El próximo domingo, 29 de abril, se celebra el Día Internacional de la Danza. Afortunadamente en València hace tiempo que no son necesarias celebraciones puntuales para reivindicar esta disciplina escénica porque su presencia es más que habitual en la programación cultural de la ciudad, tanto a nivel de salas como de festivales. Por ello, que se festeje esta jornada concreta no hay que entenderlo como una excepción.
La Sala Russafa le ha cedido el protagonismo absoluto de su escenario durante toda la semana. El sábado, 28 de abril, a partir de las 20.30h, además, coincidirán dos obras que de alguna manera permitirán testear el estado de la danza en València, al juntar en un mismo día a dos creadoras de distintas generaciones.
Por un lado, Cristina Gómez, que al frente de la compañía La Casa Amarilla ha apostado por su propias producciones de danza contemporánea, consolidando una trayectoria que también hizo escala en La Coja Dansa. Ella representará El despertar.
Por el otro, Paula Redondo, que después de diez años trabajando en Madrid regresó a València para seguir formándose, trabajar en Divinas palabras y poner en marcha sus propios proyectos con Intrat-Cía.Danza. Estrenará Una Marilyn desechable.
¿Cómo entró la danza en vuestras vidas? ¿Por qué la danza y no otra disciplina artística?
Cristina Gómez- Yo empecé en la danza como viene siendo habitual, de pequeñita mis padres me apuntaron a ballet en el colegio y ya no lo he dejado. ¿Por qué la danza? Porque bailando me siento yo misma, me hace sentir bien, llega un momento en que se convierte en una necesidad. Me ayuda a superar los momentos difíciles y a disfrutar más de los buenos.
Paula Redondo- Creo que la danza siempre estuvo en mí, con seis años empezé a estudiarla de manera académica, pero creo que siempre ha formado parte de mi persona. No la definiría como una elección.
¿Qué os aporta desde el punto de vista creativo?
Cristina- La danza es una manera de vivir la vida. Yo veo una imagen y la transformo en movimiento, cada palabra se convierte en danza. Cada película, libro, cuadro… yo me lo imagino en movimiento.
Paula- Es un lenguaje desde el cual puedo canalizar emociones, inquietudes, experiencia y me ayuda a seguir reflexionando y a darle forma a estas reflexiones.
¿Qué es lo que más disfrutáis de cada fase del proceso (coreografía, dirección, interpretación)?
Cristina- Cada fase tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. En El despertar he trabajado sola y eso convierte el proceso en algo más duro. Cuando trabajo con el resto de la compañía el proceso creativo es lo mejor de todo.
Paula- Diría que la interpretación es la parte en la que consigo adentrarme en una realidad previamente diseñada y eso me provoca sensaciones muy interesantes, pero el proceso de creación donde dibujo esa realidad hace que me inunde la ilusión y también me resulta maravilloso.
La danza del bienestar
El despertar se estrenó en el Festival Circuito Bucles de 2016 y regresa a hora a la Sala Russafa. Se trata de una pieza autobiográfica, íntima y personal que describe ese momento en el que soñar ya no basta. «Es difícil responde a cómo surgió la obra», explica Cristina. «Una persona muy cercana y querida enfermó, de repente, una de estas historias que piensas que nunca te van a tocar a ti. Y yo perdí la ilusión, la típica frase de que «hay que vivir la vida que nunca se sabe lo que puede pasar» para mí dejó de tener sentido. Así que, me enfrenté a estos sentimientos de la mejor manera que sé: despertando y poniéndome a bailar».
El montaje, dadas las circunstancias que lo alumbraron, sirvió a la coreógrafa y bailarina valenciana como terapia. «Totalmente, me ayudó a sacar lo que tenía y, sobre todo, a poder ponerle a la pieza un final feliz y un punto de optimismo que yo necesitaba». Durante este casi año y medio que ha transcurrido desde su estreno, «ha cambiado, sobre todo mi manera de ver las cosas, ahora es más alegre y optimista, la energía de la pieza es otra y eso la convierte en otra cosa».
La obra es una invitación a alcanzar los sueños que tiene cada uno, pero actuando para ello, como si se quisiera sacar del ensimismamiento a la gente. ¿Se puede extrapolar esa sensación al pasotismo que padece esta sociedad ante determinados problemas que padece o la reflexión va solo dirigida a las aspiraciones personales de cada persona? «Se puede extrapolar, claro. Es una invitación a hacer algo, sea lo que sea, sea algo grande o algo pequeño. A veces parece que si no aspiras a grandes retos no sirves para nada, pero las pequeñas cosas del día a día, los pequeños gestos son los que realmente pueden cambiar las cosas.
Desmontando a Marilyn Monroe
Una Marilyn desechable «surgió de la voluntad de dar voz también a las opresiones hacia la mujer que generalmente se consideran más irrelevantes, pero que muchas veces son las semillas de las atrocidades que luego salen en la noticias», afirma Paula Redondo.
Para ello, eligieron una imagen tan reconocible como la de Marilyn Monroe. «Para mí, Norma Jeane es la imagen de una mujer encarcelada en un arquetipo, banalizada por una sociedad ansiosa de estímulos sexuales. Este icono nos sirve como introducción para el verdadero mensaje que queremos trasmitir: la necesidad de «desexualizar» el cuerpo de la mujer para dar voz a su persona y a sus ideas».
La obra apuesta por la crítica y la reflexión, tan necesarias hoy en día. ¿En qué medida el arte y la cultura deben de tener ese compromiso? «El arte me parece la manera más bella que tiene el ser humano de hacer autocrítica, de reflexionar hacia donde se dirige la sociedad. Creo que su papel es también poner en duda los convencionalismos». Y para ello, no dudan en aprovechar todos los recursos que tienen a su alcance como la palabra. «La danza a veces puede resultar muy abstracta. Cuando lo que buscas es contar una idea muy concreta y acercarla al público de a pie, la palabra puede ser un gran apoyo».
¿Cómo veis el panorama de la danza en València?
Cristina- Hay cada vez más danza, y hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes y las salas nos apoyan mucho. Creo que nuestra tarea es hacer que al público le interese lo que hacemos y, sobre todo, dignificar la profesión: la del intérprete, el director, el profesor… Esto falta en todas las artes escénicas.
Paula- Desde mi punto de vista, es relativamente sencillo bailar en Valencia pero es difícil hacerte un hueco. Creo que no hay suficientes ayudas para todas las compañías con grandes propuestas y siento que el papel de la danza en nuestra cultura tiene que empezar a valorarse más y hacerse más notorio.