurrir de las acciones, el desenlace en alto sin necesidad de ningún golpe efectista y el maravillos epílogo. Este es uno de esos cuentos que no conocen de edad recomendada.