Lino y Morgan son dos veteranos cómicos valencianos que hace diez años que no se hablan. Una situación que cambia al recibir la propuesta de participar en un homenaje póstumo a su compañero de profesión Eleuterio Sacristà.
Carles Alberola y Alfred Picó son dos actores cómicos valencianos que suelen hablar con asiduidad. Su relación, personal y profesional, no es la de Lino y Morgan, pero ambos les dan vida en L’últim ball (producción de L’Horta Teatre), obra que cuenta con la firma y la dirección de Alberola.
El montaje vuelve a unir a dos actores que comenzaron juntos en el mundo del teatro. Y, prácticamente, con toda seguridad no será la última vez que los veamos compartir escenario y baile. Hablamos con ambos, por teléfono, sobre la obra y sobre ellos.
¿Cómo surge L’últim ball?
Carles Alberola: Nace de un deseo de Alfred de volver a trabajar juntos después de unos años en que cada uno habíamos ido por nuestro lado. Como empezamos juntos y hemos trabajado en, creo, diez espectáculos, me pareció genial.
Alfred Picó: Es un encargo que le hago a Carles para que escriba un texto para L’Horta Teatre. Somos amigos, comparto su imaginario teatral y lo que nos gusta ver en escena. Empezamos juntos nuestra andadura profesional en L’Horta con tres espectáculos, Viu com vulgues (1988), O tu o res (1991), y Nit i dia (1993). Pensé que era un momento idóneo para que la compañía volviera a retomar esa colaboración, pero diversos motivos, la postpandemia entre ellos, hicieron que todo se atrasara un poco más de lo que hubiéramos deseado. El azar ha hecho que nos sirviera este espectáculo para conmemorar el 50 aniversario de la compañía.
En un principio, las líneas de producción no eran un espectáculo de dos intérpretes, sino todo lo contrario, era un montaje en el que como máximo salieran 4 actores y un técnico. Pretendíamos que fuera como un homenaje a toda la gente que había seguido a L’Horta y a nosotros durante todos estos años. Dando un paseo, Carles me contó que tenía una idea para hacer los dos juntos y que le gustaba mucho y como siempre hacemos en L’Horta, pues si a ti te gusta a nosotros más (ríe).
Carles: Los dos nos conocemos muchísimo y me vino a la mente la posibilidad de que el espectáculo hablase de dos cómicos a los que el tiempo ha separado por cosas que pasaron entre ellos y que ahora se volvían a juntar, a una edad ya bastante avanzada y con los cuerpos deteriorados, en el homenaje a un compañero que ha fallecido. Ese fue el motor y la verdad es que está siendo, realmente, un viaje fantástico.
¿El hecho de que los protagonistas fueran dos actores hacía más apetecible, de alguna manera, el proyecto?
Carles: Es un territorio que conozco, aunque luego es extrapolable. Muchas veces vemos películas sobre la mafia o westerns, que están lejos de nuestra realidad, pero nos sentimos aludidos. En este sentido, hablar del mundo del espectáculo es el punto de partida, pero como digo, es extrapolable a todas las profesiones y a todas las relaciones humanas.
¿Qué era lo más interesante de la historia?
Alfred: Lo que más me gusta en estos momentos en que el espectáculo ya está acabado, es cómo ha hilvanado cosas de autoficción, que la gente que nos ha seguido durante nuestros inicios puede intuir, con la propia ficción de dos amigos que se han visto separados durante diez años y que no se hablan y que retoman su relación para un homenaje. Cada uno situado en un extremo de sus vidas, ya en el ocaso, pero la retoman, en definitiva es lo que les hace felices y lo que les ha hecho felices en su vida.
¿Habéis incorporado anécdotas o vivencias propias?
Carles: Me apareció muchísimo material y estuve trabajando muchos meses con él. La cuestión ha sido descartar, elegir qué es lo que finalmente cogíamos, cosas de primera mano de haberlas vivido, pero luego huyes del detalle concreto. Sirve como punto de partida para generar una ficción, hay puntos de concomitancia, pero luego son historias en las que realmente no somos nosotros, gracias a dios (ríe).
Alfred: Soy un fan, un seguidor acérrimo de los espectáculos de Carles y reconozco expresiones, frases de algunos de ellos. Sacamos un elemento escenográfico que a aquellos que nos conocen les remitirá a nuestros primeros espectáculos en L’Horta juntos. La obra es un homenaje a dos cómicos que no han tenido éxito, entendido este como fama, y que se han batido el cobre, de pueblo en pueblo, haciendo felices a mucha gente. ¿Si me reconozco en algo? En muchas cosas, sobre todo en esa amistad de dos personas.
Resulta muy tentador no aprovechar que la obra habla sobre la relación de dos cómicos para preguntaros por la vuestra. ¿Recordáis cómo os conocisteis y cuál fue la primera vez que trabajasteis juntos?
Carles: Perfectamente. Hace muchos años, pero uno conserva la memoria (ríe). Nosotros coincidimos en las pruebas de acceso a la Escuela de Arte Dramático, nos examinamos el mismo día y a partir de ahí empezamos a compartir algo más que unos estudios.
Alfred: Desde el inicio hubo una gran afinidad, sobre todo en qué nos gustaba ver encima de un escenario y cómo proyectábamos lo que podría ser en el futuro los espectáculos en los que nosotros participaríamos.
Carles: Empezamos a compartir muchas conversaciones, mucho conocimiento propio, había muchos puntos de concomitancia con lo que nos gustaría hacer en el futuro, con lo que soñábamos convertirnos. Y ese fue el primer el primer punto de contacto. Luego fueron tres años muy intensos y en esos tres años ya empezamos a trabajar mientras estudiábamos. Lo hicimos en un espectáculo que se llamaba Allò que tal vegada s’esdevingué, dirigido por Leopoldo García Aranda. Luego coincidimos en Momo (1986), de Pluja Teatre, fue un año realmente muy intenso de formación, de muchos bolos, de trabajar con una compañía histórica del teatro valenciano como Pluja. Ese fue el punto de partida y luego ya vinieron los espectáculos en L’Horta y más tarde con Albena.
Alfred: Cuando estudiábamos, Carles tenía ya una pulsión muy fuerte por la escritura y yo recuerdo animarle. Aprovechamos la infraestructura de L’Horta Teatre que, digamos, estaba en su declinar de compañía amateur para lanzar los primeros espectáculos profesionales juntos. En principio, la nuestra fue una amistad sobre todo escénica, pero que luego se ha traspasado, evidentemente, a la vida, a nuestras familias y hemos compartido muchas vivencias juntos.
¿Cómo ha sido esa relación profesional a lo largo de estos años? ¿Algún momento concreto que os gustaría destacar?
Alfred: Después de aquellos tres primeros espectáculos en L’Horta, Carles montó Albena con Toni Benavent, iniciaron su andadura y yo continúe con L’Horta. Siempre he estado dispuesto a trabajar en sus espectáculos y cuando Carles me ha ofrecido papeles para trabajar en Albena, como fue en Besos (1999), en Spot (2002) o en Que tinguem sort! (2010), o en los espectáculos de televisión, siempre he estado dispuesto… sobre todo porque comparto su universo, su manera de entender el humor, muchísimas cosas y él, siempre, me ha visto como un actor dotado para la comedia. Nos hemos entendido muy bien a la hora de trabajar y eso ha hecho que repitamos.
Carles: Uno mira atrás y dice, joder, qué suerte que he tenido con la gente que he conocido y con la que he mantenido el contacto, la relación, el trabajo, y uno de ellos es Alfred, otro podría ser Toni Benavent en Albena Teatre. Más que un recuerdo en concreto es el verme con él en un coche yendo de bolo en bolo, de pueblo en pueblo, contando historias, que es algo, que ahora, 40 años después, seguimos haciendo.