Defender la despedida como una celebración. Ese es el motor de Adeu! (Teatre Rialto, del 15 de diciembre al 16 de enero), nueva producción del IVC, escrita y dirigida por el alicantino Lucas Escobedo (Paüra, YOLO, Los Mañas, Habitación 801…). Como es habitual en sus trabajos, circo que combina reflexión y entretenimiento, porque hacer pensar no está reñido con la espectacularidad, es más, todo lo contrario. Escobedo nos atiende por teléfono, días antes del estreno del montaje en el Arniches en su ciudad natal.
¿Cómo nace Adeu!?
Me llamaron del IVC diciendo que querían hacer una nueva producción de circo y que yo fuera el director y el creador. Empecé a darle vueltas a posibles temas, a posibles ideas artísticas y por ahí viene Adeu!, el título, porque la temática es las despedidas. Investigué el tema de las despedidas con todos los colores que tiene. Es decir, despedidas que son tristes; despedidas que son alegres de, por ejemplo, cuando acabamos unos estudios; despedidas forzadas como cuando hemos tenido que despedirnos de algo o de alguien y no queríamos…
Una vez tienes claro el concepto del proyecto, ¿cómo lo trasladas al escenario?
Una cosa que desde el principio tenía muy claro y que quería que el equipo también lo tuviera, era que muchas veces pensamos como despedida en la despedida última, la muerte, pero el espectáculo no va sobre la muerte. No se llama Mort, se llama Adeu!. Nosotros íbamos a hacer una celebración. Investigando llegué a la conclusión de que las despedidas son celebraciones. Por ejemplo, un funeral de alguien sería una despedida triste, pero es una celebración; una despedida de soltero o soltera es una cosa súper alegre y es una celebración. Les dije que defendiéramos la despedida como una celebración y que luego ya cada cada escena la colorearíamos de una manera, pero que no vayan todas teñidas de despedidas tristes ni de despedidas alegres, porque es un contexto mucho más rico.
En todos los montajes de tu compañía has firmado dirección y dramaturgia y además formabas parte del reparto. En esta ocasión no te subes al escenario como intérprete.
Me gusta mucho la escena, me encanta, me lo paso muy bien actuando, y ensayando, y creando, investigando y descubriendo momentos. Pero esto ha ocurrido por dos razones. Por un lado en mayo estrenamos nuestra última producción, Paüra, y realmente a nivel de hacer compatibles sus funciones con Adeu! creía que era un poco poner piedras en el camino antes de empezar, porque podían solaparse fechas y no me parecía correcto o ético con el compromiso adquirido por los equipos de ambos montajes. Pensé que iba a tener más libertad el proyecto si yo no estoy como intérprete y esto gira.
Y por otro lado, porque también en las otras producciones dirigir y estar dentro tiene cosas maravillosas, pero también hay cosas que te cuestan mucho dirigir desde dentro, según qué momentos, según qué escenas. Me apetecía mucho la experiencia de poder dirigir desde fuera. De ver toda la escena desde fuera, de poder ver el espectáculo entero, algo que siempre he añorado en otras producciones. Y está siendo una maravilla porque me permite fijarme en detalles, en matices mucho más finos y mucho más pequeños que desde dentro, porque muchas veces es imposible darte cuenta como intérprete de lo que está pasando en el conjunto, por mucho que trabajemos con una escucha a todo lo que ocurre en escena.
Es habitual en tus producciones que manejes referentes que no son exclusivamente escénicos. Por ejemplo, en YOLO, Goytisolo, Ella Fitzgerald, Silvia Pérez Cruz o en Habitación 801, Chema Madoz, Oliver Sacks o Gómez de la Serna. ¿Sucede también en Adeu!?
Me gusta mucho trabajar en esta globalidad del arte, de la cultura. En cuanto empezamos una investigación con un tema me gusta abordarlo desde muchos prismas, desde muchas perspectivas y empezar a sumergirme en lugares que no sé a dónde me llevan. Gracias a eso descubro cosas nuevas para mí, ando nuevos caminos. Me gusta pisar lo conocido porque al final voy con seguridad, pero me gusta mucho abrir nuevas puertas y decir bueno, a ver a dónde va esto. Y efectivamente, aquí por ejemplo, a nivel textual hay muchos textos que son míos, pero luego también bebemos de Miguel Hernández. A mí Miguel Hernández siempre me ha gustado mucho, no descubro nada hablando de su obra, pero siempre he tenido poemas, incluso versos sueltos suyos, que pensaba que en algún momento los utilizaría. Nunca había trabajado nada de él en ningún montaje. Y aquí tanto por temática, porque había obras suyas que se ajustaban muy bien, como por el hecho de ser una producción hecha en Alicante por el IVC, encajaba muy bien Miguel Hernández.
Además, para un momento muy importante de la obra, también nos inspiramos en una tradición japonesa que se llama tanabata. Bebo de ella a nivel estético y cultural. En Japón cuidan mucho los rituales, cuidan mucho las presentaciones de todo. Es una presentación que en su significado no tiene que ver con con Adeu!, pero de la que hemos bebido, porque plásticamente las imágenes que se generan tienen una fuerza brutal y ha sido como una inspiración muy clara para meterlo aquí, sobre todo para un momento concreto del montaje que es muy bonito, de unión entre artistas y público.
Y también, a nivel musical, hay referentes, con una mezcla de una canción tradicional de República Checa, a tres voces con unos textos y con un juego de iluminación. Me gustan mucho estas simbiosis y estos descubrimientos.
Otra constante en tus montajes es que siempre hay un tema, al margen de lo que sea la sinopsis en sí, que recorre toda la obra. Los miedos en Paüra, la salud mental en Habitación 801…¿Ocurre en Adeu!?
Sí, en Adeu! también. Me gusta mucho la forma pura y dura. De hecho, el circo muchas veces o tradicionalmente ha sido forma, ha sido el truco, el más difícil todavía, la persona capaz de hacer lo imposible… Y eso reconozco que me gusta, pero me gusta mucho también el contenido e investigar. Casi siempre necesito un tema que recorrer, del cual partir y al cual volver. Aquí el de las despedidas nace, como antes decía, un poco de ese concepto que todo el mundo conoce, que es universal. Sin decir nada, tú dices «despedida» y todo el mundo sabe lo que significa y tiene una relación directa y particular con eso. Y en este montaje, en concreto, nació mucho de la ausencia de las despedidas. Cuando me llama el IVC para hacerme esta propuesta, hace más de un año, llevábamos ya unos meses con la pandemia en plena incertidumbre, con media España encerrada, con los toques de queda en cada ciudad, con un horario, unas normas… Fue una realidad que cada cual vivimos a nuestra manera, con personas de las que no nos habíamos podido despedir, algunas que habían fallecido o gente, familiares, amigos, a los que estuvimos año y medio sin ver. Tenía una preocupación social de saber qué va a pasar con estas experiencias que no se han cerrado y están ahí y somos personas y necesitamos hacerlo. Era como hacer un homenaje también a todo esto, a las ausencia de despedidas que ha habido. Lo hablé mucho con el equipo. No vamos a hacer terapia con el público. Yo no soy terapeuta. Nadie de los que estamos aquí somos terapeutas, no es la intención. Pero una cosa es que no hagamos terapia y otra cosa es que lo que hacemos sea terapéutico. El arte es terapéutico, pero no, no estamos haciendo arteterapia, no, no, eso no es mi camino, yo no soy profesional de eso. Pero con las obras de arte en general, la música, el cine, el teatro, el circo… nos pasa a todo el mundo que vas a ver algo y te cambia, de repente sales y te ha dado un vuelco, para bien o para mal, para un lado o para otro, ¿no? Y me apetecía hacer esta especie de homenaje a ese momento.
Adeu! es un montaje de circo y se representa en Navidad dentro de un teatro coincidiendo con otros circos más tradicionales en la ciudad, ¿cómo crees que conviven?
No es casualidad que Adeu! se pueda ver en Navidad, eso sí es más una decisión del IVC, me propusieron estas fechas y creo que sí que fue intencionado pensando un poco en que la Navidad son unas fechas que la población las relaciona con el circo. Creo que conviven perfectamente. Hay gente que piensa que el circo es más el tradicional o al revés, que el tradicional ya está pasado de moda y que no tiene sentido y que ahora el nuevo circo es lo mejor. A mí me gustaría abrir un poco la mente y que consideráramos al circo como, por ejemplo, a la música o a la gastronomía. No tiene sentido que discutamos si es mejor la música rock, el pop, el heavy, la clásica o el jazz, porque …es mejor… ¿en cuanto a qué? O en la gastronomía, lo mismo sobre el arroz, la tortilla, la comida italiana, la mexicana… Me gustaría que llegáramos a un punto donde lo importante fuera la calidad del espectáculo de circo, independientemente de que el montaje fuera más tradicional o no. Me gustaría que fuéramos en esa línea y por eso vivo como una suerte que de repente una ciudad como València pueda tener espectáculos tan diferentes. Esa heterogeneidad la aplaudo.