Solo veinte personas por sesión. El escenario convertido, también, en platea. Muñecos en miniatura como protagonistas. Y el mundo a escala 1:86. Todo eso es «Mi gran obra», una super-mini-producción con 300 actores en escena, una orquesta militar, una banda de rock, animales, coches y hasta un helicóptero. Su autor, David Espinosa (Elche, 1976), quiso imaginar qué haría si tuviera entre manos un presupuesto ilimitado. Eso sí, a la hora de ponerlo en marcha tuvo que recurrir al reduccionismo … de tamaño.
Una propuesta que, seguro, sorprenderá al espectador por lo que tiene de inhabitual. «No estoy tan seguro de que sea la primera vez que vean algo así, de hecho la mayoría hemos jugado durante la infancia con cosas diminutas, aunque sin la conciencia de representación. De ahí supongo que surge la idea, y del momento de crisis económica en que estábamos (y que continúa) cuando empecé la creación…», matiza David. El formato como un actor más de la representación. «El formato es una gran ironía, forma parte de las varias capas de significado que puede tener el trabajo. Normalmente no me planteo contar nada, parto de unas cuestiones que trato de desarrollar y comparto el resultado al que me han llevado».
Espinosa formó un triángulo creativo para poner en marcha el proyecto. Suyo era el texto, Santos Martínez se encargó de la música y Fabián Asunción ejerció de maquetista. «Al principio hablamos mucho los tres sobre la idea de utopías, hacer algo que cambiara el mundo… Luego les pedí a ambos que construyeran su obra maestra: un teatro y una banda sonora. Fabian se salió por la tangente y Santos intentó mejorar la Quinta de Beethoven». Y es que diseñar un mundo mejor a escala reducida no es nada sencillo y uno se acaba encontrando con dificultades con las que no contaba, como «las uñas demasiado cortas que pueden dificultar mucho el movimiento».
Con las maquetas, Espinosa ha hecho frente a uno de los males endémicos del teatro, la falta de presupuesto. ¿Hay otros? «Yo te puedo hablar de mi experiencia, la falta de presupuesto es uno de los problemas que siempre te encuentras, pero es mucho peor la indiferencia». No es la primera vez que el autor reflexiona sobre todo ello, incluso en alguna ocasión ha afirmado que en cada uno de sus montajes se está cuestionando. El teatro como canal y como mensaje. Pero, ¿qué es el teatro? «Yo, cada vez más , lo siento como un acto inútil, cercano a la idea de juego o entretenimiento inteligente (por lo menos se intenta), con los años dudo mucho de que en realidad sirva para cambiar la sociedad actual. Hoy en día, todo se acaba convirtiendo en pose, en el mundo del arte hay mucha pose snob. Y supongo que la mía también lo es». ¿Qué teatro como espectador te hizo, pues, mejor persona? «El mio por supuesto (risas). En serio, para mí el proceso de creación es una gran confrontación y búsqueda que siempre te hace crecer, o al menos esa sensación te da». Crecer aunque sea con miniaturas, esa es la magia del teatro.