Fue Albert Camus el que dijo aquello de «No hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo». Seguramente, el escritor francés no estaría pensado en las grandes obras de la literatura, sino en las relaciones personales, pero para el caso da lo mismo. Los clásicos siempre son vistos con ese temor al que se hace referencia en la cita del padre de Albertine. Cualquier intento por zarandearlos y crear algo distinto a partir de su base, suele recibir miradas desaprobatorias, antes incluso de su estreno. Algo inexplicable porque la naturaleza de sus textos, sus brillantes estructuras y su solidez dramática los convierten en el bocado ideal para ser deconstruidos o vueltos a cocinar.
Darío Facal así lo entendió cuando adaptó, junto a Javier L. Patiño, «Las amistades peligrosas», de Choderlos de Laclos. Una apuesta arriesgada necesitaba de compañeros valientes y experimentados. Carmen Conesa fue la elegida, desde el principio, para dar vida a la marquesa de Merteuil. De hecho, puede que la obra nunca se hubiera llevado a cabo sin su participación. «La obra llegó a mí, más que yo a la obra. Darío me dijo que si yo y Cristóbal Suárez estábamos en la obra, la montaba. Quiso crear el equipo antes de empezar el proyecto», explica la actriz catalana.
Cuesta imaginar a una actriz, con su carrera, ilusionarse tanto con un nuevo proyecto, pero nada es predecible si hablamos de Carmen Conesa. «Cuando me contaron la idea, me pareció muy emocionante. Mi personaje es impresionante, un reto para cualquier actriz. Afrontar un personaje así de grande y con todos los referentes que hay». De todas las versiones anteriores (en pantalla grande o escenarios) hay dos que permanecen en el imaginario colectivo. Dos películas a las que sólo les separa un año. La que comparte título con este montaje y que dirigió Stephen Frears en 1988, y «Valmont», con Milos Forman detrás de las cámaras. En aquellas ocasiones, la marquesa de Merteuil adoptó el rostro de Glenn Close y Annette Bening, respectivamente. Carmen Conesa no ha vuelto a ver ninguna de las dos para preparar su papel. Y tal vez sea la mejor decisión, porque la versión del tándem Facal – Patiño persigue la fidelidad a la novela que le negaron ambos films. Innova en la puesta en escena, pero el texto, la época histórica o el vestuario responden a lo que Choderlos de Laclos creó. «Así es», apunta Conesa, «el texto es fiel a la novela, que es epistolar y nosotros nos comunicamos a través de cartas, pero no leídas, sino integradas en los diálogos».
Aunque la conversación es telefónica se percibe cómo se ilumina su rostro cada vez que habla de la obra. «Vivo feliz esta irreverencia hacia un texto clásico porque es como una triple pirueta, con salto mortal, que tenía muchas ganas de poder hacer. De la mano de Darío Facal, y con la compañía de un equipo muy valiente, me he atrevido». Parte de ese equipo lo compone el cuadro actoral con el que comparte representaciones. Cristóbal Suárez ha cedido en algunas ocasiones el relevo a Edu Soto, quien junto a Irina del Río, Lucía Díez o Mariano Estudillo ayudan a mantener ese equilibrio necesario entre el original y las descargas a ritmo de rock y jazz que acompañan la narración.
Pero que nadie se lleve a engaño. Esta revisión de «Las amistades peligrosas» no es un musical. Género en el que por cierto, Conesa ha disfrutado intensamente, tanto en sus inicios con Dagoll Dagom, como en posteriores montajes como «Chicago» o «Follies». «No, no es un musical. La música es la banda sonora que acompaña a las escenas, ayuda a crear el clima adecuado. De hecho yo canto sin letra, tarareo apenas una melodía. Eso sí, toco el piano». No es el único instrumento que domina. También la guitarra y la armónica. La música siempre ha estado muy presente en su vida, tanto personal como laboral. «Desde pequeñita la música ha sido muy importante en mi vida. El referente más importante ha sido Frank Sinatra, mi maestro. Y después, muchos, Joan Baez, Joan Manuel Serrat,…». Durante años fue cantante de jazz y también montó la Carmen Conesa Band, de los que se puede encontrar una versión de «Soy minero» en youtube.
No es la única disciplina artística que practica la actriz catalana, que también ha estudiado Bellas Artes. La pintura se le da muy bien. El hiperrealismo es el nexo que une sus cuadros. «He tenido muchas ramas por donde tirar hasta finalmente decidirme y vivir del teatro. La pintura me viene muy bien como terapia para cuando no estoy trabajando». A Conesa la vida se le queda corta para todo lo que quiere hacer. Es como si necesitara una bola extra para saciar todas sus inquietudes. ¿Acaban aportando algo a tu carrera como actriz esas incursiones en otros campos? «Yo quiero pensar que sí. Todo lo que es alimento creativo o artístico, acaba influyendo seguro. Cuando estoy concentrada con mi pintura, con mis colores, me gusta creer que luego un personaje que haga tendrá más matices, más colores».
Carmen Conesa siempre será, para toda una generación, una de «Las chicas de hoy en día». Serie de principios de los noventa, dirigida por Fernando Colomo y que retrataba a dos aspirantes a actrices que se instalaban en un piso compartido de Madrid. «Tenía mucho de mi vida. Colomo, Joaquín Oristrell y Pedro Febrero, me preguntaban y me grababan anécdotas y luego las incluían en los guiones. En esa serie hay mucha parte de mi vida». El año que viene se cumplen veinticinco años de su estreno en TVE. Sería una oportunidad magnífica para averiguar que ha sido de aquellas dos jovencitas. «Diana Peñalver (la otra protagonista de la serie) y yo hemos propuesto a Colomo hacer la segunda parte. A él le parecía muy bien. Estamos estudiando la posibilidad de hacerlo, pero es complicado. Exige mucha dedicación a todos los niveles, empezando por el guión. Pero creo que sería muy interesante reflexionar sobre las mujeres actrices de 50 años, como se nos ve y como lo vivimos. Su evolución, su lucha en la profesión». Mientras llega ese momento, lo mejor es comprobarlo en directo, sin necesidad de ficción alguna. Y «Las amistades peligrosas» es una buena oportunidad.