Viaje a Pancaya (Sala Russafa, 14 y 15 de noviembre) es una travesía imaginaria a la isla del título. Un lugar tan fantástico como utópico en el que la tripulación la componen los integrantes de la compañía teatral aragonesa Tranvía Teatro. Y el motor, los textos combinados de Cervantes, Quiñones de Benavente, Agustín de Rojas, Juan del Encina, Quevedo, Calderón de la Barca, Cervantes y otros autores del Siglo de Oro español. Sobre el escenario, Jesús Bernal, Ana Cózar, Carmen Marín, Daniel Martos y Amanda Recacha. Pero lo mejor será cederle el timón del artículo a Cristina Yáñez, autora y directora del montaje, para que en tres actos, nos desvele cómo ha sido el camino creativo hasta su estreno

Creación

Podemos decir que esta obra nació en mitad de la pandemia que estamos viviendo. Y que es, ni más ni menos, una respuesta desde el teatro, desde nuestra visión, a la incertidumbre que nos rodea, a ese mundo que no reconocemos y que ha desestabilizado y removido nuestros cimientos. La imposibilidad de hacer teatro durante los meses de confinamiento nos hizo desear volver con más fuerza, aferrándonos a lo que somos y sabemos hacer, confiando en el poder sanador del teatro, de la palabra, volviendo a ser lo que siempre hemos sido: contadores de historias dirigidas a las gentes que nos rodean y que conviven en la misma sociedad que nosotros.

Y allí aparecieron los clásicos, nuestros clásicos, que sufrieron pandemias como nosotros y que renacieron en esa época esplendorosa que fue el Siglo de Oro. Y el concepto de Edad de Oro nos llevó a Agustín de Rojas y su Viaje Entretenido, a las Edades del Hombre, y a esa búsqueda anhelante del ser humano por ser feliz y vivir en armonía, en tolerancia… Y apareció Pancaya, la isla utópica donde renace el Ave Fénix y hacia la cual todos navegamos e intentamos alcanzar en busca de la felicidad. Los autores del Siglo de Oro volvieron a hablar de ella, lo hizo Lope de Vega, lo hizo Cervantes…

Ya teníamos el germen de la historia. Un Viaje que nos devolviera el anhelo de ser mejores, donde nos encontráramos con nosotros mismos, con lo que fuimos y somos, donde renaciéramos de nuestras cenizas como el Ave Fénix. Navegar hacia Pancaya, volver al Teatro, retornar a los escenarios buscando nuestra esencia, viajar al ayer para hablar del hoy y lanzar un mensaje positivo a nuestros semejantes desde la humilde posición que nos confiere nuestro oficio de bufones, juglares, narradores y contadores de historias… Como desde hace siglos hemos hecho.

Preparación

La obra está compuesta por Loas, Mojigangas, Bailes, Jácaras y Entremeses de Cervantes, Calderón de la Barca, Agustín de Rojas, Quiñones de Benavente, Juan del Enzina y de otros autores anónimos del s.XVII. Hilados sin interrupción, engarzados unos con otros, nos hacen navegar sin descanso en un viaje que habla del ser humano, de sus vicios y virtudes y también del oficio del teatro. La obra se sirve de muchas formas y maneras, con Commedia dell’Arte y máscaras, carnaval, farsa, comedia, fiesta de la Vida y de la Muerte, títeres, y algún momento más oscuro, reflejo de la vida, como diría Valle-Inclán…

La selección de autores y obras fue un proceso que duró varios meses y que fue compartido entre los actores y la directora/dramaturga. Trabajamos muchos de ellos que no han visto la luz y otros que finalmente han resultado imprescindibles para la obra. Nuestra idea, que fue siempre la base de los ensayos, era hablar de lo contemporáneo, del hoy. Presentar a los clásicos con mirada contemporánea. Y los clásicos tienen mucho que contarnos hoy… Creo que lo hemos conseguido.

Para representar la obra, contamos con actores y actrices que forman parte de nuestro elenco habitual, lo que ha permitido un trabajo de búsqueda en un ambiente de confianza que, en estos momentos resultaba imprescindible y necesario. Contar con el equipo, con los de “casa”, trabajar todos juntos, buscar lo común. Cinco actores, tres mujeres y dos hombres interpretan todos los personajes y todas las situaciones. Un coro que se transforma ante nuestros ojos en múltiples voces. Esto requiere una gran versatilidad en todos y exige de cada uno de ellos un gran esfuerzo. Cantan, bailan, interpretan. Todos ellos dan muestra de una gran capacidad interpretativa que hemos ido configurando en los ensayos, buscando para cada personaje, principal o secundario, una voz, un cuerpo, una fisicidad diferente.

La obra

El espacio escénico es un tablado que se transforma en muchos lugares y espacios. El ritmo de la obra es trepidante, con cambios constantes. En algunos momentos, los actores se dirigen al público, estamos en un teatro.

La música es uno de los elementos fundamentales de la obra. Hemos recogido, para la puesta en escena, nuestra tradición mediterránea, los ecos de la Corona de Aragón, la costa, los viajes por mar hasta Nápoles… Toda la música es reflejo de nuestra tradición, de lo que somos. Jácaras de la costa, aires de tarantela, canciones populares cantadas en directo…

Llegamos a València con la obra recién estrenada. Hemos hecho temporada de dos semanas en el Teatro de la Estación de Zaragoza, pero es aquí donde por primera vez actuamos fuera de nuestra ciudad antes de emprender una gira durante los meses de noviembre, diciembre y enero, que nos llevará a otras ciudades españolas y también portuguesas e italianas.

En definitiva y para concluir, recojo una frase de una de las críticas( de Javier Vázquez, de Aragón Radio) que hemos recibido durante los primeros días de representación: “Vengo de emprender un luminoso Viaje a Pancaya. Un espectáculo cuidado al detalle, en un perfecto equilibrio entre la reflexión de lo que nos ocurre y la comedia sanadora, a través de la mirada de los clásicos”.

Comedia, luminosidad, reflexión… Una mirada hacia los clásicos.