«Susan y el diablo». Foto: Vanessa Rabade.

Aunque Tarantino quiso cambiar el devenir de la historia en su último film, lo que ocurrió fue lo que ocurrió. Y Sharon Tate fue asesinada por unos fanáticos a las órdenes de Charles Manson. En aquel brutal crimen, y el de siete personas más, en 1969, estuvo involucrada Susan Atkins, apodada Sexy Sadie. Susan y el diablo (Sala Russafa, del 24 de septiembre al 10 de octubre), escrita y dirigida por Chema Cardeña, nos traslada a 2008, cuando un periodista entrevista en la cárcel a Atkins, enferma de cáncer terminal (falleció un año después). María José Goyanes, Manuel Valls y Marisa Lahoz son los actores que suben al escenario. En Verlanga desviamos, por un instante, el foco de los intérpretes y lo fijamos en la escenografía de la obra y en su responsable, Alfonso Baraja.

Alfonso Baraja. Foto: Ezequiel Trejo.

¿Cómo definirías la escenografía de Susan y el diablo?

Dentro de la sencillez, clásica.

¿Cómo fue el trabajo de escenografía? ¿Tuviste libertad absoluta, muchas indicaciones, algunas referencias/influencias de otras obras (o de cualquier tipo), documentación,…?

Toda la libertad, siempre de acuerdo con el director.

¿Durante las representaciones haces retoques o no estás presente? ¿Ha cambiado en algo la escenografía desde su estreno?

No, cuando llego a un acuerdo con el director, ya no cambio, siempre ajustamos durante los ensayos.

¿Qué crees que aportan (narrativamente, visualmente, …) la escenografía a la obra?

La escenografía apoya al contexto dónde se desarrolla la acción y arropa las acciones de los actores.

También eres el responsable del vestuario, ¿qué relación crees que tiene con la escenografía?

Espero que toda, así lo pensé y creo está acertada para los personajes.

¿Qué es, para ti, Susan y el diablo?

Un texto estupendo, una dirección acertada y unos actores bien elegidos y que han hecho un trabajo difícil, pero creo que satisfactorio, sin olvidar la producción, que siempre ha ido a favor de nuestro trabajo.