A los clásicos hay que conocerlos y respetarlos, pero no venerarlos. Suelen ser el principio de todo. Prólogos a los que acercarse para entender muchas realidades, pero nunca textos que sacar en procesión y ponerlos en un altar. La irreverencia es absolutamente necesaria. Y lo es para que, precisamente, no se mueran esos clásicos o queden almacenados en el armario del olvido resisitiendo enganchados a unas bolitas de alcanfor.
Ha querido la casualidad que esta semana coincidan dos Hamlet en la cartelera valenciana. Dos revisiones de la obra de Shakespeare que optan por su deconstrucción a partir de su conocimiento. No es gamberrismo porque sí, nada de botellón escénico. Son oxígeno necesario para airear ese academicismo que a veces desde el escenario se mira el ombligo en lugar de mirar al público.
A Sala Russafa llega ¿Hamlet … es nombre o apellido? (3-5 noviembre), de la compañía madrileña Tarambana, un refrescante montaje que centra su atención en el personaje de Claudio, siempre vilipendiado y silenciado y que aquí tendrá oportunidad de explicar sus acciones. En el Teatre Micalet sigue hasta el 12 de noviembre Hamlet Canalla, una de los éxitos teatrales de la temporada pasada. Con texto de Manuel Molins e interpretaciones de Josep Manel Casany y Ximo Solano, presenta un Hamlet que es toda una joyita: un tirano que oprime a los más débiles, asesino y maltratador de mujeres. Seguramente si Hamlet levantara la cabeza se pondría de pie en el patio de butacas para aplaudir la osadía de ambas producciones.