Una entrevista sin cara. Sin ojos, sin boca, sin nariz y sin orejas. Luis Demano no quiere salir en las fotos. El porqué lo cuenta al final de la charla. En Verlanga respetamos su decisión y únicamente os mostramos una de sus manos. Pero claro, la mano de Luis Demano no es una mano cualquiera.
Es un día caluroso, pero la amabilidad de Luis Demano eclipsa cualquier atisbo sofocante al entrar en su casa. Los ojos se disparan en todas las direcciones: las paredes, las estanterías, su mesa de trabajo,… Pasamos a la terraza. Unas cervezas nos dan la bienvenida. Sólo llevamos cinco minutos y nos sentimos como si fuéramos habituales allí todas las tardes. Generoso. Educado. Un estupendo anfitrión que se presta a solucionar, enseguida, un pequeño problema de logística que nos surge. Me dan ganas (a mí, militante del bando perruno) hasta de acariciar a sus gatos.
Luis Demano es ilustrador. Uno de los grandes. Parece que su imaginación no tiene límites y siempre consigue avanzar unos metros más en cada nuevo trabajo. Viendo sus dibujos no faltan las ganas de perderse entre ellos. Trabaja (o ha trabajado) para El Mundo, El Viejo Topo, ABC Cultural, Media Vaca, La Marea o Tàndem Edicions, entre otros. Es uno de los personajes clave en el mundo de la autoedición en Valencia. A partir del día 26 de septiembre expone en Tulsa Café los carteles (algunos de ellos ilustran la entrevista) que hizo para el difunto Swan Club.
¿Hay antecedentes artísticos en tu familia?
Mi abuelo y mi padre eran pintores, aunque en realidad nunca me animaron a dibujar, más que nada porque eran un par de egoístas y tarados emocionales que iban a lo suyo. No se lo reprocho, tal vez si me hubieran intentado condicionar ahora odiaría dibujar. Sería corredor de bolsa en vez de ilustrador y me estarían entrevistando para la revista Forbes en lugar de para Verlanga (risas).
De pequeño, ¿eras el típico niño que estaba todo el día dibujando en cualquier superficie que se cruzara por tu camino?
Yo tenía una enciclopedia que se llamaba “El Mundo Mágico de los Niños” y lo que hacía, constantemente, era copiar las ilustraciones. Salían unos ilustradores muy buenos cuya autoría, por cierto, no estaba incluida en los créditos de los libros. Digo esto porque ya de mayor intenté descubrir los nombres de algunos de ellos y me fue imposible.
Y en el colegio, ¿aprovechabas las clases aburridas para seguir dibujando?
No especialmente, supongo que como cualquier niño. Recuerdo que teníamos una clase de dibujo libre y yo me dedicaba a dibujar partidos de fútbol, que era lo que más me emocionaba por aquel entonces porque lo practicaba mucho, y mira que ahora odio todo lo que representa (risas). Dibujaba el campo de fútbol y hombrecillos pequeños pasándose la pelota entre ellos. Al final quedaba sobre el papel un enorme garabato dantesco (risas). Más tarde me pasé a dibujar situaciones bélicas, algo así como lo que hace David B. en muchos de sus comics, toda la página saturada de personajes luchando unos con otros. Al final también quedaba otro enorme garabato dantesco (risas). Fútbol y guerras, el paradigma del mundo adulto. Quiero pensar que por aquel entonces dibujar era para mí una manera de defenderme de toda la basura que mis mayores intentaban inculcarme como referente vital. Todo su universo transformado en un enorme garabato dantesco con solo utilizar un lápiz y un papel (risas).
¿Hacías ya tebeos o algo parecido?
Mi obsesión por los tebeos empezó un día que fui con mi madre al Corte Inglés donde Ibáñez estaba firmando ejemplares. Al llegar mi turno, Ibáñez cogió mi Super Humor y escribió: “Y recuerda Luis, Mortadelo no cree en Dios”. Mi madre que por aquel entonces era una progre de cuidado me miro y los tres empezamos a reirnos juntos. La verdad es que yo no sabía muy bien de que nos reíamos. Cuando llegamos a casa mi madre me explicó algunas cosas y las historietas de aquellos dos tipos calvos y descerebrados cobraron una nueva dimensión para mí, así que me pasaba todo el día copiando las viñetas de Ibáñez y sustituyendo los diálogos por mis propias historias.
¿Y cuándo te tomas en serio lo de dibujar?
Cuando me vine a vivir a Valencia, porque yo nací en Alicante. Quería entrar en Bellas Artes, pero hice tres veces la prueba y no me cogieron. No me cogieron nunca (risas). Al final me metí en Historia, estuve un año y lo dejé. Pero yo no paraba de dibujar. Los fines de semana trabajaba de camarero y entresemana seguía dibujando, pero con un horario estricto y durante todo el día. Dibujar, dibujar, dibujar. Sacaba mis historias, mis fanzines. Cosas muy malas, muy cutres, que ahora las veo y digo «madre mía, que desastre», más enormes garabatos dantescos (risas). Salió entonces la convocatoria del premio del cartel de la Feria del Libro de Valencia. Me presenté por si sonaba la flauta y un día me llamaron y me dijeron que había ganado. Y mira que mi cartel era malo (risas).
Hombre, no lo sería tanto si ganó.
Hay una anécdota muy graciosa al respecto. Algunos miembros del jurado me felicitaron por haber elegido un color atrevido para el fondo, “amarillo lima-limón” decían que era, y en realidad es que yo trabajaba con un ordenador portátil muy cutre que tenía los colores mal calibrados y había elegido aquel color sin yo saberlo, cuando en realidad mi intención fue poner un amarillo mondo y lirondo (risas). El concepto para el cartel era bueno, lo que pasa es que la ejecución fallaba. Visto ahora ha envejecido fatal. Y comparado con la evolución que ha ido teniendo el cartel de la Feria del Libro en sucesivas ediciones, no hay duda de que el mío es de los peores, aunque le tengo un cariño tremendo.
¿Y qué sensación tenías al ver tu ilustración por toda la ciudad?
Joder, yo iba por Valencia y veía pasar el autobús con mi diseño y ¡¡¡Madre mía!!! Una ilusión alucinante. Además, hicieron bolsas, camisetas, folletos, mupis para el autobus,… Todo ese rediseño del cartel ganador iba incluido en el premio. Y fíjate si yo tenía nociones mínimas de ilustración y diseño que me dijeron «el cartel nos ha gustado mucho, pero te tienes que ir al estudio de Juan Nava, que es un diseñador bastante importante de Valencia, a que te ayude a arreglar un poco la tipografía y el diseño final porque no acaba de encajar muy bien». Fui al estudio de este hombre y era encantador. De hecho, hicimos buenas migas y posteriormente me ofreció muchos trabajos y confió en mí plenamente, algo que nunca olvidaré, pues en gran parte gracias a él me pude empezar a ganar la vida dibujando.
Has hecho y haces fanzines. ¿Los ves como un paso, como una promoción hacia una posible profesionalización o crees que tienen entidad por sí mismos?
El fanzine es una finalidad en sí mismo. En mi humilde opinión es el arquetipo de libertad de expresión en nuestra cultura popular. Al menos es mi vehículo de comunicación favorito.
Aunque sí hay gente que los utiliza con otros fines.
Sí. Y me parece muy legítimo, sobretodo porque son muy baratos de hacer, y ese es otro de sus encantos. Escribe, corta, grapa y ¡alehop!
Chilena Comando (fanzine en el que participa Luis Demano) demuestra el alto nivel que pueden llegar a tener. Artículos como, por ejemplo, el de Lee Hazleewood, de 46 páginas, no tendría cabida en cualquier revista.
Claro, de eso se trata. Muchos compañeros del Chilenita escriben todos los meses en revistas musicales de tirada nacional (RDL, Ruta 66…) y saben que algo así es imposible en esas revistas. Por ejemplo, el artículo de Lee Hazleewood que comentas era una idea para un libro y le dijimos, «no te cortes, metemos las páginas que quieras». Y es que esa es la idea. Nosotros nos guiamos por nuestros fanzines favoritos: Mondo Brutto, Vacaciones en Polonia, Salamandra, Ugly Things, y lo que nos gusta es la profundidad que tienen, sus artículos de “cientos” de páginas.
¿Cómo llevas lo de compaginar seguir haciendo fanzines y encargos para prensa económica? No desde el punto de vista ético, sino creativo.
Para mí forman parte de lo mismo, aunque cada proyecto implica diferentes grados de libertad. Son complementarios, sobretodo a nivel económico. Los segundos dan dinero y los primeros no (risas). Gracias a mis encargos para prensa, entre otros, puedo disfrutar de tiempo libre y tranquilidad económica para seguir haciendo fanzines y autoeditarme, que es el contexto donde me siento con mayor libertad para hacer lo que me dé la gana. Ahora, por ejemplo, tengo pendiente un proyecto de libro infantil muy suicida a nivel económico pero que me tiene apasionado.
¿Y de qué va ese libro?
Se llamará algo así como “¡Insultar mola!”, aunque todavía no es el título definitivo, ya veremos. Le cuento a los niños (y a quien me quiera leer) que utilizar palabrotas contra los adultos es una forma legítima de defenderse contra su conducta depredadora, tanto a nivel material, la actual crisis ecológica lo demuestra; como a nivel psicológico, solo tienes que analizar el modelo de educación que reciben los niños para comprobar que la única finalidad del mundo adulto es sumarlos a su rebaño de ovejas. Por esto, y por otra infinidad de barbaries a los que lo adultos someten a la infancia, se merecen unos cuantos bellos exabruptos. También considero este libro un pequeño homenaje al maestro de ilustradores Maurice Sendak, al que le gustaba mucho la palabra gruesa y el insulto (risas) siempre enfocado desde el sentido del humor. Comparto con él una visión de la ilustración infantil exenta de tabús y convenciones sociales.
Has contado antes que no pudiste estudiar Bellas Artes, por lo tanto tu formación ha sido autodidacta. ¿Crees que tu trayectoria posterior hubiera sido distinta de haber estudiado la carrera?
Puede, no lo sé. No soy de los que reniegan de las instituciones ni del academicismo porque ese tipo de enseñanza también tiene sus ventajas. Por otra parte, yo tengo compañeros que han estudiado Bellas Artes y no saben hacer un escorzo o no saben dibujar al óleo. Luego, a nivel creativo, creo que coartan bastante, aunque de todo habrá. Lo que sí que he echado de menos ha sido una formación a nivel técnico. Me hubiera ahorrado mucho tiempo si alguien me hubiera explicado cómo responde el óleo, los acrílicos, las acuarelas, qué pinceles y el tipo de papel que hay que utilizar,… Todo eso lo he tenido que descubrir por mí mismo, porque, como te he comentado antes, ni mi padre ni mi abuelo se molestaron nunca en explicarme nada.
¿Qué técnica de trabajo utilizas más? ¿Ordenador? ¿A mano? ¿Combinas ambas?
Combino todo. Depende del encargo. Por ejemplo, para las ilustraciones de prensa, primero boceto a mano, escaneo y luego lo acabo digitalmente. Mi problema es que me aburro con facilidad si siempre utilizo la misma técnica, y tengo que ir cambiando. Me gusta mucho el lápiz, los acrílicos, ahora estoy dibujando simplemente en blanco y negro porque me interesa mucho el dibujo rápido y espontáneo.
¿Dibujas todos los días?
Sí, sí, claro. Si no lo haces pierdes mucha mano. Eso del talento y que lo mío “viene de familia”, algo genético y no se pierde, es una chorrada. Lo que hay que hacer es ser constante y dibujar, dibujar y dibujar. Si lo dejas vas perdiendo técnica progresivamente, se te olvidan tus truquillos, y sobretodo pierdes la emoción frente a la página en blanco, olvidas el “porqué” de lo que dibujas.
¿Y si te vas de viaje o de vacaciones?
Me llevo mi libreta, mi lápiz y mi goma de borrar, porque yo soy de mucho borrar (risas).
Tienes un estilo propio, que más que reconocible a primera vista, supone un discurso coherente, muy elegante.
Yo es que lo de tener un estilo definido, que es algo que se valora mucho en mi profesión, no es un discurso que comparta. Tener un estilo muy definido es muy aburrido y no siempre es síntoma de ser buen ilustrador. Es algo que te enseñan en las escuelas, que tu portafolio ha de ser muy homogéneo para ponérselo fácil al editor. A mí la gente me dice que entre mis diferentes variantes sí que nota un estilo, pero yo no lo noto, la verdad. Por ejemplo, los dibujos que estoy haciendo ahora a mano con rotulador ¿qué tienen que ver con mis trabajos digitales para prensa? Absolutamente nada. Lo realmente importante es que tengas una voz propia, algo que contar, un argumentario al que irás adaptando el estilo gráfico según las necesidades de cada momento. Al menos ese es mi modo de trabajar.
¿Disfrutas también del proceso de documentación, de la frase previa a ponerte a dibujar?
Sí, mucho. De hecho, todos los días después de mirar la prensa, que también influye mucho en mi trabajo, empiezo a chequear bases de imágenes: Tumblr, Pinterest, Behance, GigPosters, IllustrationMundo, hay miles… Eso es un tesoro. Cuando ves un trabajo ajeno bien hecho te ayuda a generar nuevas ideas, incluso fuera del ámbito de la ilustración. El cine y la literatura son fuentes inagotables de inspiración.
Cuando se trata de un encargo, ¿prefieres que te den muchas indicaciones o libertad absoluta?
Hombre, yo prefiero libertad absoluta, ¿y quién no? Pero no suele pasar. Me he encontrado con todo tipo de clientes, pero en la mayoría de los casos te dan indicaciones, aunque sean algo caóticas. Como buen profesional debes saber reconducirlas hasta llegar a una idea constructiva. Trabajar con bocetos es una buena manera de llegar al consenso creativo entre tú y tus clientes. Y sobretodo el mutuo respeto, como en cualquier relación de pareja cordial (risas).
¿En todo este tiempo has tenido alguna mala experiencia en tu trabajo?
Sí, al principio, en la época que te comentaba donde trabajaba y dibujaba sin parar. Mi amigo Miguel Brieva estaba colaborando con la revista Ajoblanco, en lo que fue su segunda y fugaz etapa, y me dijo si quería colaborar. Envié un dibujo y me lo publicaron, pero no me quisieron pagar. A Miguel y a otros compañeros como Paco Alcázar les pasó lo mismo. Fue entonces cuando acudí a APIV (Asociación Profesional de Ilustradores de Valencia) y comprendí el importantísimo papel que tiene el asociacionismo en nuestra profesión, pues me ayudaron mucho y me aconsejaron como defender mi trabajo en el futuro.
En esa ocasión fue por la espalda, pero ahora se ha extendido mucho el eufemismo de pedir colaboraciones cuando en realidad se está pidiendo trabajo gratuito. Publicaciones que sacan un beneficio económico de su propuesta y que piden a ilustradores, periodistas, diseñadores,… que se unan a su causa por la cara. ¿Has recibido alguna de esas «invitaciones»?
Sí, pero yo culpabilizo, principalmente, a los propios profesionales del medio. No hemos defendido lo suficiente el valor de nuestro trabajo, y no hemos sabido, o podido, inculcárselo a las nuevas generaciones. Siempre se ha tendido desde fuera a mirarlo como si no fuera una profesión. «Che, si es que estas disfrutando con tu trabajo «. Ahora, afortunadamente, ya no se oye tanto eso de «Pero si eso me lo hace mi sobrino en una tarde ¿me vas a cobrar por eso?». Trabajar sin cobrar es tirar piedras contra tu propio tejado. Yo entiendo que la gente joven quiera ver su obra publicada, quieran tener repercusión. Pero yo digo siempre lo mismo: No trabajes gratis para nadie, solo para ti mismo. ¿Tú quieres publicar tu obra? Publícala tú y difúndela por las redes sociales. Mayor proyección que esa no te la va a dar ninguna revista por muchos ejemplares y tirada que tenga. Solo hay que ser paciente y constante. Siempre dicen lo mismo: «Es que esto te va a servir de promoción». En cuanto oigas lo de «promoción» ¡¡sal huyendo!! ¿Qué promoción? La promoción ya me la hago yo. Si alguien va a ganar dinero con tu trabajo, que pague. Así se valora el trabajo de los demás, y no con bonitas palabras de falso reconocimiento. Las alabanzas no pagan mi alquiler. Además, yo lo digo bien claro, a mí, jamás, pero jamás, me ha llegado un encargo por un trabajo que haya hecho gratis. Tal vez a alguien le ha pasado, pero yo no conozco ningún caso.
En el pasado Ilustrafic, Nate Williams reivindicaba mucho la profesionalidad de vuestro trabajo, la parte empresarial del mismo. La necesidad de olvidarse del romanticismo y emplearse a fondo en promocionarse uno, en buscar nuevos trabajos, en querer ganar dinero con lo que hacéis. Algo que da la sensación que en España no está asumido del todo, como si los ilustradores no tuvieran que comer varias veces al día.
Así es, en nuestra profesión, como en todas las relacionadas con lo cultural, sigue imperando esa estúpida visión que se tiene del “artista” como una persona despreocupada por lo material. En nuestro caso tú eres tu propio jefe, llevas tu propio negocio y tiene que ser rentable. Hay que pagar el alquiler, las facturas y dar de comer a tus mascotas, porque lo de los hijos ya es más difícil (risas). Recuerdo que mi padre regalaba sus cuadros a los dueños de los bares a cambio de copas. Como por aquella época no existía internet, la red social de mi padre era estar todo el día metido en los bares, y como él muchos pintores de la época, al más puro estilo Toulouse-Lautrec. Mi padre emborrachaba a sus potenciales clientes y les endosaba plumillas y acuarelas (risas) y mientras yo allí en el bar con él, bebiendo colas y devorando bolsas de patatas (risas). El facebook de mi padre era estar constantemente en la calle. Allí dibujaba con su caballete y allí hacia sus negocios. Había veces, por volver al hilo de la pregunta, que veía mal ganar dinero con sus cuadros. «El dinero corrompe», decía. Hombre, que no estás haciendo como el impresentable de Damien Hirst, que mete un tiburón en una pecera de formol y se lo vende a un rico ignorante por millones de dólares (risas).
Ya que he mencionado el Ilustráfic, ¿no te llamó la atención la nula repercusión que tuvo en los medios de comunicación de esta ciudad (publicaciones online a un lado) un Congreso tan importante y con los invitados con los que contó?
Valencia es así de triste. Aquí no se valora absolutamente nada. Pero, ¿qué medios serios tenemos aquí? Esto da pena. Alguna excepción en el caso de la crítica cultural como Eduardo Guillot desde la Cartelera Levante, o Marta Moreira desde el suplemento cultural del ABC de Valencia, esos dos casos concretos son los que conozco más directamente dentro de la prensa convencional. Siempre nos han apoyado. Seguro que habrá más ejemplos que desconozco. Y luego muchos nuevos medios digitales como el vuestro, gente no solo escribe sobre ello sino que forma parte activa. Por ejemplo, la web gràffica, donde hay gente de Valencia, dedicada al mundo del diseño y la ilustración, es un muy buen ejemplo de lo que hablo, todo un referente a nivel internacional en lengua hispana. Creo que estamos viviendo un momento de transición, espoleado por la crisis, donde están naciendo muchos proyectos que barrerán del mapa de la comunicación a los viejos medios que creen tener su parcela de lectores asegurada ad æternum.
Antes ya has dejado claro que según el trabajo a realizar te lo planteas de un modo u otro. En el caso de las portadas de discos, ¿cómo es ese proceso? Imagino que lo primero es que te guste el disco.
Exacto. De hecho, me han llegado encargos de discos que no me gustaban y directamente los he rechazado. Además, en el caso de las portadas de discos, todas las que he hecho son o de amigos o de gente cercana, que sé que no lo publican para ganar dinero, sino por pasión, y yo pongo mi granito de arena. Siempre cobro, aunque sea algo simbólico. Incluso a tus propios amigos hay que cobrarles. Si no es en dinero, que haya algún tipo de reciprocidad vinculada al intercambio. Y a ti te ayuda, también, a valorarte.
¿Es un trabajo que te gusta, especialmente, hacer?
Sí, mucho. Además es que el formato vinilo, tanto el single de 7” como el lp de 12”, es muy agradecido. El soporte donde lo estético y lo sonoro se complementan a la perfección. Un buen disco con una mala portada ensombrece el conjunto, y lo mismo sucede a la inversa. Por esa razón rechazo esos encargos donde no me encuentro cómodo con el contenido musical. Además, muchos de mis ilustradores favoritos desarrollaron su maravilloso trabajo siendo portadistas de discos. Mis amados Jim Flora, Alex Steinweiss o José Bort son un buen ejemplo de ello.
¿Has tocado alguna vez un instrumento o has querido montar un grupo?
En esa época de la que te hablaba antes, cuando trabajaba de camarero los fines de semana y dibujaba entre semana con la intención de algún día poder vivir de ello, estuve flirteando con el tema musical, algo que siempre me había atraído. Durante tres años practiqué con el piano, el saxofón y la guitarra, incluso grabé algunas canciones con un destartalado cuatro pistas que me regaló un colega. Pero no te vayas a pensar que era un virtuoso, más bien todo lo contrario porque los resultados fueron desastrosos (risas). Eso sí, me lo pasaba de miedo. Al final tuve que dejarlo porque me absorbía mucho tiempo que no dedicaba a dibujar, y quería enfocar todas mis energías en esa única dirección. Luego nunca lo volví a retomar.
Hablando de música, ¿qué sueles escuchar mientras trabajas?
Escucho mucha radio por internet a través del podcast. Infinidad de programas de diversas temáticas, no solo musicales, con los que no te quiero aburrir. Y desde hace unos cuantos años, coincidiendo con la crisis-estafa en la que estamos naufragando ahora, escucho muchos programas de política, porque al contrario de lo que pueda parecer me ayudan a concentrarme mientras dibujo. Soy muy fan de la ciencia geopolítica, me ayuda a ubicarme en la realidad de este mundo y a no tomarme demasiado en serio a mí mismo (risas).
¿Y crees que afecta en algo al resultado final de tus dibujos?
Claro! Hasta lo que desayuno por las mañanas influye en el resultado final de mi trabajo (risas).
¿Veremos alguna vez un tebeo tuyo?
Hace muchos años publiqué algunas historietas en la revista de cómic que editaban Max y Pere Joan “Nosotros Somos los Muertos”, pero más tarde dejé el cómic de lado y me centré más en la ilustración, porque haciendo tebeos en España es muy difícil ganarse la vida. De vez en cuando le dedico algo de tiempo y saco cosas cortas en formato fanzine.
¿Y un libro con texto e ilustraciones firmados por ti?
Tengo algunos cuentos infantiles escritos por mí esperando en el cajón, pero ahora ando centrado en varios libros donde el texto no es mío, lo que implica un mayor reto a la hora de elaborar las ilustraciones.
Cuando no tienes un encargo, ¿lo que dibujas lo haces pensando que en un futuro te servirá para algún trabajo?
La mayor parte de lo que he dibujado por diversión, lo he acabado utilizando para cubrir algún encargo. Si no el dibujo tal cual, sí la idea o el concepto. Tengo cajones y cajones llenos de ideas que sé que con el tiempo me servirán para desarrollar algún trabajo, o propio o por encargo. Por eso es muy recomendable estar constantemente dibujando y “leyendo” imágenes ajenas. Cualquier tipo de estímulo visual, tanto positivo como negativo puede servirte de inspiración. Por ejemplo, hace poco descubrí el trabajo de la compañera Paula Bonet y me dije: “¡Hey, esto me inspira!” y surgió algo (risas).
El fanzine “Hola!, Soy la cara de Piola Bonet”.
(risas) Sí, sí… Me ha sorprendido muy gratamente su acogida, porque al principio era una broma privada entre amigos, de la que pensaba hacer unos cuantos ejemplares para echarnos unas risas en el Tenderete (un festival de autoedición que organizamos un par de veces al año aquí en Valencia). Los primeros sesenta ejemplares que imprimí se vendieron el primer día, así que al día siguiente imprimí el doble y también se agotaron. Luego para el Ilustrafic volví a imprimir la misma cantidad y zas! otra vez lo mismo. Días después empezó a escribirme gente pidiéndome que les enviara ejemplares y felicitándome (risas). Chicas la mayoría.
¿Y crees que por alguna razón en especial?
Es algo que me alegró bastante, porque uno de los principales temas que abordo en el fanzine, siempre en clave de humor, es esa visión hipertrofiada de la feminidad que transmite el trabajo de Paula, o esa tendencia cultural que algunas feministas llaman “girlysmo”, una visión idealizada y superficial de la mujer. En el terreno de la ilustración aplicada a la publicidad siempre se ha dado este fenómeno, pero lo que realmente me fascinó de su trabajo era que constantemente se dibujara a ella misma, incluso idealizando su propia imagen en el proceso. Era algo que nunca había visto de forma tan explícita en el ámbito de la ilustración. Mi intención principal con el fanzine en cuestión, era romper el consenso que había sobre la forma que tiene esta compañera de ver la ilustración, que no comparto en absoluto. Y parece que he entrado en sintonía con mucha más gente que también lo pensaba en la intimidad (risas). Para mí Paula, como ilustradora y figura mediática, porque como persona no la conozco ni tengo nada personal contra ella, representa, utilizando un símil sencillo, al David Bisbal de la ilustración. Una “Hello Kitty” con coartada pseudopoética, que te induce a pensar que cuando “consumes” sus imágenes estás frente a algo bello, delicado y profundo, cuando en realidad simboliza al arquetipo dominante actual: “Soy guapa, soy joven y soy famosa (mis 30.000 amigos del facebook lo confirman)”. Por otra parte, y volviendo a la pregunta de antes sobre Nate Williams y la promoción, he de reconocerle el mérito de saber gestionar las redes sociales con mucha maestría.
Y por si no fuera suficiente poner en duda a una de las ilustradoras más conocidas de la ciudad, sacas otro fanzine, «Ilustradores del mundo, ¡uniros! Y suicidaros en masa», en el que de alguna manera sacas las vergüenzas, vicios y defectos de la profesión.
En nuestra profesión no estamos acostumbrados a criticarnos unos a otros constructivamente. No hay apenas debate en torno al trabajo de los demás y se acaba reduciendo todo a la palmadita en la espalda. Eso nos hace autocomplacientes y acríticos, algo que considero muy negativo para que cualquier disciplina artística pueda evolucionar. Así que creí interesante bocetar un camino en el sentido contrario, también en clave de humor. Bajo la apariencia de una “guía para jóvenes artistas eternamente emergentes” voy presentando los muchos tópicos hacia los que se inclina nuestra profesión. Esta vez lo que me inspiró fue una frase que leí, de una conversación entre Felipe Hernández Cava (uno de mis referentes teóricos) Carmen Castro y Arnal Ballester, que te leo porque no me la sé de memoria: “Es fácil encontrarse a individualidades sin demasiada formación que consideran que los límites de su propio yo es lo máximo que pueden abarcar y generan esa especie de narcisismo creativo en el que están enredados muchos de los mejores ilustradores».
¿Y qué acogida ha tenido? ¿Lo han entendido tus compañeros?
Sí, sí, también tuvo muy buena acogida y vendí toda la tirada que hice para Ilustrafic. Tengo pensado reeditarlo pero incluyendo más capítulos y mejorando el diseño, porque lo hice en una sola tarde y tiene muchas carencias de fondo y forma. También me ha escrito mucha gente para comentarme el buen rato que han pasado leyéndolo. Algo que me llena de infinita felicidad (risas).
Es curioso porque en ambos fanzines prima más el texto que la ilustración.
Fue surgiendo solo. En este caso la mayoría de los textos no necesitaban apoyo visual, y como la tipografía está íntegramente hecha a mano podría decirse que está dibujada (risas).
¿Hay algo que te cueste dibujar?
Hace unas semanas, Mac Diego me llamó para participar en la exposición erótica Harto de Sexo que se celebraba en La Rambleta y Mr.Pink. Y cuando me puse a trabajar en ello, descubrí que me da una pereza terrible dibujar cosas relacionadas con la temática sexual. Pero tengo que reflexionar más detenidamente el porqué. Seguramente mi amigo Freud tenga la respuesta (risas).
¿Cómo ves la situación del cómic y la autoedición en Valencia?
A medida que la industria convencional va haciendo aguas, el mundo de la autoedición va creciendo exponencialmente. Es alucinante ver la enorme cantidad de gente autoeditándose su propio material, en muchos casos de muy buena calidad. Y esto incluye también al cómic. Ver como las instituciones culturales tienen el norte perdido respecto a lo nuevo que va surgiendo, lo que evita por otro lado su vampirización, es para mí es un auténtico placer. Aunque todavía queda mucho por hacer al respecto.
Formas parte de la organización del Tenderete, ¿qué importancia crees que tiene en una ciudad como Valencia?
Yo solo soy una de las muchas personas que formamos el colectivo Vendo Oro, que es desde el que organizamos Tenderete. Gente del mundillo como Martín López Lam, Don Rogelio, Marta Pina, Elías Taño, Susana Balaguer, Cachete Jack, Juanjo Milimbo, Álvaro Nofuentes, Ernest y Carlos de Tengofiebrecreo, Jorgito y Jacobo Amador. También estuvieron Raquel Aparicio, Jorge Parras y Clara Iris, pero se han ido a vivir a Barcelona por motivos profesionales. En el caso de Clara, ha montado allí un colectivo con el que hacen un nuevo festival de autoedición llamado Gutter Fest, muy muy recomendable.
Volviendo a tu pregunta, Tenderete es un lugar desde donde reivindicamos la autoedición y la relación directa entre autor y lector. Algo tan sencillo y necesario como esto, que con el paso del tiempo parecía que se había olvidado en favor de los métodos de la industria editorial convencional.
¿Habéis tenido alguna oferta para trasladar el Tenderete a una ubicación, digamos, más visible?
Hemos tenido muchas ofertas, pero ninguna nos ha convencido. Sobretodo por parte de instituciones que quieren que les rellenemos un hueco en su agenda cultural por la cara, sin poner un duro. No ya para nosotros, porque todo el dinero que sale de Tenderete es para seguir mejorando en cada nueva edición, sino para traer a invitados de fuera y tratarlos en condiciones y a gastos pagados.
¿Qué referentes tienes a nivel de cómic, ilustración, música, cine, libros, bares, comidas, …?
Supongo que esta es la pregunta donde tengo que aburrir infinitamente a vuestros pacientes lectores con un buen puñado de referencias culturales ingeniosas (risas). La verdad es que me da un poco de pereza, así que solo mencionaré un nombre, el de Lucio Urtubia, mi artesano gráfico favorito y el protagonista de la mayor gesta que nadie jamás ha conseguido a los mandos de una imprenta. Lo que me llevaría a otra de mis grandes pasiones gráficas, algo de lo que por el momento no puedo hablar por cuestiones “legales” (risas).
Háblanos de lo que es y ¿cómo surgió ¡Cuando los Humanos Atacan!?
Veo que has venido a la entrevista muy bien informado Rafa (risas). Pues te cuento. Cuando llegué a Valencia hace quince años, algunas de las personas con las que vivía montaron un grupo de teatro y como yo tengo un miedo escénico patológico pero quería aportar mi granito de arena al proyecto, me puse a escribir algunas ideas y comprobé que no se me mal (risas). Más tarde, este primer grupo se disolvió, y yo y otro compañero continuamos con otro nombre, ¡Cuando los Humanos Atacan!, y en formato “stand-up comedy”, en la línea de humoristas yanquis como Bill Hicks, Lenny Bruce o Andy Kaufman, tres de nuestras influencias más importantes. Por cierto, ahora en octubre actuaremos en el Circuito de Café Teatro de Valencia, así que si a alguien le apetece vernos invitado está.
¿Te irías fuera de Valencia por trabajo o no es necesario?
Por mi parte no lo veo necesario, porque estando aquí nunca me ha faltado trabajo. Aunque sí que es verdad que cada vez es más difícil encontrar encargos bajo unas condiciones dignas, ya no en Valencia sino a nivel nacional. La situación actual está precarizando todos los sectores, y la ilustración no es una excepción. Es un buen momento para explorar el mercado internacional, donde realmente se valora nuestro trabajo, porque la ilustración no es considerada un elemento meramente ornamental sino como una disciplina con entidad propia.
¿Por qué no quieres salir en las fotos?
¿Para qué una foto mía? ¿A quién le interesa cómo soy físicamente? Yo creo que es más representativo que ese espacio que va a ocupar mi cara lo ocupe mi trabajo que al fin y al cabo es el objeto de la entrevista. Además soy muy feo (risas).