Quijote de Bambalina Teatre

«Quijote» de Bambalina con David Durán y Àngel Fígols. Foto: Bambalina Teatre.

«Quijote» de Bambalina Teatre Practicable ha sido representada desde 1991 más de 500 veces por medio mundo. Es sin duda su obra maestra, un clásico con estética contemporánea, un prodigio de movimientos entre títeres y actores (David Durán y Àngel Fígols) dirigido por Carles Alfaro, y con un guión y espacio escénico de Jaume Policarpo. Con él abordamos la esencia de una obra que le ha acompañado durante estos 25 años, «hurgando en sus entrañas» y a la vez «acariciando los sentidos» como una locura creativa que ahora se celebra en Teatre Micalet (del 10 al 13 de noviembre) y que parece no tener fin.

Jaume Policarpo

Jaume Policarpo. Foto: Bambalina Teatre.

¿Quiénes son los personajes?

Se podría escribir un tratado y, de hecho, creo que hay unos cuantos escritos, así es que reduciré la magnitud de la pregunta a las dimensiones de nuestros dos pequeños títeres que hicimos hace 25 años con mucho entusiasmo y escaso rigor. Creo recordar que leímos el Quijote y luego hablamos mucho de la novela en sí y de los constantes descubrimientos y sorpresas que nos iba deparando. Estos largos intercambios de impresiones no tenian un objetivo predeterminado; no buscaban analizar los personajes, acotar una estética o concretar una dramaturgia. Se trataba de una fuente de inspiración abierta que nos estimulaba a plantear pequeños experimentos escénicos diarios en la sala de ensayos.

De aquellos juegos diarios fue naciendo un pequeño universo lleno de sombras cuyos habitantes iban absorbiendo de nuestra propia esencia muchos trazos de su identidad. Era la primera vez que sentía, como intérprete, que para encontrar un personaje no tienes que trabajar y esforzarte en su construcción sino abandonarte y dejar que aflore. Nuestros Quijote y Sancho son dos títeres y eso significa que son un esquema, una síntesis, una estilización de los inmensos personajes creados por Cervantes. Quizás por ello aparenten ser más puros y simples, más frágiles y más expuestos a todo lo que les envuelve. Pero, a mi entender, lo que hace singulares a estos dos títeres es la compleja relación que mantienen con sus titiriteros, una relación contradictoria y en ocasiones perversa. Una relación que representa y dimensiona en escena el delirio que acompaña al creador de cualquier personaje, o quizás, el delirio de cualquier creador, a secas.

¿Cuál es la esencia que perdura en la obra?

El montaje se mantiene intacto en lo formal. Si ves el primer vídeo que grabamos al poco de estrenar, la partitura de movimiento se ha mantenido casi invariable a lo largo de todo este tiempo. Pero todo lo subyacente ha ido creciendo y enriqueciéndose: la modulación de las voces, la sincronía, la concentración, el conocimiento… La misma comprensión del fondo de cada microescena, de cada sentimiento, de cada inflexión. Pero hay algo que escapa al análisis porque la captación sensorial del público en la representación es idéntica. La reacción en la función de la semana pasada no difiere un ápice de la que sentimos en las primeras actuaciones que hicimos en la desaparecida Sala Moratín. Cuando me preguntan sobre esta conexión particular no sé muy bien qué decir… Ahora creo que se debe en gran medida al modo que tuvimos de abordar el proyecto, aquella libertad, la ausencia de pretensiones más allá de la propia obra y el corazón de sus personajes. Y también, ese desparpajo que devino en un atrevimiento, que ahora, con estas edades y estas cabezas se me antoja bastante improbable. ¡Montar el Quijote!

¿Cómo has evolucionado con ella?

El Quijote, ha sido mi escuela interior. La obra está llena de pequeños misterios teatrales. Secretos escondidos que se han ido revelando en los momentos de reflexión. Muchos de esos momentos estan ligados a mi faceta pedagógica de estos últimos años, y otros, provocados por el puro y simple ejercicio de esta profesión que siempre llega un momento en el que te deja perdido a la intemperie y tienes que resguardarte en lo que realmente te da seguridad porque lo sientes tuyo, porque sabes que lo comprendes hasta el final.

Al pensar en lo que hacía al principio y lo que hago ahora creo que solo varía la consciencia sobre los procesos interiores. Aunque el conocimiento y control de estos procesos acaba siendo más válido y te procura más herramientas para trabajar tú como director con otros intérpretes, que a ti mismo en tus extravíos actorales. Conseguir mantener un espectáculo en repertorio durante tantos años te aporta, como compañía, mucha sabiduría. El hecho de que se valore tanto el estreno constante de piezas que se desvanecen al poco tiempo confrontado a nuestra experiencia con el Quijote da mucho que pensar. Estamos enredados en una precipitada renovación constante que tiene más que ver con el consumo voraz que con la legítima aspiración de mejorar, crecer y madurar.

 

«Quijote» de Bambalina Teatre Practicable. Del 10 al 13 de noviembre en Teatre Micalet.