Verlanga se viste de corto esta temporada y abre una ventana al deporte. Eso sí, fieles a nuestro estilo y particular modo de ver las cosas. Aprovechando que este fin de semana empieza a andar la Liga de fútbol, hemos decidido cortar la cinta de la inauguración con una previa centrada en los dos equipos de la ciudad que jugarán en Primera División. ¿Creen que es demasiado previsible? Mejor, así lo que venga después les pillará desprevenidos. Dejen por unos minutos la cerveza y los helados y calienten la banda.

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No fue la 2012-13 una temporada especialmente destacable ni para el Valencia CF ni para el Levante UD. Como consecuencia de ello, ambos han optado por reinventarse partiendo de una muy buena elección en el banquillo. Djukic parece que tiene todo lo que le faltaba a un bisoño Pellegrino (empezando por el respaldo del secretario técnico) y Caparrós es una debilidad personal, un técnico con una capacidad de trabajo que parece no tener fin y un envidiable ojo clínico para descubrir joyas de la cantera y hacerlas jugar. Empieza la Liga de los mil y un horario. Que la suerte acompañe a los dos equipos valencianos. Así están a un día de que el balón empiece a rodar.

ESA FAMILIAR SENSACIÓN DE VOLVER A EMPEZAR (UNA VEZ MÁS).

Dos espantadas han marcado el tránsito del Valencia CF de una temporada a otra. Una, la de Valverde, anunciándola cuando aún no había terminado el curso anterior. La otra, la de Soldado, con malos modos desde el aeropuerto. Precisamente en ese mismo lugar, Valdez (heredero de Zigic en la extraña ecuación buen rendimiento = nulo reconocimiento por el club) juró amor eterno a unos colores (en los que siempre brilló como uno de esos grandes actores secundarios robaescenas) antes de enterrar su carrera en los Emiratos Árabes Unidos. Por otra parte, por fin, el equipo che soltó lastre argentino. Gago y Tino Costa dejaban de vestir una camiseta que nunca se tomaron en serio. Todo lo contrario que un símbolo, David Albelda, al que la nueva directiva no supo darle la despedida que merecía. Dos jugadores más podrían ser ex en las próximas horas. Piatti rumbo al Rennes y Cissokho (al que la wikipedia ya hace días que coloca allí) al Liverpool. El primero nunca tuvo suerte y como al novio fallón se le acabaron las oportunidades. El segundo, con 25 años, si finalmente se confirma el pase, ya habrá vestido la camiseta de cuatro equipos europeos importantes (los ya mencionados más el Oporto y el Olympique de Lyon y podrían haber sido cinco si un problema dental no le hubiera alejado del Milan) y eso no es buena señal.

En el apartado de altas, la mejor noticia se llama Michel. Jamás entendí como el equipo blanco le dejó marchar en lugar de completar una formación en la que ya había destacado. Imagino que forma parte de ese libro, aún por escribir, que bien podría titularse Las cosas imposibles de explicar de Unai. Michel pasó de asumir el liderazgo y sacar al Valencia de partidos empantanados (en los que otros con más nombre se borraban) a no existir para el mismo entrenador en la siguiente temporada. Sin ninguna explicación convincente como siempre ocurría con Emery. Michel se reivindicó en el Hércules (después de una estancia para olvidar en el Depor) y sobre todo en el Levante. Mientras, se le daba la enésima oportunidad a Banega; se consentía la pereza vital de Tino Costa o se fichaba a Jonathan Viera. Por momentos parecía que el problema era haber nacido en Burjassot. Junto a él, llegan futbolistas trabajadores y con la cabeza bien amueblada: Javi Fuego, Oriol Romeu y Hélder Postiga, además del canterano Fede, sorpresa de última hora con hambre de fútbol y descaro. Y se recupera a Paco Alcácer (después de una de esas cesiones incomprensibles que acaban suponiendo un año tirado a la basura), quién tendrá que dar un par de pasos hacia adelante y mostrarse más resolutivo que en el Mundial sub-20 de este verano.

De los que continúan de la temporada anterior, toda mi confianza a Parejo, Bernat, Guardado y Canales. Esperanza en que Feghouli entienda que está llamado a sustituir a Soldado en las preferencias de la chiquillería y en la venta de camisetas, y que su juegus interruptus y gestos como no asistir al entierro de Antonio Puchades no se pueden volver a repetir, salvo que busque una salida y convertir su carrera en un capítulo sin fin de Futbolistas por el mundo. Encantado con contar con dos porteros de altísimo nivel (¿dónde está el problema?). Dudas sobre la decimoséptima resurrección de Banega (siempre le sobrevuela ese futbolista argentino que tan bien describe David Trueba en Saber perder). Paciencia con la progresión de Barragán y Viera. Y nula tolerancia con los numeritos (el otro día en Paterna uno nuevo para la colección) de Jonas cuando no juega (lo siento, pero desde que el año del descenso Wilmar Cabrera amenazó con irse del equipo si Di Stefano no le aseguraba la titularidad, soy cero transigente con los jugadores egoístas).

Capítulo aparte merece la defensa che. Joao Pereira deberá confirmar que ya no es esa mezcla de Pocholo y Correcaminos que aterrizó en Mestalla y que ya ha entendido que el fútbol es un deporte en equipo. Ricardo Costa, como esos actores que rescata Quentin Tarantino, ha resucitado cuando ya nadie daba un duro por él y parece dispuesto a reverdecer sus años gloriosos con el Oporto, dejando su pasado díscolo y poco implicado a un lado. A Rami, lo siento, pero lo veo más de extra en un videoclip de Pitbull que liderando la defensa. Urge que Victor Ruiz supere el síndrome Iván Campo y vuelva a ser el jugador que tan buenas credenciales mostró en sus primeros partidos con la casaca valencianista.

Y Mathieu, el James Stewart del Valencia. Un futbolista que por su aspecto no parece haber roto un plato en su vida, pero que cuando pisa el cesped es el mayor anarquista táctico imaginable. Es increíble verle subir la banda haciendo del rebote su mejor aliado y avanzar sin saber si acabara centrando, regateándose a sí mismo o aprovechando para mandar un whatsapp a su mujer para que haga la compra en El Corte Inglés. Como si de un Orzowei desorientado se tratara, el galo corre hasta que no puede más, sin importarle que ese momento coincida con sus obligaciones defensivas. Ha habido partidos que su banda ha sido lo más parecido a un queso Gruyère. Nunca he entendido cómo acabó defendiendo la camiseta blanca. Igual que aún sigo intentando averiguar cómo Valverde descubrió que en aquel atolondrado lateral yacía un magnífico y elegante central. Tendría narices que después de haber sufrido, semana tras semana, con sus arrancadas bakunianas ahora que ha encontrado su sitio en el mundo, se hubiera marchado a defender otro frente. El chico introvertido debe confirmar esta temporada que su renovación estaba justificada más allá de por tres sprints resultones.

A la espera de un último delantero y con la paz social mediolograda, la afición ilusionada y una plantilla con buenos mimbres, hambre y mentalidad ganadora (Djukic tiene para dar y repartir), las vibraciones son buenas y la campaña bien podría traer alguna que otra alegría a la parroquia chota.

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HACER LA REVOLUCIÓN PARA QUE TODO VUELVA A SER COMO ANTES.

El Levante UD acabó la 2012-13 como si de Gran Hermano se tratara. En la última gala, Quico Catalán se disfrazó de Mercedes Milá y expulsó, de entre los nominados, a Juan Ignacio Martínez, Ballesteros, Juanlu y Barkero. No fueron los únicos que abandonaron la casa. Munúa acabó contrato y salió pitando hacia la Fiorentina de Joaquín; Dudka también finalizaba y si te he visto no me acuerdo y nunca mejor dicho; Michel cogió el 90 y cambió de club, pero no de ciudad; Valdo regresó al Atlante mexicano (ni siquiera aparece en la web del club ni ha sido convocado en ninguno de los partidos por ahora disputados) después de su cesión, soñando con volar de nuevo a Europa aunque fuera en Ryanair; Acquafresca, una vez finalizado su préstamo, volvió al Bolonia y pasó a engrosar las filas del club de italianos que han pasado sin pena ni gloria por el fútbol valenciano; y Roger, Iván López y Morales marcharon a Zaragoza, Girona y Eibar a tener minutos y foguearse. La lista de bajas puede ampliarse con Pallardó (al que le hacían capitán al tiempo que le enseñaban la puerta de salida indirectamente con algunos de los recientes fichajes) e Iborra (tremendo golpe si se confirma que se muda al Nervión y el Levante pierde su segundo referente en el mismo mes que finiquitó a su ex-capitán).

Un éxodo de tal calibre se tenía que traducir, sí o sí, en la llegada masiva de nueva sangre a la familia granota. Pero por muchos jugadores que han aterrizado, el fichaje estrella chupará banquillo todas las jornadas. Joaquín Caparrós sustituye a Juan Ignacio Martínez (cuestionado incluso llevando al Levante a Europa), imagino que con un triple objetivo: intervenir con rapidez y diligencia ante el estallido de cualquier espectáculo bochornoso como el que acompañó el último trago liguero al equipo al más puro estilo The Warriors; devolver al club a esa senda victoriosa y humilde de la que se desvío el ejercicio anterior; y apostar por la cantera con hechos y no sólo con palabras. Caparrós es un salto hacia adelante en la planificación azulgrana, porque al contrario que los dos anteriores técnicos llega con un nombre consolidado. Espero que las mentes que dirigen la nave levantinista entiendan que el del utrerano debe ser un proyecto a largo plazo y no le busquen las cosquillas cuando lleguen los malos resultados.

La relación de caras nuevas (a la que algún bromista, no sé si el mismo que habló de la posibilidad de que Fernando Torres acabara en Mestalla, deslizó que se podía unir Vicente) abarca todas las demarcaciones. Se ha traído un buen portero, Javi Jiménez (del Murcia), para que Keylor Navas no se relaje. En la defensa, el marroquí El Adoua está llamado a ser el nuevo jefe. Contundente como Ballesteros, pero con una salida de balón de la que carecía el ex-capitán. En el centro del campo tres novedades y media. Por un lado, Xumetra (sí, el del golapio, con el Elche, al Almería desde 60 metros), por el que Braulio bebía los vientos y toda una incógnita sobre cómo se adaptará a una nueva categoría; Ivanschitz (lo del Beckham austríaco suena a chiste de Marianico el Corto), cuyo rendimiento será proporcional al hambre futbolístico que traiga porque sus cualidades dudo que nadie las ponga en duda; y Sérgio Pinto, uno de los tapados de la Liga, capaz de jugar allí dónde le indique su entrenador. Músculo, sacrifico y talento todo en uno. La media novedad a la que hacía referencia es Pedro Ríos quién después de que el Villarreal jugará con él, al ping pong, regresa a la escuadra donde mejor rendimiento ha dado. Arriba, renovación total. Han llegado Barral, uno de esos atacantes de raza que tanto gustan en el Ciutat de Valencia; Nong (sin rostro en la web levantinista), polivante delantero que dudo que supere en números lo que hubiera hecho Roger; y Ángel, que retorna de su cesión al Elche, pero cuya participación en esta plantilla podría tener los minutos contados si, como parece, se van a incorporar dos cazagoles más.

A este pelotón de recién llegados, se unen los que ya estaban. Veteranos como Juanfran o David Navarro, cuya importancia debería ir menguando por el bien de los granotas. Canteranos que piden oportunidades y que deben ser la columna del Levante del futuro como Héctor Rodas, Higón o Rubén García. Jugadores que deben despejar, de una vez, la duda de si son válidos o no para un equipo de Primera División española como Nikos o Simao Mate. Hombres de equipo que deben esmerarse en corregir defectos que están a punto de cronificarse como Vyntra o Pedro López. O un jugador al que creo que no se le hace justicia y se le mira con lupa toda las acciones en las que participa. Me refiero a El Zhar. No llega a ser como lo que sufrió Parejo en la primera vuelta en Mestalla (dónde yo llegué a oír a un aficionado descerebrado pedir que lo lesionaran), pero da la sensación que se está examinando en cada jugada. Para mí, Nabil es el jugador más desequilibrante que tiene Caparrós y por ello deberían cuidarlo más de lo que lo hacen y perdonarle sus errores porque casi siempre nacen del atrevimiento. No me olvido de dos de los activos más importantes del Levante. Chris Lell, que ya es mayorcito para ir jugando a los fichajes y cuyo concurso (siempre que esté 100% concentrado) es básico para los azulgranas. Y Diop, auténtico pulmón del equipo al que vive, en ocasiones, con excesiva dependencia, enganchados el resto de compañeros.

De cómo el club se reponga de la casi segura salida de Iborra y del acierto que se haya tenido en los fichajes, dependerá mucho la trayectoria levantinista en este campeonato. Personalmente, creo que será una temporada de transición que, eso sí, marcará el camino que el proyecto Caparrós adoptará en un futuro. El Levante está en las mejores manos que podría estar. Que las prisas y ansiedades dejen trabajar a los que saben, dependerá el éxito, o no, del equipo.