«El Avaro de Molière». Foto: Curro Cassillas.

El Avaro de Molière (Teatre Principal, del 24 al 26 de noviembre), adaptado (y también dirigido) por Ricardo Iniesta, parte del clásico para reconstruir su historia en clave musical, sin perder de vista la película de Tonino Cervi con Alberto Sordi y con algunas referencias a nuestra actualidad. Producida por Atalaya (que celebra su cuarenta aniversario este año), cuenta con Carmen Gallardo, Silvia Garzón, Pedro Callealta, Raúl Vera, María Sanz, Paula Margo, Lidia Mauduit y Enmanuel García sobre el escenario.

Aprovechando que se trata de una versión atemporal, en Verlanga centramos nuestra atención en el vestuario del montaje. Lo firman Carmen de Giles y Flores de Giles, quienes (a excepción de la última cuestión) responden de manera conjunta nuestras preguntas.

«El Avaro de Molière». Foto: Curro Cassillas.

Habéis colaborado muchas veces con Ricardo Iniesta. ¿En qué beneficia eso al trabajo?

Llevamos ya 38 años trabajando juntos, que se dice pronto. Después de tanto tiempo tenemos muy clara la estética y la forma de trabajo en la que se mueve Atalaya y el proceso se hace mucho más sencillo.

¿Cómo es el trabajo con él? ¿Cómo ha sido en este caso? ¿Os da alguna indicación, os da total libertad?

Ricardo suele tener una idea general de lo que quiere y nosotras nos encargamos de desarrollarla, añadir a ella y darle distintas propuestas hasta encontrar la clave. Ricardo quería sacar al Avaro de su época, nosotros siempre trabajamos con Atalaya en el marco de la atemporalidad, pero en este caso era importante hacer también un paralelismo directo con la actualidad, donde el discurso de la obra sigue siendo relevante.

«El Avaro de Molière». Foto: Curro Cassillas.

¿Y cómo es vuestro trabajo? ¿Partís de la historia que se cuenta y a partir de ahí desarrolláis el vestuario de cada personaje, al revés,…?

Un vestuario siempre tiene que ayudar tanto al espectador como al actor apoyando a la historia que se quiere contar. A nosotras nos gusta quedarnos con la idea que tiene en la cabeza el director y a partir de ahí crear los personajes, más que vestirlos.

Además, en el caso de Atalaya, casi siempre, solemos hacer tanto el diseño, como la realización de todos nuestros trabajos, al ser un trabajo muy artesanal, manipulado e intuitivo, es vital estar en todo el proceso en nuestros talleres propios.

¿Cuánto tiene de reto vestir a un clásico, aunque en vuestro caso vayáis más allá de la interpretación clásica?

En este caso, al no ser hiperrealista, diríamos que el mayor reto está en quedarte con la esencia de la época pero alejándote de la literalidad de la misma. Por otro lado, si fuera un trabajo para un director que quisiera un clásico hiperrealista el reto estaría más en el trabajo de investigación y documentación para crear una imagen lo más verídica posible.

«El Avaro de Molière». Foto: Curro Cassillas.

¿Cuál creéis que es, precisamente, vuestra aportación a la representación de un clásico?

Crear personajes que evoquen la época sin ceñirse a ella.

¿Os dividís entre las dos el trabajo de alguna manera o ambas estáis presente en todos los procesos del mismo?

Desde hace 8 años trabajamos codo con codo, estamos presentes y tomamos las decisiones en conjunto en todas las partes del proceso.

¿Qué importancia tiene (y cómo es) la interacción de vuestro trabajo con el de otros departamentos como puesta en escena, iluminación, peluquería …?

Carmen: Sería vital porque el espacio escénico es un puzzle, en el que cada pieza importa, debe interactuar y tener el mismo lenguaje entre sí. Por desgracia llevo 41 años de profesión y a día de hoy aún no ha ocurrido la obra en la que hayamos trabajado en comunicación y consecuencia todos los miembros de un equipo técnico, si no el director hablando con cada uno individualmente. Eso nos lleva a la circunstancia de no ver el puzzle completo hasta el ensayo general.

«El Avaro de Molière». Foto: Curro Cassillas.