La coreógrafa Bárbara Sánchez (Sevilla, 1975) le ha bailado al planeta Plutón, ha colaborado con Pablo Peña (Pony Bravo, Fiera) para danzar con el cine como inspiración, ha explorado en lo femenino, ha celebrado a Isadora Duncan, ha encendido el Electrohumor o ha indagado en la pena a través de lo físico. Ahora, con Várvara (La Mutant, 27 y 28 de noviembre) «propone un acercamiento feminista al arquetipo cristiano de María Magdalena, partiendo de lugares aparentemente tan dispares como la cultura valenciana del bacalao y la idea mística del éxtasis».
¿Cómo llegas a unir creativamente a María Magdalena y la música bacalao? ¿Cuándo se produjo ese click en tu cerebro? ¿Qué lo provocó?
Yo nunca pensé durante el proceso en María Magdalena. Yo quería hablar del amor divino a través de la música bacalao. Seguramente ella estaba ahí desde el principio, pero nosotros nos dimos cuenta cuando la pieza estaba acabada. Ese click que dices se produjo al terminar el primer pase con público que hicimos al finalizar la residencia técnica. Me fascina cuando pasan estas cosas, porque te das cuenta de que las obras siempre se hacen más allá, y a pesar, de tus intenciones.
Hablando de uniones, unes danza y palabra, algo que no suele ser muy habitual.
Afortunadamente hace tiempo que la palabra acompaña a la danza. Yo vengo también del teatro, así que para mí utilizar la palabra es casi algo inevitable. Me interesa la musicalidad de la palabra, la manera de decir los textos, la investigación con los sonidos. En el caso de Várvara, lo de utilizar las poesías de amor místico era un deseo que tenía claro desde el principio, me apetecía investigar el cómo decir la poesía, el cómo meter el ritmo de la poesía dentro del ritmo de la música bacalao. En Várvara hay un ir y venir continuo entre el cuerpo y la palabra. A veces la palabra completa algo que mi cuerpo anuncia y viceversa. Várvara es una mensajera y los textos se utilizan como mensajes divinos. El baile es una preparación para decir los mensajes y los mensajes dejan a su vez un eco que afecta al cuerpo. De este modo se va construyendo un diálogo constante entre el baile y la palabra.
Várvara es un solo y estás sola en escena. Firmas dirección, coreografía e interpretación, parte de los textos, la dramaturgia la escribiste a medias e intervienes en el vestuario.
Desde los comienzos estoy acostumbrada a encerrarme sola en el estudio y en los primeros trabajos lo hacía yo sola casi todo. Me gustaba, y me sigue gustando, pasar horas a solas en el estudio, y aunque la soledad también es sufrida es algo que necesito. Por otra parte está el tema de la precariedad, que no me ha permitido contratar ni a mucha gente ni durante mucho tiempo. En los últimos años la cosa ha ido mejorando y ahora cuento con un equipo fantástico. De todos modos, yo intervengo en todo y me gusta controlarlo todo. Tengo que sentir en todo momento que es mi visión para poder sentirme segura. De otra manera no podría defender el trabajo. Es mi manera de hacer y si beneficia o perjudica a la obra es algo en lo que no pienso.
En el dosier del montaje se puede leer «La nostalgia es para los flojos. La melancolía para los sordos.Várvara no echa de menos nada».
Jaime Conde-Salazar, con quién comparto la dramaturgia de esta obra, es quien escribe los dosieres porque a él le quedan mucho mejor que a mi. Yo creo que lo que quiere decir con esas frases es que Várvara no propone el bacalao desde una mirada nostálgica, sino que Várvara utiliza el bacalao como motor y como puerta al éxtasis, a esa unión definitiva que sucede en un presente absoluto.
¿Cómo llevaste a cabo la selección de textos, qué les pedías que aportaran? ¿Cómo interactúan con los tuyos propios?
Lo primero que tenía claro eran los textos de poesía, quería que fueran poesías de amor místico. Empecé con San Juan de la Cruz y Santa Teresa y acabé con las letras de las coplas de Rafael de León. Los demás textos fueron llegando por el camino. Hago mucho caso al azar durante los procesos creativos. Y cuando algo me llega muy claro y me llama fuerte sé que tengo que escucharlo con atención. Mis textos van mezclados con frases de otros textos. Cojo una frase de un texto como enunciado y después continúo el texto yo. Corto, pego, voy jugando y mezclando los textos de otros autores con los míos libremente.
¿Y respecto a la música?
La búsqueda y selección de temas duró meses. La primera playlist que tengo es de seis horas. De ahí iba reduciendo y haciendo playlists más cortas hasta quedarme con los diez temas que conforman la pieza. Me encantó esta parte del proceso, aunque decidir la selección final no fue nada fácil. Este tipo de música puede ser muy cansina, así que la selección fue hecha casi en su totalidad en base a los temas que más me gustaban, los que más me emocionaban y los que no se me hacían pesados después de escucharlos mil veces.
¿En qué medida Várvara es fruto de trabajos tuyos anteriores? ¿Identificas algo de ellos en algún momento en este proyecto?
El tipo de cuerpo en estado de posesión que hay en Várvara recoge la estela de la última escena de la pieza anterior Somewhat paler. Y en Várvara se profundiza en ese estado, se desarrolla y se amplía.
Eres sevillana, pero ¿viviste la Ruta en su día?
Sí, pero en Andalucía. Aquí también se cogía el coche y nos movíamos los fines de semana a fiestas que se hacían en Sevilla, Huelva, Cádiz… Aquí en el ambiente se hablaba todo el tiempo de Valencia y Alicante. Así que un fin de semana cogimos el coche y nos fuimos de Sevilla a Alicante a conocer la discoteca Central. Aquello me dejó en shock, el ambiente era mucho más salvaje y más masificado de lo que yo estaba acostumbrada. Recuerdo nada más entrar a un camello muy sonriente y saltarín disfrazado del duendecillo Pumuki acercándose a nosotros…Año 94.